Por Omar López (Puente Alto, miércoles 22 enero 2025)

DE LOS ANCIANOS QUE APRIETAN SU PUÑO
Y LO LEVANTAN CUANDO CANTAN

Si algo tiene la poesía como expresión de arte y de emociones netamente humanas, es proponer con acierto y realismo temas diversos con originalidad y por qué no decirlo, pasión militante. El texto poético que abre el presente diario ignoro cuando fue escrito por nuestro querido amigo pero, lo encuentro preciso, elocuente y profundo en cuanto fotografía de un tiempo presente que nada, nada tiene que ver con los años de nuestra juventud y con el país donde palabras como obreros, campesinado, sindicato o junta de vecinos tenían presencia y resonancia social, política y contingente. La ironía implícita de su lenguaje apelando a símbolos y metas que el gobierno (elegido democráticamente) de la Unidad Popular y del doctor Salvador Allende establecía en su programa de las primeras cuarenta medidas y cerrando el texto con un chilenismo ferozmente despreciativo demuestra que, más que un desencanto de nuestro valores de izquierda, se ha impuesto “un golpe de realidad” dura, fría y monetaria en complicidad latente con una generación de nuevos líderes o nuevos movimientos que han hecho del acomodo personal, el oportunismo y otras prácticas corruptivas, un estilo de escalamiento económico que está más cerca de la farándula y la liviandad de ideas que, de reales esfuerzos por disminuir la llamada “brecha social” en todos los mínimos ámbitos de las necesidades del pueblo (otra palabra, esta última, en vías de extinción).

La poesía de José Ángel Cuevas siempre ha sabido explorar con brújula histórica y profundamente humanista el mundo marginal de “los perdedores”; los desplazados, los vividores, los poetas bohemios y personajes de desordenadas existencias, pero también la azarosa cotidianidad del hombre cesante, del trabajador expoliado por las reglas mercantiles de un capitalismo triunfante; además de una rebeldía bella y directa que ejerce de manera elocuente y oportuna. También los ecos de ciertas poblaciones con un vecindario descreído y fatalista (y con razón, por supuesto), pero que a pesar de todo, consagra una resistencia llena de costuras, heridas e incluso picardía. Nosotros, sus amigos, lo conocemos como “Pepe Cuevas” y siempre es una grata sorpresa tener un diálogo con él aunque sea al pasar, porque aparte de una innata sencillez y cierta fobia a la grandilocuencia, es el Pepe, dueño de una simpatía impecable. Es necesario leerlo con atención y gusto y así conocer de su obra y de su vida porque, como todo gran poeta, es un ser invisible por norma y convicción bastante ajeno a los reflectores del ego y en las alturas de sus edad, debemos cuidarlo.

Para cerrar en su estilo y en su voz escrita, esta miniatura inserta en su antología poética editada por la Universidad de Valparaíso en 2021:

Irme
     Volar
Sobre acacios y campanas
y que salgan los ebrios
a mirar
mi paso por el cielo.

Gracias, compañero Pepe Cuevas, tú sabes lo que haces.