Por Miguel Vera Superbi

Nos acercábamos a la hora señalada, las 7 pm. Faltaba un escritor del trío Fantástico de esa jornada. Mientras discutíamos si comenzábamos o lo esperábamos (el tiempo no es algo rígido, como sabemos), José Luis llegó justo.

Esta ha sido la reunión más diversa. Los tres invitados, escritora y escritores del género Fantástico, nos sumergieron en atmósferas de mundos creados por sus prolíficas mentes generando inquietud, expectativas, admirando a uno u otro personaje. Los presentes fuimos sacudidos fuertemente en nuestras referencias; en fin, veamos quiénes son.

Moderando Alfredo Corrales, del directorio de Letras de Chile, la primera lectura la realizó Catalina Salem, autora de «El despertar de la hija de Azulia» y «El temple de Monterdal», saga de “Capriana”.

Sus libros son voluminosos, le gusta describir con generosidad los lugares, sus personajes. Le atraen los caballos e incluso fue equitadora. Por eso le gusta incluirlos en sus trabajos, así como los paisajes sureños; es una extraña nostalgia la que le impele a escribir.

Capriana se desarrolla, decide irse para luchar guerras con las fuerzas oscuras, recorre pueblos, entre ellos, el de los criadores de caballos. Recibe una espada especial, que no le brinda nada a menos que ella aporte lo suyo. No es como suele ser en la literatura fantástica tradicional, donde la espada es en sí un poder que transforma, se comentaría después. Aquí, entre las páginas de su obra, los personajes no reciben nada gratuito y deben trabajar por vencer lo oscuro, vencerse a sí mismos, razón de ser de la vida misma.

Incluye mapas entre las hojas, hay idiomas, atmósferas de bosques. Es una Europa medieval con mezcla de paisajes chilenos del sur, bailes y los queridos caballos: Capriana va descubriendo pueblos más avanzados.

En su escritura no hay razas, hay niveles de avance por la senda vital. Los ‘malos’ son una excepción: son una raza malévola, que perdió su humanidad”, según sus propias palabras.

Alfredo abrió unos escasos diez minutos, en la cuarta dimensión del tiempo espacio, para hacerle preguntas a Catalina y luego continuó presentando a Martín Muñoz Kaiser, autor de «Evento Z» y «El martillo de Pillán».

Con voz tronante, Martín nos fue relatando los tremendos ritos de Iniciación de Melián en la Isla Mocha. Las cosas que le pasaban al joven eran de verdad maravillosas. Entre lo real y lo astral, los acontecimientos parecen predeterminados. No es mucho lo que se puede desviar el Hombre de su destino, sea en un bajo nivel de comprensión o en uno altísimo, como lo ocurre al joven Melián: todo concuerda, todo va calzando, de acuerdo al plan inefable del Creador y sus estadios de poder.

Los mundos de Martín están, son parte de lo mágico mapuche, no son sus propias construcciones literarias. Para llegar a esto, ha debido estudiar mitología comparada; lo mapuche lo absorbe con pasión y por ese respeto adquirido se apega lo más posible a las leyendas, los paisajes, los nombres, los ritos y costumbres.

Señalaba en la ronda de preguntas que trata de emplear ritos que son transversales en la humanidad, tales como el Diluvio Universal, presente en tantos relatos de toda época; el hacha mágica, el martillo de poder, etc.

Señalaba que en sus libros incluye glosarios de mapudungun, para aportar al lector un mayor conocimiento de nuestra orgullosa raza fundacional, cuya sangre en una medida u otra, portamos en el plano físico.

El último escritor fue José Luís Flores, autor de: «La delirante Compañía de los Sueños», «Las bestias», «Alicia, la niña vampiro”, “Resurrección», «El mago del desierto», entre otras.

Mientras leía sus páginas, agregaba notas de humor, que alivianaban un poco el relato a ratos espeso dentro de lo maravilloso, de la relación de sus personajes (muy bien descritos y ambientados), con máquinas. Esas máquinas participan de la vida, están provistas de sentimientos y aunque inorgánicas, son capaces de tender o dejar tender puentes entre sí y los humanos para generar tramas interesantísimas.

Esta vinculación hombre máquina que propone José Luis, en tiempos previos a la Primera Guerra Mundial, está muy bien aclimatada, es una antesala a lo que ya se nos viene, pero de verdad, no como obra fantástica nacida en la mente de un autor. Las computadoras provistas de Inteligencia Artificial actuando en aparatos como los celulares ya son realidad (navegadores de mapas, los traductores de idioma, la cámara fotográfica que busca el rostro, la sonrisa). La Internet de las Cosas o IoT en sus siglas en inglés, los robots que se autoprograman desde una nube o Cloud para organizarse entre sí, ya son realidades. ¿Amenazantes? No lo sabemos. Solo podemos asegurar que todo avance científico significativo como el que estamos comenzando a ver con esta Cuarta Revolución Industrial, acarrea un mar de cambios culturales… José Luis lo sabe y lo desliza.

El mismo autor declara que, aunque una buena parte del texto es un sinsentido, el lector (de hecho, nos ocurrió al escucharle), va aceptando las reglas de este particular mundo, entra y acepta los términos.

Se hace un corto plenario al final entre todos y el público (se alargó todo un poco) y sale una idea interesante: la persona con un artefacto tecnológico determinado en las manos, o sin él, no es la misma persona, se transforma, como reflexión acerca de la espada especial de Catalina y Capriana o, en algo más mundano para nosotros, un joven en el Metro con un teléfono celular. Esta reflexión no fue la única, pero da para ‘rizar el rizo’, como dicen los españoles.

En suma, Princesas, Iniciación de alto grado mapuche, fantasías de humanos y máquinas… ¿es posible decir que una línea, un argumento, una obra es mejor que la otra?