Editorial Cuarto Propio.
180 páginas.
Primera edición, 0ctubre 2024.
Por Miguel Vera
Si uno desea comprender la evolución de la literatura chilena en su esencia, desde mediados del siglo XIX a la actualidad, sus motivaciones, inspiraciones, exponentes principales, sus obras y como la música ha jugado un rol importante para ‘fijar imágenes’ en los textos, este es el libro correcto. Por eso, hay que leerlo.
El libro está compuesto por cuatro capítulos:
- El primero se titula La importancia de la música en ‘Martín Rivas’ de Eduardo Blest Gana.
- El segundo, Música y compromiso social en ‘La sangre y la esperanza’ de Nicomedes Guzmán.
- El tercero, La función de la música en la narrativa de Poli Délano, Carlos Olivares y Antonio Skármeta.
- Y el último, La importancia del canto y la memoria en ‘Antes de perder la memoria’ de Ana María Gutiérrez y Teresa Izquierdo.
Al final del libro, el autor propone un conjunto de conclusiones acerca de este trabajo y su proyección en cuanto a investigación o profundización en el tema.
La premisa contextual, es que existe un “diálogo fructífero entre la literatura y la música”, en palabras de Cristian Montes Capó, quien actualmente es catedrático en el Departamento de Literatura de la Facultad de Filosofía y Humanidades en la Universidad de Chile. Es Doctor en literatura y, además, concertista en guitarra clásica. Esta dualidad le confiere al texto un respaldo sólido y no especulativo.
Este libro -escrito en estilo de ensayo literario- es el resultado de una rigurosa investigación, que permite al lector obtener una imagen precisa de las diferentes épocas y circunstancias del acontecer en cada capítulo, vinculados con “la música que se escuchaba” en cada caso, en las obras escogidas.
Esta rigurosidad en cuanto a forma y tratamiento de los conceptos no impide que el desarrollo textual resulte muy entretenido y ameno de leer. Hay pocos términos “difíciles” y el autor los va explicando claramente; los incluye solo cuando considera que dan el tono necesario para comprender un concepto.
Entrando en aquello que se dijo, que este libro ‘hay’ que leerlo, la afirmación se justifica porque en cada uno de los cuatro capítulos, refiriéndose a una obra literaria en particular, Cristian Montes circunscribe la sociedad del momento que trata, los problemas que existían entonces, los modales de convivencia, el hábitat, todo combinado con los matices de la música presente en las épocas citadas en dichas obras literarias.
Esto de la presencia de la música en la literatura, aporta valiosas pistas, tanto a un lector común como a las y los escritores, a modo de clave para entender los elementos estéticos de fijación de atmósferas narrativas: época – personajes – conflictos – ambientación.
Este libro lo pueden y (deben) leer quienes buscan percibir mejor la historia de Chile, desde la perspectiva literaria abordada en detalle, dada la profusión de citas que permitirán también abordar aspectos puntuales. Pero dichas citas no “interrumpen” la lectura con tecnicismos: están muy bien balanceadas. Cristian Montes ha escogido autores y obras representativas de ‘climas’ bien marcados en nuestra tan breve historia literaria, si se compara con otras culturas.
En cada capítulo expone un análisis de la forma estética de los textos citados, pero también del momento social propio de cada época y esto resulta muy importante, dado que los podemos traer al presente y constatar que el tiempo pasa, cambia la tecnología, las comunicaciones, pero el humano sigue teniendo los mismos comportamientos, en un sentido amplio y casi sin colores.
Un aspecto muy interesante que aborda Montes tiene que ver en cómo la identificación psicológica de las y los lectores con los personajes de los libros citados -como referentes válidos para obtener ‘claves de cómo conducirse por la vida’-, ha ido cambiando del texto al sonido grabado y a la imagen. Esto lo trata en los capítulos 3 y 4, donde aparece la radio y el cine insertos en la literatura más actual.
Recordando a Hermann Hesse, que aborrecía que una radio (de las primeras) reprodujera un concierto, en lugar de hacer el esfuerzo de estar allí y presenciarlo en vivo, podríamos decir que igualmente, las imágenes no contienen todo el mensaje, el contenido, quedando separada la imagen del texto por cuanto profundidad; se pierde el “pensar junto al autor” de la literatura. El ansia de conocer de la vida a través de la experiencia plasmada en libros, ha sido reemplazada por una profusión de audiovisuales, que no requieren ‘masticar’, solo tragar. Mejor no hablar de los “resúmenes” de libros que puede hacer una I.A. en estos días.
