nerudaPor José Ben-Kotel

Murió de enfermedad, dicen. No es tan simple, dirán los que nieguen. Un simple remarcó: la verdad en estos casos es elusiva; tarda, pero llega. Ya verán. ¿Y quién lo hizo? Podríamos conjeturar en ello… mejor no. La ciencia tendrá algo que decir, si no la última palabra. Ésta la tendrá un juez honorable; digo honorable, porque después del día fatal la mayoría de ellos no lo fueron. Después de su entierro supimos de su muerte. Y lo que es la vida, o en su caso su partida de ésta, sin paradoja mediante: desde que falleció – de pena dicen, también lo sopla el viento – no ha vuelto a descansar este muerto que no goza de buena salud; y sí. Tarde o temprano desde él mismo, es decir desde sus restos, ‘huesos húmeros’, nos hablará como en sus poemas, y la verdad saldrá a la luz. Fíjense que aún no entra en su descanso eterno: lo han hecho un trashumante, la justicia y los que silencian el caso y la causa de su deceso, más cerca de ser un crimen que de un morir natural. (Me llegan noticias tardías, que ya lo pusieron en su tumba final. Uf. Pero no sé si podríamos decir que descansa en paz; eso no sucederá nunca: es un mártir sin paz, ni siquiera la de su tumba). Eso ya es un crimen, una segunda, una tercera muerte; varias son las que le hemos dado. Qué país tan desalmado el que le tocó a este ser humano, a este muerto, uno de los más ilustres que habremos tenido, sino el que más, en nuestra castellana lengua. Hablo de Neftalí Reyes. Ciertamente ‘su país’ es un país que no se lo merece. They don´t deserve Him, mi Leslie señala con rabia y lágrimas. Varios cientos lo acompañaron en su entierro. Entre ellos estuvo Eduardo, mi amigo de ayer, de Castellano, del Peda de la Chile como yo, también don Diego Muñoz su camarada más fiel; seguramente iba de su brazo Doña Inés, vestida de luto como su Matilde, y los que se atrevieron a caminar con Él desde su casa La Chascona – a la que dejaron hecha un desastre después de los allanamientos que le hicieron a pocos días después del asalto, con saqueo mediante – por Avenida Perú hasta llegar a Recoleta y de ahí al Cementerio General. En un nicho sin nombre lo dejó su Chascona , dejada en una viudez que no merecía, y a nosotros más huérfanos, mucho más huérfanos…cuán desolados. Murió de fascismo… decía el pueblo. Algunos que arriesgaron la vida dieron discursos en su honor, en el Cementerio General de Santiago. Después, al ir posando el ataúd en su penúltima casa le cantamos La Internacional – Eduardo B. dixit, recuerda. Muchos años más tarde me lo recuenta de nuevo; nos dijo que murió víctima de una oscura fatalidad… de una conspiración. (El Mercurio, el diario de ‘Las 30 monedas de oro’ dadas por Nixon, ‘el’ diario golpista, lo informó al otro día de su fallecimiento). ‘Le pusieron una inyección anómala, él o los asesinos: eso nos lo robó de la vida’. No merecía irse de ese modo del mundo, como todas las víctimas que hubo antes de su muerte y después de ella, me reitera y remarca, con pena, miedo y rabia. Aún acongojado, condolido, y muy triste, tanto como yo que recuerdo, después de decenas de años, su testimonio. Una nación que mata a sus hijos tardará muchísimo en sanarse, y se me atraganta el habla, la boca se me amarga de nuevo cuando transcribo este original que encontré por ahí… Escupo al suelo y maldigo al alto cielo, como Violeta. Su funeral fue el segundo acto de resistencia en contra de los usurpadores – ustedes piensen quién, cuál, fue el primero, hagan memoria. Murió de fascismo decían los valientes que lo acompañaron en su funeral. Y le decíamos llenos de emoción: Compañero Pablo Neruda Presente, ahora y siempre . Y cómo nos alumbró su poesía en aquellos años interminables que nos tocó vivir en ‘nuestro’ país transformado en una cruel cárcel, de punta a cabo. Aún lo hace.

A Pablo Neruda,

muerto el 23 de septiembre de 1973.

 

Noticia de última hora:

Resulta claramente posible y altamente probable la

intervención de terceros en la muerte de Neruda”.

Ministerio del Interior de Chile. (noviembre 2015).