Por Diego Saravia

Libreto

Soy el aire entre las hojas del tiempo
que repite el libreto

Decir

He dicho desde antes de ser niño
que somos olvido
He dicho, por guardar el perfume
de las estrellas que dibujaron
las huellas de mis dedos:
no les creo a quienes afirman
que ya es tarde
Estoy diciendo en el mar a la deriva,
mientras espero la ola
y sólo guardo alguna esperanza

Memoria

La memoria es un eco huérfano
desde el fondo del tiempo
La memoria es una cicatriz

Liberación

El pasado, el presente y el futuro
forman un círculo
Y en la cima
la muerte es un paréntesis

Ilusión

¿Será el tiempo
una ilusión permanente?
Sólo sé que he respirado
y que dejaré de hacerlo
Ojalá llegase
hasta el final de la historia
sin ninguna ilusión

La misma luna

Esta luna corta con sus hojas de plata
el lazo que nos unía como una pregunta

Ímpetu

Abrid la tumba
Al fondo de esta tumba
se ve el mar

(Escrito en la tumba
de Vicente Huidobro en Cartagena, Chile.)

He ido hacia el mar como un madero por un río
En época de crecida he puesto el pecho
En sequía, el alma
La lejanía no ha impedido sentir la sal
ni acariciar la bruma
como a una amante dormida
No seré la madera sobre una tumba
que promete el océano
o una pregunta que no se hace
por miedo a saber

Búsqueda

Olvido mis ojos
para ver el vacío
donde me oigo

Oficio

Cuando era niño hacía nidos
que desviaban al viento
Luego hice una casa
donde el viento nace
y se arremolina
Una casa con cimientos

Altar

La ausencia habla
con intensidad en los sueños
Le pregunté si tengo un lugar,
pero perdí el interés en su respuesta
Seguiré construyendo un altar
con el barro del silencio

Tormenta

Escucho venir la tormenta
y me voy haciendo nube
Los truenos surgen del rayo
atrapado en mí

Cincuenta

Llego con brío, curiosidad y asombro
y pies rotos por las piedras
Cincuenta años,
un cero de fases cerradas
y un cinco abierto
Hay tardes en las que me escondo
junto al sol detrás de un cerro
Soy un niño con los pies de lodo,
envuelto en los aromas de la casa
Recuerdos cercanos y lejanos
se parecen al abrazo de mi madre
Aún no ha nacido el tiempo

Héroe común

Soy un hombre común
En mí crece el vacío que me va tragando
No me corroe el límite, soy el destino

Barro

Trabajar con barro es un acto amoroso
Se introducen las manos en el mosto mineral
como nubes del deseo
Se vierte el semen de la tierra en la matriz
La piel que se ama, se bruñe
El barro descubre su destino
cuando toco tus caderas de luna llena
Después, como en todo,
el fuego y el tiempo se encargan

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Diego Saravia Tamayo nació en Salta, Argentina, en 1972. Vivió en Estados Unidos mientras estudiaba y luego veinte años en Chile antes de volver a radicarse en Argentina en 2019. Tiene un doctorado en Economía de la Universidad de Maryland (EE.UU.) y ha publicado sus contribuciones académicas en libros y en algunas de las revistas científicas más destacadas del mundo. Por otra parte, ha editado dos libros de poesía: Meridiano (Editorial El Español de Shakespeare, Chile, 2017), La casa en la ola (Colección Pez Naufrago, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2020) y Encuentros (relatos, Alcion Editora). Su poesía también ha aparecido en revistas literarias de varios países y en antologías editadas en Chile y España.