Por Omar López

Uno puede a veces detenerse en la sonrisa de una muchacha, tan desconocida y fugaz como un relámpago en la bruma y ese gesto, el solo acto de recoger esa sonrisa que no era para uno y tampoco ella sabe que uno la recibe con gratitud de limosnero, otorga al día de rutina envejecida una expansión de sueños: porque estas cosas le suceden creo, a la gente que ve con otros ojos el paisaje mundano y práctico del cumplimiento afanoso en su rol social, laboral, estudiantil, comercial o incluso, deportivo.

Estamos hechos y derechos para la inmediatez del rendimiento; programados para producir riquezas ajenas y competir por alcanzar un estatus en el menor tiempo posible que nos garantice salud, educación} , vivienda y libertad… privada. Es la meta, es el ideal de “felicidad” que una infinita publicidad nos machaca por todos los medios y las redes posibles; los enrejados y archi vigilados condominios o las ampulosas autopistas son un solo símbolo de esta era afiebrada de competencia y de sin embargo, creciente desconfianza. Luego, resistir el enjambre de matinales en la tv abierta con un sinnúmero de expertos, tecnócratas, asesores, “influencers” y gurús que dictaminan “tendencias”, conductas o gestos “políticamente correctos”, es también un ejercicio de sobrevivencia contracultural, porque el pensamiento real y profundo como categoría de dignidad existencial sencillamente, ha desaparecido.

O simplemente, se está derritiendo exponencialmente como los enormes témpanos de hielo (hasta ayer) eternos en ambos polos del planeta. Por décadas la indiscriminada explotación de los bosques; la depredación del mar por grandes plantas flotantes y la acumulación de chatarra satelital girando un poco más arriba de los angelitos no son precisamente gestos de amor y respeto por la madre naturaleza. Es decir, en el quehacer cotidiano la contaminación se impone… la ideológica y la ambiental y en las proyecciones macro, estamos acosados por consecuencias nefastas nacidas y criadas en el domicilio del gran, grandísimo capital de las transnacionales; nunca satisfechas y siempre dispuestas a desembolsar algunos miles de dólares a impacientes políticos corruptos o serviles policías.

Muchas veces he leído o escuchado que somos los únicos animales pensantes en nuestra tierra y de repente, como que lo dudo: los otros animales son puramente instintivos y sin embargo, la lealtad de un perro o la agudeza de un gato; la vocación de los pájaros para armar su nido o la valentía de una leona para defender a sus cachorros nos ha sorprendido más de una vez. Ellos saben con-vivir con la naturaleza y están ajenos a guerras, egoísmos; vanidades o tal vez otros afanes invasivos. Por lo mismo… serán los años o ciertas sensaciones de empatía con el otro habitante; con ese amable desconocido turista de feria o paseante callejero que uno quiere creer que la bondad, la ausencia de cálculo o rentabilidad está fuera de cualquier intención y lo que vale, lo que importa, es conversar, escuchar al otro o preguntarle cosas “fuera de lo común”: Por ejemplo: Estimado… ¿se fija usted en la sombra de árbol que está sobre la ventana aquella? ¿No se parece a una bandada de pájaros que intenta esconderse detrás de la cortina?

Cada día entonces, es una opción irrepetible de ver un poco más allá de lo que los ojos miran. Cada gesto de solidaridad con el débil o con un ser perdido en un mar de angustias y dolores, debemos ejercerlo, aunque sea por un espacio de minutos: hace muchos años, nuestro hijo Vladimir (tempranamente fallecido) escuchó a alguien que llamaba desde el antejardín y salió a atender a esta persona. Era un hombre mayor, de vestimenta precaria y se notaba cansado. De inmediato, nuestro niño dijo en voz alta… ”mamá, aquí hay un señor que necesita hablar con usted…”. Ella le preguntó qué buscaba y el hombre, con una emoción surgida de lo más profundo de sus circunstancias de resignación y desamparo, dijo: “Solo si pudiera ayudarme con algo de comida… pero, estoy ya tan agradecido del niño, que no importa si no puede. Hace mucho, mucho tiempo que nadie me trataba de… señor”.

Omar López
Puente Alto, noviembre 15 de 2022.