Por Josefina Muñoz Valenzuela

Mauricio Wacquez (1939 – 2000), profesor de filosofía, escritor, traductor -especialmente del francés-, perteneciente a la generación de los novísimos es, sin duda, uno de nuestros grandes escritores, lo que no siempre fue apreciado así en nuestro país, entre otras razones porque se fue joven de Chile, varias de sus obras ya habían sido publicadas y premiadas en Europa y otros países. Junto a lo anterior, abordaba de manera abierta la temática de las relaciones homosexuales.

Estudió Filosofía en el inolvidable Instituto Pedagógico, titulándose como profesor de filosofía; en 1972 se fue a Europa, con una corta estadía en Francia y se decidió por España, instalándose en Calaceite.​

La antología que comentamos se inicia con relatos de su escritura más temprana, publicados en Cinco y una ficciones (1963), lo que permite observar cambios temáticos y de estilos de escritura de su autor. Por otra parte, es posible conocer aquí cuentos verdaderamente maestros, conmovedores, de esos que dejan pensando y que en cada relectura abren ventanas a mundos que no habíamos visto antes y con los cuales es posible identificarse desde variados ángulos y en diversas etapas de la vida.

Comienzo con El fondo tibio de Dios en la arena, escrito en 1960, cuando el autor era un veinteañero; es un relato traspasado por un sentimiento de carencia y sufrimiento, tanto en el personaje como en su entorno, por lo que no tiene escapatoria: “Porque sentía que algo se había roto en él y en todas las cosas”. Unas líneas después, leemos que lleva un breviario…, anhela que aparezca un Ignacio…, se enrolla la sotana… Y durante ese tiempo, reza. A medida que se le van haciendo más visibles aquellos temas que lo angustian, intensifica su sufrimiento por “Este Dios invisible”. Es un cuento breve, sorprendente en tanto condensa un sufrimiento extremo en permanente proceso de revisión y que no puede cerrar; desde allí hasta el final es un relato inolvidable y cuyo camino es, quizás, un desafío permanente para cada ser humano, en muy diversas situaciones.

Recuerdo haber leído El papá de la Bernardita al inicio de los 70 y luego llorar sin consuelo. Quien narra es la hermana de Nacho; nos cuenta que la madre era partidaria de que Nacho pololeara con la Bernardita, -que vive en Pirque- porque allá el clima es especialmente favorable para quienes han tenido enfermedades de pulmón, como Nacho. Y, además, el padre de la Bernardita lo aprecia mucho y cada sábado pasa a buscarlo para llevarlo a Pirque.

Se asombran porque este sábado vuelve Nacho y dice que irá con ellas a El Quisco, algo que no hace nunca. Madre e hija se refieren a Bernardita, pero nunca la han visto, solo conocen una foto; es un dato que nos inquieta como lectores y nos hace preguntarnos si existirá. El papá de Bernardita es descrito por la narradora como muy educado, buenmozo y atento, y que la madre ratifica sin dudas. En esta anómala situación que es el deseo expreso de Nacho de ir con ellas a la playa, la madre sube a verlo y luego le pide a su hija que guarde las cosas en la citroneta porque Nacho está llorando y quiere conversar con él.

Parten y ya en la carretera, la madre le pasa el volante al hijo; la hermana-narradora nos dice que está segura de que lo hizo para que no estuviera tan triste. La historia se va desplegando para los lectores, pero la narradora misma, que a pesar de las peleas frecuentes siente gran cariño por su hermano, nos entrega un relato candoroso de una situación en la que no logra atar los hilos correspondientes, como niña que es -tiene trece años-, que hasta ahora nunca ha pololeado.

La historia se despliega en relación con los sentimientos humanos más comunes presentes en el amor y en las amistades. La diferencia está en la construcción maestra de una narradora inocente, a través de la cual leemos esta larga historia, y que intuye algo a lo cual no puede dar nombre, pero sí que es algo que ha causado una profunda tristeza a su hermano. Es un cuento para pensar, para llorar interna y externamente, con acontecimientos vitales en los cuales cada lector puede re-conocerse, ya que es parte de una etapa de desarrollo importante en términos de conocimiento de sí mismo, de identidad, de crecimiento, de entrada al amor pasional, a lo que se llega por muy diferentes caminos.

Es un conjunto de relatos extraordinariamente bien escritos, con un autor capaz de crear el lenguaje más adecuado para expandir o condensar significados que cada lector/a debe desentrañar e interpretar y que se disfrutan intensamente.