Por Juan Mihovilovich
“¿Es todavía hoy?” (pág.88)
Beatriz García Huidobro abre una compuerta desde donde el misterio de la feminidad surge descalzo y desnudo, pobre y exuberante, dolido y ocasionalmente sarcástico.
La niña que subyace en cada mujer permanece en ella para siempre, así se trate de una huida sin viaje aparente como en la nouvelle que lleva el título del libro o por el descenso hacia los infiernos personales y familiares en “Jardín Japonés,” su narrativa se sumerge en el pozo insondable de ese ser único e irrepetible con quien el hombre, premunido de su acendrado egoísmo, se desvive o destruye.
Una niña asume el protagonismo de su propia historia como si fuera la de otra. Una indiferencia soterrada o explícita, un dejar de ser y de hacer que a veces raya en un patetismo doloroso, como suelen ser en verdad los patetismos- y que nos recuerda vaga o cercanamente esa indolencia metafísica de El extranjero, de Camus, aunque naturalmente, las vivencias corren por carriles diversos y dispersos.-
Una niña cuya infancia no discurre, sino que sencillamente “ocurre” a la vera de un individuo inescrupuloso que la utiliza, no sólo como soporte de ese machismo descarado y descarnado que asola la vida cultural chilena, sino que va carcomiendo con una frialdad aplastante cualquier vestigio de realización individual. La protagonista vive porque “ese” es su destino y ocupa un lugar pre-fijado por la fuerza de los hechos y de las cosas. A nadie importa que su condición primigenia e inocente sea un vehículo natural para un día llegar a ser persona. Aquí no pareciera haber salvación posible. Y en ese camino preestablecido no se pregunta a un ser humano cómo puede perder su naturaleza antes casi de aprender a caminar y cómo es posible que nadie se apiade de esa condición, de esa “casuística femenina” que, sencillamente, termina siendo una parte del engranaje socio cultural donde el dominio patriarcal alcanza la estatura de lo inalcanzable.
Es en ese universo (des) estructurado donde ella termina sus días y sus noches “viendo el mundo” desde una ventana artificial que no ofrece salvación posible. El asedio es sutilmente malévolo y cotidiano. Su asunción, la caída de la mujer, sin ningún pecado original, salvo esa propia condición de marginalidad de quien posee apenas un cuerpo como sujeto de apetencias de un machismo decadente y pervertido.
Y más allá -o más acá- la otra mirada en “Jardín Japonés”, que viene a ser la misma según el prisma de la visión utilizada, la historia de un ser repetitivo y aislado que recrea magistralmente los estertores de la vida naciente en medio de una dictadura invisible y asfixiante que originó exilios, partidas de nacimiento apenas registradas civilmente y que dieron pábulo a caminos desarraigados, extraviados, anclados a una generación casi póstuma, mientras desde lejos, en el lenguaje desconocido de otra forma de ser y de hacer, se soñaba o exigía soñar con la recuperación de una hija nunca tenida, salvo por la mera concepción biológica.
Esta otra niña que crece al amparo de un abuelo pinochetista, de una abuela sumisa y un medio familiar, en suma, donde la sombra de la madre exiliada -que llama a destiempo- y de un padre muerto en el combate, recorren un espacio desteñido, asimilado a ese autoritarismo de segunda (el abuelo fue militar) y a esos anhelos de libertad que terminaron por ser sub sumidos en la cultura europea, con otra gente, otra forma de sonreír y de asumirse, y con esa suerte de legado desconocido (esa niña extraviada) que a fin de cuentas a nadie pertenece, que nadie reconoce y cuya condición de invalidez termina por ahogar cualquier futuro.
Pocas novelas chilenas tienen la fuerza emotiva, la seguridad y lucidez de esta obra no tan breve de Beatriz García Huidobro, complementadas con La marea y fatiga de material, en la misma óptica y con iguales perspectivas de solidez narrativa.
Pocas escritoras pueden dar cuenta de un estilo tan personal, tan exclusivo y puesto a disposición de esas historias mínimas, que subyacen al amparo de las historias grandilocuentes y escritas según los designios del turno.
Una obra seria y contundente. Imprescindible. Y, definitivamente, nuestra…
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Hasta ya no ir y otros textos.
Autora: Beatriz García Huidobro.
Novela. Lom, 201 páginas. 2013.
Cualquier parecido con la realidad sólo coincidencia.