Por Eddie Morales Piña

El escueto título de este texto remite en forma inmediata a un clásico de la literatura moderna de Daniel Defoe, Robinson Crusoe (1719), que está dentro del imaginario de las narraciones en torno a un náufrago en una isla desconocida, pero que en el espacio geográfico tiene una consistencia real. El relato de Defoe da cuenta de los avatares de un sujeto en un hábitat desconocido donde tendrá que subsistir. La novela tiene varias maneras de ser interpretada. Lo interesante es que es una narración que se convirtió en un texto genésico, pues de él surgieron otras modulaciones discursivas imaginarias como, por ejemplo, El Robinson suizo (1812) escrita por Johann David Wiss, un pastor, y cuya propuesta escrituraria está dada sobre la base de su religiosidad; o bien la novela contemporánea de William Golding, Pincher Martin (1956), que gira en torno a un náufrago inglés aislado en un islote cuando el buque de guerra se hunde. Incluso una película protagonizada por Tom Hanks, titulada Náufrago (2000) es robinsoniana. Dentro de este contexto inaugurado por Defoe es que se inscribe la novela de Martín Pérez Ibarra.

La portada de la obra de Pérez Ibarra, sin duda, es un paratexto. En otras palabras, es un icono que tiene una significación simbólica de lo que vendrá después; en el relato propiamente dicho se revelará el sentido de la imagen de la portada. Se trata de una fotografía. Cuando el lector ingresa a la textura discursiva y si revisa los créditos de las primeras páginas se percatará que se trata de un autorretrato de Hugo Weber Fachinger, aproximadamente en 1938 en la isla Más a Tierra. El sujeto histórico está encaramado -o subido- en un árbol y otea el horizonte desde una isla. Casi al finalizar el relato, el propio narrador -a pesar de que lo preanuncia en momentos iniciales-, señala que el árbol es un sándalo y que está ubicado en un cerro llamado La Piña. “Tengo una fotografía -le dice a su interlocutor-, una foto que me tomé con el automático de mi Leica en la que estoy sentado en las ramas de un sándalo, con mi gorra y mis botas, mirando el mar desde la altura”. Hugo Weber Fachinger es el protagonista de esta trama novelesca. En la contraportada, en un margen superior, los editores indican que es una novela. Efectivamente, lo es y está circunscrita en los márgenes de los relatos de carácter histórico. El propio autor en las páginas finales se encarga de mostrar las referencias iconográficas y textuales de que se ha inspirado en una historia real ubicada en el tiempo y en el espacio de la isla Robinson Crusoe, cuyo eje central es Hugo Weber Fachinger (circa 1890-circa 1972), conocido como el Robinson alemán o el Robinson moderno. El texto de Pérez Ibarra, por tanto, es una novela histórica. El formato tiene una extensa prosapia en la literatura universal. Todo relato que incursione por estos senderos debe estar documentado para luego entrar en el plano de la ficcionalización. Esto se logra mediante elementos añadidos de la imaginación creadora. En consecuencia, no estamos en un discurso histórico, sino en uno literario donde prevalece la retórica del autor. Pérez Ibarra, en este sentido, lo logra con creces. Es una novela de más de cuatrocientas páginas donde se despliegan múltiples acciones en un ir y venir del narrador a medida que estos van presentándose en su memoria, que rememora parsimoniosamente ante un otro que permanece silencioso, pues el que domina el relato es el enunciante y que de vez en cuando interpela a quien lo escucha y graba el relato. Teóricamente, el narrador es Hugo Weber Fachinger. Es un relato en primera persona, en consecuencia, el narrador está inmerso en la historia -los estructuralistas franceses hablaban hace décadas de un narrador homodiegético intradiegético-. A quien revela los sucesos de la vida en la isla y en otras latitudes desde un instante del presente de la enunciación en una Alemania dividida -está El Muro de Berlín- es un periodista, que sólo sirve de intermediario. Hugo Weber -narrador y protagonista- es un sujeto ilustrado. Un gran lector, especialmente de filósofos, que a su vez filosofa en el transcurso del relato, lo que puede parecer un poco inverosímil al lector. Esto le otorga a la narración cierta densidad escrituraria, lo que puede ser un mérito o un demérito, según la percepción del sujeto lector. También se nos presenta como un escritor. Al momento de iniciar la narración es un anciano viudo. El mismo cataloga el relato como autobiográfico.

De acuerdo con lo anterior, la novela de Pérez Ibarra ficcionaliza la vida de Weber, quien había navegado en el SMS Dresden que fuera hundido por los británicos en la Primera Guerra Mundial. La historia dará cuenta que durante un tiempo estuvo en la Patagonia ejerciendo labores de cazador de lobos. Posteriormente, llegó a la isla Más a Tierra donde va a vivir durante varios años junto a su esposa. Esta tiene un lugar preponderante en la historia imaginaria que no se condice -creo- con la verdadera Johanna Stade. Es en el espacio de la isla donde comenzará a ser llamado el Robinson alemán. El narrador de la novela de Pérez Ibarra no relata como se dijo antes en forma secuencial, sino que los raccontos son frecuentes. Este recurso le da al texto el dinamismo necesario. El autor ha logrado aglutinar en las páginas una completa visión de Weber y de todos aquellos con los que interactuó en la historia real, pero los elementos añadidos -es decir, aquellos recursos que le dan el carácter ficcional- nos sumergen como lectores en una historia fascinante de este Robinson moderno. La presencia de nombres de connotados botánicos con los que colaboró en la búsqueda de especies nativas, como el profesor Federico Johow y la manera con que el escritor los coloca en la urdimbre narrativa son eficaces para el desarrollo de la trama. Del mismo modo, los segmentos dedicados a la presencia del director de cine y de su equipo, Arnold Fanck, para la filmación de una película basada en su historia son muy atractivos para el desarrollo de los acontecimientos. Todo lo relativo a los amores de Weber le dan también una matriz interesante al relato. En el contexto histórico, el narrador Weber, recuerda múltiples acontecimientos de la realidad no sólo de la isla, sino también de lo ocurrido en el continente. Los segmentos relacionados con terremotos chilenos son descritos desde la óptica de un alemán. En el desarrollo de los sucesos un radiotransmisor entregado a Weber será el detonante de su destierro de la isla acusado de ser un nazi. Las reflexiones del narrador sobre variados tópicos -el filosofar-, incluido aquellos sobre Robinsones anteriores y la naturaleza humana le dan a la novela una cierta morosidad escrituraria que se revierte por la imaginación del autor. Un lector informado podrá percatarse de los juegos intertextuales. En síntesis, la obra de Martín Pérez Ibarra no dejará indiferente al lector/a que se aventure en la historia de un personaje como Weber. De más está decir que el título de la novela es un guiño a la película de Fanck.

Martín Pérez Ibarra
Un Robinson
RIL editores, Santiago, 2024, 456 pág.

Un Robinson