Por Nelson Torres Muñoz
Bibliotecario-poeta

Edward Rojas Vega, Premio Nacional de Arquitectura 2016, activo participante y colaborador de los diseños gráficos de las publicaciones del Taller Literario Aumen que cumpliera 50 años en abril de este año, nos entrega un libro de relatos que viene en un hermoso formato, como no se podía esperar de otra manera. Ya nos deleitaba con entregas de muestras de arte, especialmente collages, en los que peces anidaban en la nubes y Marilyn Monroe era una más de nuestras vecinas. Más que cuentos, que lo son, relatos, remembranzas y “rémoras”, como hebras de los buenos tiempos, pegadas a fuego en este andar por la vida, de norte a sur y bajo terribles lluvias e infinitos colores de cielos y horizontes.

“Una bandada de ángeles” (Zuramérica, Santiago, 2025) viene con un prólogo de Gustavo Boldrini, otro personaje ya legendario dentro del panorama literario insular. ¿Qué lleva a un ya exitoso y reconocido arquitecto a escribir y publicar un libro de relatos?, podría uno preguntarse, si ya lo reconocemos dentro de lo que es el legado invaluable de nuestra cultura para las futuras generaciones. En principio, en el artista que nos regalaba majestuosas portadas y diseños de hojas y revistas, había un hábil exégeta: Cada hoja, cada Revista Aumen diseñada por Rojas daba cuenta de su acertada comprensión de la cultura insular.

Y cada relato de este libro pareciera un capítulo de un solo y extenso soplo novelesco, un ángel o una paloma para cada tramo de este infinito camino de la oralidad que se plasma ahora en la aspereza de la palabra escrita e impresa. Desde las interminables sequedades del norte, hasta las pozas de una lluvia y suaves relámpagos del universo sureño. Un niño lobo que se transfigura en poeta y caminante eterno de la vida, con una mochila llena quizás de qué poemas y que en ese andar por las comunas de Chiloé, sigue extendiendo su propio relato. Bandadas de ángeles que presagian la trizadura del horizonte. Entonces, doblando alguna esquina, Dios en toda su magnitud, desde su propia raíz hasta la punta de la cruz que punza el cielo: los colores de la divinidad entran diferentes a cada pupila, como si el dueño de esos ojos se amoldara a la luz del Creador.

A ratos crónica, a ratos biografía que, de pronto, lo atrapa un viento oral que lo hace volar hacia otras islas y otros cielos. Y no resulta extraño que algún ángel haya borrado una palabra y que la plaza de Castro cambie de colores y se ponga a tono con los colores de Dios. Entonces, luego de leer este maravilloso libro, no sería extraño que los pobladores de estas comunas chilotas empiecen a mirar hacia las nubes y a buscar cómo… dónde… anidan estos ángeles.

Una bandada de ángeles
Una bandada de ángeles