Más que describir cada capítulo, mejor veamos algunos pasajes que puedan motivar, tanto la lectura de este buen libro, como aquellos volúmenes que Cristián Montes ha elegido para ejemplificar su trabajo.
…las alusiones a la música generan una atmósfera que debe tenerse en cuenta si se desea lograr oír metafóricamente hablando la composición acústica inscrita en el mundo narrativo. En otro nivel de elaboración artística y conceptual, analizar las relaciones entre literatura y música implica estudiar la función que cumple esta al interior de las obras literarias. Es lo que el presente trabajo, intenta hacer.
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Fue en el salón entonces, que la mujer, la música y el piano, pudieron desplegarse de manera fluida. En Martín Rivas, Leonor Encina es quien encarna de modo fidedigno los códigos culturales del grupo social al que pertenece.
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Mientras en la alta burguesía la música es una experiencia de naturaleza íntima y refinada, en el ‘medio pelo’ solo trasunta vulgaridad e ignorancia.
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La oposición música docta / música popular forma parte, a la vez, de una oposición mayor, como es alta cultura / baja cultura, entendida esta última fundamentalmente como expresión de masas.
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Aunque la presencia concreta de la música y el canto son determinantes en el contexto de La Sangre y la Esperanza, es igualmente relevante su función de telón de fondo en varios segmentos de la novela.
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…hay argumentos descalificadores que consideran que el arte popular es siempre estéticamente inaceptable.
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La música en los conventillos es un dispositivo de la memoria…
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Según su parecer (de Antonio Skármeta), pertenecen a esta generación (los novísimos), los escritores quienes nacen alrededor de 1940. Son, por lo tanto, los primeros escritores latinoamericanos en asimilar el auge de los medios audiovisuales, especialmente del cine.
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En “Nupcias”, de Skármeta, …el espacio en el cual se proyecta el acto imaginativo está cargado de simbología de la música popular: “entraremos a un bazar a comprar un tocadiscos y yo estaré detrás tuyo besándote el pelo mientras seleccionas tu música, cualquiera, cualquiera música estará bien”.
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Lo primero que hay que señalar, cuando se remite al ámbito de la música en la narrativa de los novísimos, es que la manifestación privilegiada en la escucha de los narradores y personajes es sin duda la música popular. Esta forma parte sustantiva del imaginario social inscrito en las variadas escrituras. Se entiende aquí por música popular, la música urbana de difusión masiva a través de la mediación del disco y de la radio, música de consumo popular, mediatizada por la industria que se diferencia en cuanto a género de la música docta y de la folklórica.
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Poli Delano descubre que las letras de las canciones son apoyos espléndidos para cosas que uno quiere decir y que facilitan la comunicación, debido a que son en general patrimonio común la sensiblería de los boleros y la queja amarga del tango.
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La música y su letra funcionan como una especie de coro griego reforzando en el oído del lector la naturaleza de la realidad pintada.
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La relación entre el concepto de refugio y la música, como posibilidad de neutralizar el terror y la violencia, ha tenido diversas formas de expresarse a lo largo de la historia. La música ha sido a veces un resguardo privilegiado ante una situación y un contexto depredador, un espacio donde es posible sentirse protegido…
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Después de la cena comenzaron todos a cantar y la música apareció constituir una comunidad que permitiría que la esperanza siguiera siendo posible. Esa noche se formó un solo coro libre de muros y vallas. Habían roto las cadenas, ahora era posible pensar en libertad.
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Entre nosotros estaba la periodista Gladys Díaz, militante del MIR; en voz apenas audible me dijo: -Canta chica. En la torre está agonizando el yugoslavo, no creemos que pase de hoy. Tu canto lo va a ayudar.
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Para los prisioneros y combatientes cantar siempre fue una forma de lucha de resistencia y de rebeldía, incluso en esos lugares en medio del horror y la muerte, se cantó para acompañar a compañeros que estaba muriendo a causa de la tortura. El canto ayudó a que el intento de destrucción de lo humano en los prisioneros fracasara.
Como se desprende de estos breves párrafos, el trabajo de este autor nos permite ‘hilar’, tanto la historia de Chile a través de la literatura y las grandes ‘líneas’ motrices de esta sociedad, con el objetivo de su trabajo: vincular todo esto con la música presente en las distintas épocas tratadas y su enfoque dicotómico ‘culto’ y ‘popular’, con sus diferentes funciones de unión, de ‘sello’ social.

Como siempre, Jorge Lillo Genial!