Comentario a la novela Jinetes en el cielo, de Gianfranco Rolleri O’Ryan

Por Gonzalo Robles Fantini

Si bien este título es un préstamo un tanto desvergonzado del célebre ensayo de Karl Marx- presente en los Manuscritos económico filosóficos de 1844-, resume el concepto fundamental desarrollado en la novela Jinetes en el cielo. Gianfranco Rolleri trabaja en esta narrativa al mismo personaje de cuentos de su autoría, Benjamín Malatesta, en clara alusión al anarquista italiano.

También en La resaca de la hiena, su ópera prima, este joven escéptico y desencantado es quien encarna los tópicos propios de Rolleri: la falsedad de los valores de una sociedad burguesa hipócrita, donde la explotación del hombre por el hombre deja pocas fisuras para la redención, tal vez razón suficiente para el consumo de alcohol y estupefacientes.

En Jinetes en el cielo el tema laboral es el eje de la acción narrativa, lo cual el lector advierte en el epígrafe inicial, una cita tomada de la cultura televisiva popular, que define muy bien a la generación del autor: “Ningún trabajo es malo, lo malo es tener que trabajar”, Don Ramón.

En efecto, el pasaje que abre la narrativa es una protesta extrema de una mujer obesa en una oficina en un piso elevado del edificio, que amenaza hacer estallar múltiples cilindros de dinamita amarrados a su cuerpo. Es justamente Benjamín, el junior de la empresa, quien accede a la inusual e hilarante demanda de la gorda, alentado por un irrisorio estímulo del jefe y, cumpliendo su cometido, se convierte en héroe.

Y por un momento nos olvidamos de la dinamita y los cunnilingus explosivos y nos dedicamos a mirar quizás por primera vez a nuestros compañeros de trabajo, y tal vez era el calor o el miedo en sus caras, pero no me parecieron despreciables sino que simplemente unos niños, unos niños perdidos que mienten tratando de mostrarse seguros cuando en realidad no saben nada, no tienen idea de nada, solo que es fácil entrar y muy difícil salir y que quizás ellos también se merecen un cunnilingus, o un helado o un apretón de manos o cualquier cosa; una compensación por el pasado mentiroso o por el futuro que no es posible cambiar. (Pág. 16)

Pero en la literatura de Gianfranco no hay héroes, sino un profundo desencanto hacia la sociedad, el ser humano y los valores predominantes que nos rigen. Son justamente las condiciones laborales perversas, la codicia de los empresarios, el avance devastador del capitalismo y la carencia de anhelos y esperanzas la que motiva a los personajes de su narrativa a comportarse con una actitud irónica y mordaz ante estas circunstancias adversas. Si en Nicanor Parra el desgaste indigno del trabajo de profesor de liceo lo dejara embrutecido por el sonsonete/ de las quinientas horas semanales, en Rolleri la explotación brutal convierte al ser humano en un cínico, en el sentido que el escritor norteamericano Ambrose Bierce, uno de los referentes literarios de Gianfranco, diera al sustantivo: Miserable cuya defectuosa vista le hace ver las cosas como son y no como debieran ser (Diccionario del diablo).

Es que esta alienación que produce en las personas el trabajo en serie, mecánico y tedioso, con una clara explotación y abuso de parte de los empleadores, propio de los modos de producción instaurados luego de la Revolución Industrial, es plasmada por Rolleri con un estilo lacónico y original -el destacado escritor Poli Délano, en el lanzamiento de Jinetes en el cielo en una librería de Santiago, afirmó que la narrativa de Gianfranco es una de las más originales que ha leído-, con sagaz ironía y mucho humor negro, donde las figuras literarias funcionan tanto por la hilaridad de las situaciones como por el absurdo que en sí mismas encierran.

Por cierto, otro de los referentes de Gianfranco es Charles Bukowski, tanto por su particular humor como por su mirada desencantada y, no deja de ser importante, porque el narrador del realismo sucio también describió la enajenación del trabajo explotador y mecánico, en su caso, en la clase media americana de los 60. Se inscriben también como referentes de Rolleri otros grandes exponentes de la narrativa estadounidense, tales como John Kennedy Toole -de quien heredara su explosiva ironía y humor negro- y el periodista y escritor Hunter S. Thomson.

El estilo mordaz de esta novela breve es patente desde el curso que adquieren los hechos luego de la situación de protesta de la obesa suicida, quien en el trauma de Benjamín acompañará en su imaginación al protagonista, como en la bajeza moral de don Humberto, su jefe, quien le descuenta del esmirriado sueldo el plan de rehabilitación de alcohol y drogas que decide, como buen cristiano, brindar a su empleado estrella, en compensación por salvar al personal de su empresa de morir explosionados por la dinamita adosada a la mujer, o bien la invitación a almorzar a su casa, que finalmente resulta en la ausencia de los dueños de casa, una colación barata y un recado con instrucciones para realizar un aseo profundo en las lujosas dependencias.

