El salto evolutivo no se produce al escribir más palabras, sino al evaluar lo aprendido, buscando nuevos puntos de vista para los mismos problemas que antes parecían sin solución.

Es un camino arduo que se disfruta en cuanto van surgiendo las palabras. Uno deja reposar esas frases, meditando acerca de su sentido y luego de ese instante de silencio, surge limpio el final perfecto. Los ripios quedan al descubierto en medio de la paz que inunda la mente, para inscribirse diáfanos, meses más tarde, en las páginas de un libro. Descubro zonas del cerebro que antes estaban dormidas y accedo al inconsciente colectivo escrito durante miles de años en todos los lugares del planeta. No hay nada sobrenatural en este tipo de escritura que no está en los libros y cada uno sabrá adoptar estos nuevos conocimientos. Quizás algún día, ese conocimiento sea mutado en sabiduría. Mientras, intento escribir una mejor biografía, esperando que mi actuar sea cada vez más trascendente. Cada libro es un viejo maestro que me deja vacío, sin ideas ni emociones, en un limbo que vuelvo a enfrentar, con el único objetivo de mover la roca hacia una nueva cima.

Lanzamiento: Junio de 2014

Siempre me roban el reloj, de Aníbal Ricci

Mosquito Comunicaciones, Santiago de Chile, 2014.