Por Inés Valenzuela

No vengo a hacer un análisis crítico de la obra de Fernando Jerez, porque eso ya lo han hecho especialistas en la materia y, por cierto, sin escatimarle elogios. Desde que irrumpe en la literatura a los diecisiete años y publica en 1958, a los veintiún años, su primer libro, “Un bachiller extraño”, y más tarde, en 1960, “Los sueños quedan atrás”, la crítica lo recibe con entusiasmo.

Fernando Jerez pertenece a la generación llamada Los Novísimos. Fue becado por la Fundación Luis Alberto Heiremans para participar en un curso sobre la novela, que dictaba el gran escritor Manuel Rojas.

“Así es la cosa”, libro de relatos editado en México en 1974 y en Chile en 1983, obtuvo  el premio Municipal de Cuento 1984.

Fernando Santiván, premio Nacional de Literatura 1952 escribió: “Sus cinco cuentos merecen una consagración, porque están bien escritos, porque la predisposición del autor para ahondar en las brumas y tortuosidades del espíritu está orientada con talento y perspicacia poco frecuentes. De su obra futura se espera una madurez triunfal”.

El notable crítico Edmundo Concha señala: “Jerez escribe sobre problemas humanos que pueden ocurrir en cualquier latitud. Hombres y mujeres de distintas edades se debaten sin éxito en pos de unas migajas de pan o de placer”.

En 1973, la siempre recordada editorial Quimantú, publica su novela “El miedo es un negocio”, en una edición de treinta mil ejemplares. El golpe militar prohíbe la circulación de esta novela que, seguramente, fue quemada al igual que lo que sucedió con los últimos libros publicados de Gonzalo Drago y de Diego Muñoz.

Sobre la novela “Un día con su excelencia”, publicada en Chile por Bruguera y Planeta y en España por Alfaguara, Fernando Alegría escribió: “El antihéroe creado por Jerez sufre y pena en extraño vacío y contradictorio fin de fiesta. La esposa, la secretaria, el mozo, el soldado de viejas y peludas charreteras forman parte de un país teñido de sangre, aterrado, dividido, despeñándose en noches de infamia”.

Carlo Jorquera escribe en Las Últimas Noticias que la novela “Temprano despunta el día” se alza como un verdadero hito en la producción literaria nacional. “Es una gran novela que aloja en su perfecta estructura claves y símbolos que nos sirven para reconstruir una vida que también a nosotros nos toca”.

En el diario Universal de México, Poli Délano afirma que “Adiós Doris” da cuenta de una prosa muy bien elaborada de una mirada aguda y sensible sobre los seres y su entorno, dos factores que en suma constituyen el fundamento de todo buen escritor.

fernando jerezDe su novela “El himno nacional” ha dicho José Promis: “Es una sorprendente parodia tragicómica, acentuadamente realista”. Fue premiada por el Círculo de Críticos de Valparaíso.

Su último libro, “El afilador de cuchillos”, es un libro que remece, que molesta leerlo, que página a página va perturbando al lector, pero que no se puede dejar de leer, porque se descubren allí numerosas verdades que están en uno y que no hemos querido reconocer. Con talento, el autor va entregando datos y señales que permiten descubrir, reflexionar y meditar. Por eso, quieras o no, es una novela que no podemos soltar.

Ya en 1996 Fernando era en el diario “Ultimas Noticias”. Yo lo conocí en la Sociedad de Escritores de Chile. En 1992 fue el Coordinador general del Encuentro Nacional de Escritores “Juntémonos en Chile” y fue el Coordinador General de este exitoso encuentro realizado durante la presidencia del escritor Ramón Díaz Eterovic.

