Crítica literaria de Eddie Morales Piña

La portada de este libro tiene varias connotaciones como paratexto que es. La imagen está fragmentada en cinco secuencias, dos de las cuales corresponden al título y la autoría del texto. Los otros segmentos son tres imágenes. La primera muestra el rostro de un hombre y una mujer -como la denominación de un filme de Claude Lelouch-; el de ella tiene una perspectiva amplia, mientras que el del varón focaliza en primer plano sus ojos. Tanto él como ella dan la impresión de que avizoran lo que viene. La siguiente secuencia nos pone en presencia de un niño de corta edad con su madre; ella está agachada junto al pequeño que mira la cámara fotográfica que captó el momento familiar. Finalmente, en la bajada de la portada, el lector/a observará un fragmento de un edificio en llamas. Se trata del palacio presidencial de Chile, La Moneda, bombardeado el 11 de septiembre de 1973 cuando se concretaba el golpe civil y militar que iniciaría una dictadura. Las portadas nunca son azarosas, pues siempre tienen una significación como apertura de lo que se despliega luego que se comience a transitar por las páginas de un libro. En este sentido, la obra de Luis Recabarren y Sara Recabarren, que es su esposa, contiene otro elemento discursivo adicional, el apellido. Como es bien sabido, Luis Emilio Recabarren, es un personaje relevante en la historia de Chile en cuanto fundador de un partido político de izquierda. El autor del libro -según leo por ahí- se llama igual que el dirigente histórico. El autor nació en 1973 y su vida es lo que se desenvuelve en las páginas de este texto cuyo título es El día en que mis padres desaparecieron.

El texto se adscribe a aquellas modulaciones discursivas de lo que se llaman los géneros de al lado. En otras palabras, los textos que tienen un trasfondo eminentemente personal donde el sujeto de la enunciación es el mismo del enunciado. Estamos frente a un relato testimonial que adopta uno de los recursos retóricos de la narrativa ficcional. En otras palabras, el autor narra desde la primera persona como una novela con saltos temporales y espaciales en el devenir de la historia de un niño al que a sus padres los hicieron desaparecer cuando él era muy pequeño, poco más de dos años, y que fueron secuestrados por la DINA, junto a su tío Manuel Recabarren. Al día siguiente, su abuelo Manuel, quien trabajaba en una imprenta, al salir a buscarlos también fue detenido y nunca retornó a casa, al igual que los otros integrantes de la familia, con excepción del niño arrebatado de los brazos de su madre Nalvia Mena de 20 años y embarazada de tres meses. Su padre, Luis Emilio Recabarren González tenía 29 y su tío 22, mientras que el abuelo 50 años. El niño fue abandonado cerca de la casa de su abuela Ana. El relato testimonial, por tanto, da cuenta de una historia trágica de una familia chilena desde la perspectiva del hijo que creció sin sus padres detenidos desaparecidos bajo el alero de las otras protagonistas de este devenir existencial: las abuelas, Ernestina Mena Alvarado, quien lo llevará a Suecia a vivir el exilio, y Ana González de Recabarren, incansable partícipe en la lucha por la defensa de los derechos humanos y en la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos.

La obra está estructurada sobre la base de los recuerdos de Luis -Puntito- Recabarren. Estas rememoraciones van desde la infancia en Santiago hasta la adolescencia en Suecia y nos revelan una experiencia de vida a la sombra de la pérdida. La ausencia de los padres por la desaparición en manos de agentes del estado, así como el saber que su madre estaba embarazada de tres meses marcan la existencia de Luis. Vive y convive con el dolor de sentir un duelo perpetuo. El relato testimonial, probablemente, es un texto catártico. La catarsis en el teatro griego clásico era forma de expulsar o purgar las tensiones emocionales. De este modo, la obra de Luis y su esposa -una periodista y escritora iraní- no solo muestra una profunda reflexión sobre lo acontecido en el entorno de una familia en un país bajo un régimen dictatorial, sino además el poder sanador de la escritura. El apelativo de Puntito con que se le conoció tiene diversas interpretaciones que él muestra en su escritura, como que donde estaba era el punto de referencia para reuniones del Partido Comunista ante de que sus padres desaparecieran, o porque era redondo y bronceado de pequeño, negro como un punto.

En definitiva, este texto nos pone en evidencia el drama de una persona que ha vivido con el duelo permanente respecto de los padres desaparecidos, pero que también hace hincapié en la presencia fuerte de dos mujeres, sus abuelas, que con coraje lucharon por salvaguardar la memoria de los detenidos desaparecidos. Una lectura imprescindible como testimonio histórico.

(Luis Puntito Recabarren et al. El día en que mis padres desaparecieron. Santiago. Penguin Random House Grupo Editorial S.A. 2024. 218 pág.).