Por Javier García (artículo de La Tercera)
El narrador publica la novela Cuartos oscuros, sobre un autor gay, rabioso y enfermo. En el libro recuerda los años de Reinaldo Arenas y Manuel Puig en la Gran Manzana.
La decisión está tomada. Abandonar Chile y quedarse hasta sus días finales en Nueva York, EE.UU. “No sé qué será de mí y no quiero casi pensarlo”, apunta el escritor, de 60 años, protagonista de Cuartos oscuros, la última novela del autor nacional Jorge Marchant Lazcano (1950) publicada por Tajamar Editores.
Portador de un virus hace más de dos décadas, el escritor -sin nombre en la novela- se instala en una pieza de un departamento arrendado a una familia colombiana, en el barrio de Harlem, Manhattan.
El escritor parte contando los años finales del cubano Reinaldo Arenas en Nueva York. Así como la vida del argentino Manuel Puig cuando vivía en la misma ciudad en los 70. Ambos, autores homosexuales y marcados por la enfermedad del Sida.
“Tanto Arenas como Puig fueron referentes en Nueva York a partir de mi novela Sangre como la mía. Los he visto como pájaros fuera de la bandada. Pájaros raros en todo el sentido de la expresión”, dice Marchant Lazcano, quien es portador de VIH hace 20 años, vía email desde Nueva York.
Comenzó viajando a la Gran Manzana hace más de una década para acompañar a su pareja, que necesitaba un tratamiento. Hoy se dedica solo a la literatura. Vive en Santiago, pero un par de meses al año reside en NY. “Llegué a la edad fatal de la jubilación”, dice.
Jorge Marchant es periodista, fue guionista de teleseries en los 90 para TVN, y debutó en la literatura con la novela La Beatriz Ovalle, en 1977. Vendrían otras novelas y libros de cuentos, pero fue en Sangre como la mía (2006) donde abordó en profundidad el tema homosexual.
“Aunque esa novela terminaba con la tragedia del Sida, se rescataba una nueva forma de amor. Cuartos oscuros recorre una historia más individual, pero ciertamente hay vasos comunicantes”, dice Marchant, quien cuenta que también almorzó en el Gay Men Health Crisis (GMHC), institución que ayuda a hombres con VIH.
El protagonista de Cuartos oscuros igualmente asiste a ese lugar, organización creada en los 80. Allí conoce a un ciego con el que se obsesiona. Mientras esta relación se desarrolla en el libro, el escritor sabe que se encuentra en una etapa final.
“Terminaría siendo un héroe aunque para mí mismo apenas fuera un escritor fantasma convertido en un auténtico fantasma”, se lee en la novela, como un diario personal de un narrador desencantado y rabioso, que se siente como “un exiliado a destiempo”. Y agrega: “La rabia me moviliza. La rabia me mantiene alerta”.
¿Cree, como se lee en Cuartos oscuros, que “la soledad homosexual proviene del rechazo sexual”?
El narrador de Cuartos oscuros vive en un mundo desolado que no necesariamente tiene que ver con lo que yo piense. Tal vez ese pensamiento guarde alguna relación con una situación que lo excede a él mismo, y es la soledad de los viejos como motor del rechazo sexual. Es algo que recorre una vez más a todos los seres humanos y lo vivimos con mayor fuerza en Chile. En estos tiempos en que se enfatizan los estereotipos de belleza juvenil, la fortaleza, el vigor, los viejos no están invitados a la fiesta. No han sido ni siquiera invitados a las ceremonias de «uniones civiles». Quiero decir que hay otro mundo más allá de la juventud del arco-iris y he querido hacerme parte de ella, porque tal como sucedió en otros tiempos, siguen siendo invisibles.
Nueva York es el escenario de Cuartos oscuros, ¿Es su homenaje a la ciudad?
Nueva York ha sido un importante referente cultural en estos últimos años de mi vida. No se trata, sin embargo, de la ciudad sofisticada y «cliché» que hemos leído en tantas novelas y visto en tantas películas. Por el contrario, es una sociedad multicultural y multirracial a la cual he accedido desde mi propia soledad, sin ataduras, un poco como fantasma. La condición de «exiliado a destiempo» se dio a partir de que el hombre que fue mi pareja por muchos años, debió partir hacia el año 2003. Estaba muy enfermo. Si se quedaba en Chile, se moría. Si partía, salvaba su vida. Viví esa condición al lado de él, a intervalos, aprendiendo de esa condición de «exiliado» de nuestro propio tiempo. Ese fue nuestro propio exilio.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…