Quizás pude conocer a Fernando en su poblado Lo Miranda, cuando era un niño pequeño. Yo tenía dieciocho y ya había unido mi vida a la del escritor Diego Muñoz. Por entonces vivíamos en Lynch, en la casa de Pablo y Delia. A veces, para el 21 de mayo o para el 18 de septiembre, íbamos a Lo Miranda, donde era cura párroco don Manuel Gandia, pariente de Pablo. generalmente éramos unas cuatro o cinco parejas: Juvencio Valle y María, Homero Arce y Laurita, Orlando Oyarzún y Lola. Nos alojábamos en la casa parroquial. Grandes comilonas y paseos por la zona. Allí vivía este niñito, que ya debía ser algo hermético, retraído, siempre pensante, lector, sin duda…

Fernando ha sido monitor de talleres de lectura y creación literaria entre los que cabe mencionar los que se realizaron en el penal de Colina 1, donde me tocó acompañarlo junto a otros escritores, y apreciar de cerca un trabajo tan interesante en un lugar tan complejo.

Ha recibido muchas distinciones literarias en Chile y en el extranjero y sus obras han sido traducidas a varios idiomas, entre ellos al alemán, búlgaro, inglés, francés, italiano, holandés… Sus libros se han publicado también en España, México y Venezuela.

Mucho me gustaría que los jóvenes de hoy leyeran sus obras. Es necesario que conozcan a través de la buena literatura la historia de este país. Es necesario despertar la curiosidad y, a la vez, entregarle respuestas desde los buenos escritores, como sin duda Fernando lo es.

Que vivas muchos años y escribas muchos libros más, porque tienes mucho que decir y lo dices muy bien.

Te saludo con mucho cariño en este homenaje que te rinde Letras de Chile, porque tienes un juicio certero y porque has sido capaz de traducir y recoger en tu numerosa obra, las experiencias de décadas en que la historia del país y de las personas que vivimos en él cambió de manera profunda.

 

28 de noviembre de 2014

 

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Homenaje de Rolando Rojo Redolés

Estimado Escritor Homenajeado.

Estimados amigos.

Soy lector entusiasta de la obra literaria de Fernando Jerez. Durante mi exilio en Buenos Aires, leí su novela  “El miedo es un negocio”, en una versión editada en Argentina, en cuya contratapa, el escritor trasandino  Osvaldo Soriano escribió: “El miedo es un negocio” aparecida en Chile poco antes del golpe militar que derrocó al gobierno popular de Salvador Allende,  ha sido considerada como la primera novela del proceso chileno hacia el socialismo…” Bastaban esas escuetas palabras para que la novela se convirtiera en un apetecido relato entre los chilenos que deambulábamos cargados de nostalgia, rabia y dolor por los márgenes del Río de la Plata en aquellos años de dictadura.

Yo, que empezaba a escribir los cuentos que integrarían mi primer libro “Como con bronca y junando”, me daba cuenta, tras la lectura de la obra de Jerez, que la literatura era algo serio, que no bastaba con acumular un conjunto de anécdotas y escribirlas, sino que había que profundizar en la piel y sicología de los personajes, que era necesario depurar el lenguaje y buscar la estructura, el tono y el punto de vista adecuados. Estaba frente a un escritor con oficio, meticuloso, dueño de una prosa ágil y vibrante y que era capaz de suscitar comentarios como éste:  “ (El miedo es un negocio) consigue el difícil equilibrio de narrar  como ficción, hechos que son absolutamente históricos: esto convierte al texto en un documento  insoslayable para incorporarlo  a los tantos que cuentan la historia  de esos tres años. Esta novela tiene el valor de un testimonio que no se agota en sí mismo…”

Después vino “Un día con su excelencia” que ubicó, merecidamente, a Fernando Jerez entre los mejores narradores chilenos y le otorgó un lugar destacado en la literatura latinoamericana, incorporando a su personaje Núñez en la galería de los horrores y de los  tiranos que la buena literatura ha inmortalizado  a través del continente.

