Por Jorge Lillo
Donde el autor, tomándose licencia, comenta su caso y
otras licencias de licenciados licenciosos.
No habrá lira esta semana:
causa de fuerza mayor,
porque me manda el doctor
que repose en Punta Cana.
–¡Es tierra dominicana!,
le hice ver con inocencia;
–¡No le discuta a la ciencia!,
me dijo medio mosqueado,
y aquí me tienen tirado,
¡treinta días de licencia!
Después de hacer la maleta
–pa’ envidia de mis colegas–
llevé el papel a la pega,
pa’ que conste la receta.
–¡Y te la dieron completa!,
me dijo el guatón Proclive,
que es el ñato que recibe
trámites y observaciones.
Hoy sufro mis sanaciones,
con vistas al mar Caribe.
Me alojé en un cinco estrellas,
que tiene la playa al lado,
y conocí a un licenciado
que zafó sin dejar huellas.
En estas playas tan bellas
encontré seis concejales,
empleados ministeriales,
asesores, funcionarios,
y un agente funerario,
con licencias oficiales.
No hubo tiempo pa’ escribir
esa lira semanal
que del modo más cordial
me he empeñado en repartir;
por eso voy a pedir
a mis amables doctores
que, en pasando estos calores
y este duro alejamiento,
alivien mi sufrimiento
con licencias ulteriores.
No voy a torcer la historia,
no pude escribir la lira;
les sonaría a mentira
o a un alarde de oratoria.
El burro, sin zanahoria,
trabaja cabeza gacha,
escribe, timbra, despacha:
carpetas, memos y oficios
y se pierde en los resquicios
que acaban en la capacha.
JORGE LILLO / 25 DE MAYO DE 2025
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