Entonces apretó aún más su cara contra la mía y susurró:

-Renuncia, papanatas. No importa lo que hagas o dejes de hacer, no puedes ganar.

-Pero yo no quiero ganar y casi me da lo mismo perder.

-¿En serio, papanatas?… ¿Y esas flores y esa caja de vino con la que llegaste?

-Este… eh… ¿Es por mi educación en colegio de monjas?

-Eres un mentiroso, papanatas, Y un poco empeñoso. Las flores y el vino eran un boleto. Un boleto para llegar a un lugar en el que no estás, ni vas a estar nunca. Ni con vino, ni con flores, ni con cuarto de pichanga con harta coliflor.

Por toda respuesta le di un trago desesperado a la botella de vodka hasta terminarla. Luego, tratando de disimular las arcadas, me limité a encogerme de hombros y aferrarme a la vieja pues el puñetazo etílico amenazaba con tumbarme. (Pág. 33)

Parte del diálogo reproducido entre Benjamín y la empleada doméstica en la casa de don Humberto, en la fiesta que organizan frente a la ausencia de los patrones (y el jocoso desenlace de este pasaje de la historia), grafica una de las premisas de la novela: la inmovilidad social y la falsedad de los estímulos de emprendimiento, que más se asemejan a la Ley de la zanahoria y el garrote que al American dream en esta narración.

Pero las críticas al sistema laboral no son el único tema de objeción. Sin ser un texto eminentemente político, hay una clara referencia y descargo en contra de la dictadura militar y las violaciones a los Derechos Humanos perpetradas durante aquellos 17 años. En el capítulo seis Gianfranco describe, en palabras de su protagonista, un esténcil que un grupo de arte pintó en un muro frente a la habitación donde vive.

Se trata de tres detenidas desaparecidas, las cuales estaban embarazadas al momento de su detención y nunca más se supo de ellas ni de los hijos que esperaban. La emoción de Benjamín, lejos de una proclama ideológica, es muy humana y sensible: Sueño que estoy a minutos de su detención, que aún puedo salvarlas y las veo tranquilas, conversando a paso desafiante por la calle, y les grito que se escondan, que se arranquen, que lo que viene es duro, y me ofrezco a ayudarlas, pero no me escuchan, no me quieren escuchar, y al final despierto y la Jossie me prepara una agüita de melisa y 6 milígramos de neuryl y finalmente el sueño vuelve a ganarme mientras las miro fijamente por la ventana vigilando que ningún imbécil vaya a pintarles algo encima o a rayarlas o a molestarlas de cualquier manera, porque, mierda, si no pude defenderlas hace treinta años, tal vez, quizás ahora, recién ahora, pueda hacer algo. (Pág. 35)

Jossie es, en palabras del protagonista, lo más cercano que ha tenido de una novia. La conoce en una feria, ella vendiendo en el suelo drogas de distinto tipo, y a Benjamín le llama la atención su cabello rojo y la polera de Los Ramones con que viste, pero en principio discrepan porque él solicita ansiolíticos y Jossie le argumenta que eso sólo lo adormece en este sistema depredador. Finalmente ella se instala a vivir en la habitación de Benjamín, comparten cama pero rara vez tienen sexo, y además de proveerle de las sustancia psicotrópicas, él desarrolla un sentimiento de protección y ternura hacia ella, en especial cuando descubre sus inclinaciones suicidas.

Gianfranco Rolleri ha publicado, aparte de los títulos antes mencionados, El hijo de Drácula y otros cuentos militantes y el año 2014 participó en el libro Vidas de Izquierda. Cuentos suyos han sido incluidos en las antologías Hombres con cuento, Porotos Granados, Bitácora Literaria y en El Cuentero, una publicación cubana. Tanto en este libro como en sus otras obras, su literatura se caracteriza por su compromiso social y político, sus narraciones mordaces y con ingenioso humor negro, sus críticas al neoliberalismo, la vida urbana y el sentimiento cristiano hipócrita, además de barrer con los valores exitistas y falsos de la sociedad actual. Jinetes en el cielo es su primera novela, una apuesta al género, de la cual sale triunfante, con una encomiable proyección, una narrativa original de la cual quedan muchos temas que abordar, muchas miradas que escudriñar, un aporte que el escenario literario chileno agradece.

 

Jinetes en el cielo. Gianfranco Rolleri O’Ryan. Ceibo Ediciones. Santiago de Chile, 2015.