Me enteré que por edad y trayectoria literaria pertenecía a la llamada Generación de los Novísimos junto a Poli Délano, Antonio Skarmeta y otros. También supe que su primera novela y él mismo,  estaban nimbados por cierta atmósfera novelesca. En 1973,  Editorial Quimantú  publicó  30.000 ejemplares de su  novela que fueron distribuidos la primera semana de septiembre  de aquel año y, el martes 11 del mismo mes, fueron rápidamente retirados de todos los quioscos de Chile. Esto, en aquellos días, representaba, una amenaza cierta a la integridad física del autor. Así lo comprendieron algunos de sus lectores que le ofrecieron asilo y que Jerez, rechazó a último momento. Aunque sabia y precavidamente, el escritor se autoexilió en Chile. Se marginó de la vida literaria, dejó de concurrir a los lugares que frecuentaban los escritores. Cuando reapareció a comienzos de los ochenta, sus amigos lo recibieron con la alegría y el entusiasmo de un retornado. “Fernandito, estás de vuelta” -le dijo  una emocionada  escritora, abrazándolo con cariño. Jerez nunca había salido de Chile.

Conocí a Fernando en el año 87, cuando en un costado del Museo de Arte Contemporáneo me entregó el premio de la Editorial “Sinfronteras” por mis cuentos El sur bus de la 5.30”. Debo confesar que siempre le tuve ese respeto temeroso que se le tiene a los grandes personajes. No creo que, en aquella ocasión, hayamos cruzado dos palabras, ni menos que lo invitara a compartir parte del premio. Después, nuestros contactos se hicieron más frecuentes en las comidas que los escritores realizábamos en el desaparecido RHENANIA de Irarrazabal. Finalmente, terminamos siendo buenos amigos. Le debo a Jerez  muchos favores. Su espíritu amigable y generoso nunca se ha negado a  escribir una nota,  un comentario,  presentarme un libro o  dar un consejo  de escritor fogueado.

Una de las cosas que admiro de Jerez, es el profesionalismo con que aborda la tarea literaria. No lo anima la prisa ni la ansiedad. Trabaja el lenguaje minuciosamente, su prosa es muy bien elaborada. Un ejemplo de ello, son sus “Cuentos de Oficina” que tuve el privilegio de leer  hace ya unos cuantos años, pero que hasta ahora  no han salido a  la luz. Son diez cuentos del mundo  de la empresa, de la oficina, de la industria, Cuentos en los que Jerez penetra, en ese ambiente frío e impersonal con inusitada  claridad, con punzante inteligencia y con un profundo conocimiento del medio. Son cuentos que conservan su estilo mesurado, con un lenguaje trabajado con tal rigurosidad que logra develar los conflictos humanos a un nivel que  traspasan las fronteras  de la oficina  y se instalan en la amplitud del mundo contemporáneo. Fernando Jerez es de esos escritores que, según se dice,  Goethe aconsejaba y practicaba, que “trabajan sin prisa, pero sin tregua”.

Lo que no deja de sorprenderme de este amigo escritor, es la capacidad que tiene para almacenar en la memoria o en alguna parte del cerebro un texto completo, sea éste novela o cuento. Ello le permite reescribir la primera versión dos o tres veces hasta quedar satisfecho con su trabajo. No sé si a ustedes les pasa, pero yo si pierdo un párrafo de un cuento me angustio, porque no sé dar con el tono, el lenguaje ni el ritmo de la primera versión. Al respecto, sé la historia de un poeta que rebuscó en un basural de la isla de Capri un poema que la señora del aseo había botado a la basura. Por lo que creo que esta cualidad de Fernando es tan  escasa como útil.   

 Sólo me resta sumarme al merecido homenaje que “Letras de Chile” le rinde a este escritor nacional que ha hecho un grueso aporte a la cultura, a la literatura, a la justicia y a la democracia de este país, y lo ha hecho, como es su costumbre, sin alardes ni estridencia.

 Alzo mi copa imaginaria para brindar por este amigo y su obra literaria.  

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Homenajes de Inés Valenzuela y Rolando Rojo en Ceremonia de Distinción Letras de Chile 2014 al escritor nacional Fernando Jerez, el día 28 de noviembre de 2014.

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