Crónica literaria de Eddie Morales Piña
El título de este libro del escritor e investigador Carlos Carstens Soto (Valparaíso, 1952) es un enunciado retórico muy interesante porque en él se entremezclan un personaje, un tiempo y un espacio. Este último es el denominado por Mijail Bajtin el cronotopo. El personaje que transita por una ciudad -que no es la suya- es un flaneaur como diría Walter Benjamin. El término andanzas tiene resonancias de la novela picaresca como las aventuras del Lazarillo de Tormes o las del Guzmán de Alfarache. El complemento de lugar puesto en inglés es como un guiño también lúdico y picaresco, lo que tal vez le hubiera gustado al protagonista de las andanzas, quien ocupa la centralidad del título, el Gitano Rodríguez, que no es otro que Osvaldo Rodríguez Musso (1943-1996). Siendo el núcleo el personaje del relato se comprende la relación discursiva entre las andanzas y el trashumante gitano. La portada de la obra -el paratexto- nos lo muestra guitarra en mano con un micrófono frente a él en Surrey Hall, Londres, en 1990 –“El Gitano Rodríguez, cantor y amigazo, siempre anda con la guitarra para todas partes porque, según él, nunca se sabe cuándo sale el contrato para el Carnegie Hall”, Payo Grondona, dixit). La figura icónica del Big Ben nos sitúa in London mientras una lámina denominada Vivir en Chile, de su autoría, nos remite al tema del exilio o del destierro -echado de tierra.
El texto de Carlos Carstens se sitúa entre los márgenes de la escritura testimonial y, en consecuencia, está relacionado con el tema de la memoria. Lo testimonial se conecta con el antiguo tópico de aquel jardín de formas de que hablaba E. R. Curtius nombrado el criterio de lo visto y de lo vivido. El enunciante de este relato que adopta la forma testimonial es quien tuvo amistad con el protagonista de las andanzas y supo seguirlo en sus periplos in London, mientras ambos vivían el exilio. La memoria es fundamental al momento de testimoniar. En el relato el autor no deja de plasmar en la escritura que el olvido es la no memoria. A nadie le cabe la menor duda de que la figura del Gitano Rodríguez forma parte de la memoria colectiva de todo habitante de esta larga y angosta franja de tierra llamada Chile. El protagonista está en la lejanía, pero en su retina está su puerto natal, que no es otro que Valparaíso. Probablemente, todos los exilados, los desterrados, los echados de tierra tenían en su memoria el lugar, el espacio vital, del que habían sido expulsados. Valparaíso aparece muchas veces mencionado en este relato de Carstens.
En el imaginario colectivo al Gitano Rodríguez se le identifica por un poema hecho canción que se llama Valparaíso, que es un canto al puerto excepcionalmente poético. En realidad, es una especie de oda: “Yo no he sabido de su historia, / un día nací aquí, sencillamente. / El viejo puerto vigiló mi infancia/ con rostro de fría indiferencia. / Porque no nací pobre y siempre tuve un miedo inconcebible a la pobreza”. En algún momento descubrí en You Tube una grabación de este poema hecho canción donde el Gitano explicaba que Nelson Osorio -que era un profesor del Pedagógico de Valparaíso, quien me dio clases a principios de los setenta- le había indicado que no fuera mentiroso porque él no había nacido pobre, y explicaba el cambio del verso. El libro testimonial y memorístico de Carlos Carstens deja establecido que el Pedagógico fue un centro de convergencia entre la academia, los artistas y los poetas de Valparaíso, entre ellos Eduardo Embry Morales y Renato Cárdenas, y sin duda el Gitano. El autor de este interesante libro, no trepida en dejar claro que Osvaldo Rodríguez Musso fue un artista integral que no sólo cultivó el canto, la trova, sino también la poesía y la pintura como la lámina que está en la portada. Resulta interesante descubrir que el Gitano cultivaba con gran maestría las décimas, la tradicional estructura versal del canto popular: “Cantor poeta es quien nace/ por el lado de lo sencillo/ y yo cuando fui chiquillo, / fui burguesito y compuesto, / engreído y circunspecto/ y tieso como palillo”. La personalidad del Gitano -según el autor- podía despertar sentimientos encontrados en quienes lo conocían, que de alguna manera queda testimoniado en la estrofa anotada. También nos revela Carstens que el Gitano era como un alter ego de Osvaldo Rodríguez, por tanto, era un actor. Precisamente, se representó a sí mismo en una de las icónicas películas de Aldo Francia, que tuvieron a Valparaíso como su entorno natural. Carstens nos revela que el Gitano fue de los primeros que realizó gestiones para que a la ciudad se le diera la denominación de patrimonio de la humanidad.
El libro de Carlos Carstens nos muestra, además, el drama del exilio del Gitano y la añoranza de su puerto. Las andanzas suyas in London fueron una especie de catarsis para sobrellevar la lejanía del país ausente. La participación en múltiples recitales y representaciones artísticas y grabaciones, -algunas de las cuales el propio Carstens ha podido rescatar desde diversos formatos- nos muestran al artista versátil que fue, no sólo en la creación musical, sino también en la pintura. “En el exilio cada uno se inventa y se reinventa la propia tierra perdida”, escribió el Gitano. Carstens, según él, ha querido desmitificar al Gitano, el habitante de la Casa Transparente, sin embargo, el personaje como un flaneaur con sus andanzas in London paulatinamente fue transformándose en una figura mítica que está de manera indisoluble unida a su canto a Valparaíso que dejó una huella en el reino donde habita el poeta Eduardo Embry, el exilado. El texto testimonia, además, que cuando pudo regresar a Chile, las puertas se le cerraron en la academia y volvió a otra suerte de destierro. En definitiva, el libro de Carlos Carstens Soto es un texto imprescindible para conocer y complementar la figura del personaje insoslayable que fue el Gitano Rodríguez.
(Entre paréntesis, termino con un breve recuerdo. A principios de los años noventa siendo jefe de la Carrera de Pedagogía en Castellano de la Universidad de Playa Ancha en Valparaíso -en la Casa Central de lo que fue el otrora Pedagógico- mientras mantenía la puerta abierta de la oficina ubicada en el tercer piso de ese histórico edificio que sufrió los avatares de la historia reciente, sentí unos golpes suaves. Levanté la vista del libro que tenía al frente -en ese entonces aún no se masificaba el computador- y vi a una persona, quien se presentó diciendo “soy el Gitano Rodríguez”. Ya no recuerdo de lo que conversamos. Tampoco había celular con una cámara para haber registrado el momento. Sólo sé que estaba frente al Gitano en lo que había sido el Pedagógico de Playa Ancha. En el patio de la Casa Central de la mencionada universidad porteña hay un memorial que recuerda al Gitano Rodríguez).
(Carlos Carstens Soto. Andanzas del Gitano Rodríguez in London. Santiago: RIL editores. 2023. 197 págs.).
Es asombroso descubrir cómo se articulan las ideas y pasiones en torno a la poesía habiendo tanta distancia geográfica -nunca…