Un recuerdo para Martín Faunes Amigo, profesor, escritor, psicólogo social, fallecido el 1 de marzo de 2025, gran luchador contra la dictadura.

PÁJARO PARDO

Por Sara Zelada

Pájaro Pardo se hacía llamar el escritor Martín Faunes Amigo

No sé cómo llegó a posarse sobre el respaldo del sillón donde leo mis cuentos preferidos, esos que a una la atrapan desde el comienzo.

Quizás entró por la ventana que dejé entreabierta pues comenzaba el tiempo de calor. Yo leía la historia de un idilio fatal y es posible que lanzara un suspiro o lagrimease. En todo caso, me sorprendió su compañía inesperada, su silenciosa aparición y no hice movimiento alguno para espantarlo.

Puesto que estaba yo viviendo un tiempo desgraciado, cerradas todas las vías de comunicación humana, alterado el trabajo a causa del dictador, con largas jornadas extenuantes, sin sentido, la aparición del pájaro, al que llamé Pardo, o Pájaro Pardo, por la tristeza que me embargaba, me sirvió de consuelo pues su naturaleza viva, su inocencia, me alcanzaba en un plano de hermandad, de confianza.

A partir de ese día Pájaro Pardo me acompañó, ya sea en mis caminatas los domingos, por los barrios, las avenidas, los parques, o bien en el trayecto a la escuela donde trabajo. Así también lo hizo entrando por la ventana que yo dejaba entreabierta cualquiera fuese la estación del año, cotorreando secretos en un lenguaje que vino a parecerme universal.

Pasado un año, dos, cinco años, acostumbrada a su presencia, no supe en qué momento desapareció de mi vista. Para mí fue descender al abismo de los días sin gracia, estériles, despreciables, que el sistema impuso a la comunidad.

Intenté buscarle, encontrar su nido o lo que fuera que Pájaro Pardo habitase. Algo material, hecho de ramas, de plumas, de papeles donde yo garrapateaba mis historias.

Uno de esos días, intentando hallarle, se me ocurrió cerrar los ojos tan sólo para pensar en otras posibilidades que pudieran darse para conocer el motivo de su alejamiento que ya veía como una pérdida definitiva.

Acababa de terminar la lectura de un cuento sentada en mi sillón, bajé los párpados y en la oscuridad creada a mi alrededor, en ese gesto intencional de borrar el mundo que me era insoportable en su ausencia, me detuve, imaginé un lugar idílico, donde seres humanos se transformaban en pájaros y gorjeaban al unísono en medio de la ramazón de un árbol que se convertía en castillo y, entremedio de sus almenas y por sus ventanales comenzaron a salir palabras de cariño, verbos y frases doradas que era un gran gusto leerlas, armar con ellas un pájaro alma, un sueño y un cuento.

Desde esa experiencia mágica vivo consciente de que Pájaro Pardo no está fuera de mí, sino adentro, en el castillo de mi mente, en las palabras que voy escribiendo, en el canto original de la especie que somos los humanos con capacidad de crear un mundo paralelo donde como surtidores se abren las alegres, chispeantes, coloridas y jugosas vertientes de la felicidad.

¡Pájaro Pardo vive! ¡No ha desaparecido! ¡No ha muerto!

No puede morir lo que es verbo y canción.

Sara Zelada. Marzo 2025