Por Omar López

Hace poco más de diez días, falleció la poeta chilena DELIA DOMÍNGUEZ: nominada cuatro veces al Premio Nacional de Literatura, nunca se lo otorgaron, una injusticia más en una larga y vergonzosa costumbre de desconocer a los verdaderos talentos que no están en la primera línea de los favores políticos o son ajenos a los oportunismos clásicos que abunda en la zona de la mediocridad y el autobombo. Delia era una mujer identificada con la naturaleza y el habla coloquial; con ojos agudos y sensibles en el alma de nuestro pueblo sabía traducir sus emociones y sus sueños.

Esta triste partida me hizo recordar a otros poetas que tuve la suerte de conocer y en la mayoría de los casos, compartir varios eventos y encuentros en los años ochenta y que ahora, ya no están. Poetas jóvenes, creativos, promisorios, comprometidos con su tiempo y sus latidos. Recuerdo por ejemplo al bonachón y activo protagonista ARISTÓTELES ESPAÑA; fallecido a los 56 años, en julio de 2011, debido a las secuelas de un asalto sufrido junto a su pareja en un cerro de Valparaíso. También tengo fresca la imagen de ARMANDO RUBIO, en las salas de la SECH participando de la Unión de Escritores Jóvenes, presidida en esa época por Ricardo Wilson. Armando muere trágicamente al caer desde un balcón con sus 25 años en diciembre de 1980; un muchacho pleno de talento, hijo de otro destacado poeta, Alberto Rubio, y padre a su vez de un poeta de plena vigencia y calidad, Rafael Rubio.

Es necesario recordar a estos compañeros, leerlos de vez en cuando porque de alguna manera se establece un diálogo íntimo con sus versos heredados a nuestros ojos mucho antes de lo pensado. En cierta ocasión escuché en vivo a RODRIGO LIRA y fue en medio de unas Jornadas de Poesía, (donde también leímos) que organizaba JAIME QUEZADA en el Instituto Cultural de Municipalidad de Las Condes. Fue impactante ver sus gestos y expresiones en su lectura; vehemente, desafiante, concreto, Rodrigo decide partir por mano propia, justo en el día de su cumpleaños, a los 32 años, un 26 de diciembre de 1981. Una lástima que todavía no duerme. Algunos años después, una tragedia más aparece en el mundo de nuestras letras: BÁRBARA DÉLANO, toda ella encantadora, sutil, aguda y emotiva fallece en un accidente aéreo en el sur de Perú, el 02 de octubre de 1996; con casi 35 años de edad y de sueños inmediatos, con un verbo preciso para transmitir verdades y denuncias. Con ella compartí reuniones en la SECH y unas jornadas de lecturas en una institución de educación, dependiente creo del DUOC.

Otro personaje cercano, de simpatías mutuas y diálogos críticos respecto a nuestro común afán, fue MAURICIO BARRIENTOS: tengo sus libros entre mis libros invendibles y conservo el eco de su risa y sus palabras a la hora de las tallas y los pelambres del gremio. Grande Mauricio, vividor, bohemio tenaz y enamorado infatigable de muchachas y de las noches infinitas que en el mapa de la poesía, construye castillos tan misteriosos como seductores. Mauricio, nos deja habitando el sur, producto de una neumonía traidora, el 08 de junio de 2011. A los 51 años. Esto de revivir a los amigos, de desempolvar sus poemas, de revisitar alguna eventual fotografía o simplemente, regresar al espacio compartido en otro tiempo es un sano ejercicio de la memoria existencial sin olor a melancolía. Más bien, es un grato retorno a los momentos de amistad, de abrazos y copas compartidas en medio de una tarde lluviosa o en las míticas jornadas nocturnas ahí en la Casa del Escritor, con toque de queda milicoide, en el apogeo del COLECTIVO DE ESCRITORES JÓVENES , con la sabia conducción de Diego Muñoz Valenzuela y Ramón Díaz Eterovic y otros camaradas de ruta.

Finalmente, en medio del ruido infernal producto de una banda rockera, me despedí con un fuerte apretón de manos (porque ambos sabíamos que era la última) de un debilitado y valiente poeta, PEDRO ARAUCARIO. Fallecido pocos días después de ese evento y cuyo nombre verdadero era ALFREDO ORELLANA VALLADARES. Pedro no pudo contra el cáncer y sus 32 años, plenos de poesía militante y de gestión cultural en las poblaciones, terminaron con un feroz aplauso de aquella noche porque era un acto en homenaje a él, un día 01 de junio de 1995. Para cerrar esta especie de obituario escrito en piedra, porque así deber ser, llega acá la sencillez y el compañerismo de BERNARDO CHANDÍA FICA, flaco con el que también compartí varias jornadas y recitales de nuestros textos, en medio de la campaña antidictadura. Este joven poeta, tuvo una larga hospitalización y penosa agonía en el Hospital de la Universidad de Chile (ex José Joaquín Aguirre). Nos deja en el año 2001, con 36 años.

Bueno, toda una vida y todas las muertes: lo singular en el caso de los poetas, es que suelen partir casi en puntillas; que se note lo menos posible porque la invisibilidad es y será siempre, a nuestro juicio, una gran aliada de la verdadera poesía: sin mucha fanfarria, sin mucha retórica o artificial puesta en escena. Una licencia personal: mi gran amigo, compañero, profesor y casi hermano, el poeta MANUEL PAREDES PAROD, que decide instalarse en un jardín de estrellas un martes 30 de julio de 2019, lo tengo ahí junto a este conjunto de seres que me acompañan con luz de luna y rumor de grillos… él y todos y cada uno de los convocados en estas líneas, me siguen conmoviendo cada vez que escribo… debe ser la edad, debe ser la tarde o simplemente, el goce de estar vivo para recordarlos y abrazar otra vez, a un árbol.

Puente Alto, viernes 18 de noviembre 2022.