Por Patricio Osses Herrera
Frente a la literatura del yo, donde los personajes tienen tiempo y recursos para la introspección y deambular por los laberintos del yo y disfrutar de los beneficios de un neoliberalismo rampante. Rubén González Lefno, escritor y gestor cultural valdiviano, en esta nueva entrega literaria nos narra la vida de aquellos seres humanos que no tienen opción para desarrollar sus capacidades, seguir su vocación, romper el círculo de su condición precaria.
Estos personajes un día despiertan y tienen al frente la vida joven y deben asumirla trabajando en lo que el mercado proponga; tratar de disfrutar el esquivo amor y vivir sin certezas.
La obra está dividida en tres partes: l Vidas trizadas. ll. Trances académicos lll. Conflicto, deporte, árbol.
l. Vidas trizadas: los personajes son mujeres u hombres jóvenes que no tienen opción de elegir el oficio que desempeñan. Donde la orfandad, la delincuencia, la venganza violenta, sin cuestionamientos morales y el golpe militar, su brutalidad ejercida sin contrapeso sobre los más pobres es el telón de fondo. Cuando se trata del amor tampoco la felicidad es plena. Puede ser por las características propias de los personajes; puede ser por el tipo de trabajo que realizan. El amor es un laberinto de ocupaciones y menesteres laborales u hogareños. El abandono y la carencia afectiva tienen consecuencias lapidarias en ellos.
En esta primera parte los personajes son llevados por las circunstancias, son depositarios de las decisiones de otros. No deciden sus monótonas vidas dentro de un sistema que no cuestionan, sino que lo habitan sin trascendencia.
ll. Trances académicos. En esta parte los personajes son del ámbito de la alta cultura, del conocimiento, de la academia; “es la élite selecta y excluyente”, sin embargo, la misoginia, la arrogancia, la envidia la soberbia intelectual, la venganza sin dilación ni cuestionamiento íntimo, se realiza porque el otro se lo merece. En este elevado círculo del pensar y de la producción de conocimiento, la íntima naturaleza humana se hace presente: “lo que se dice no es lo que se piensa” en el homenajeado impostor académico.
lll. Conflicto, deporte, árbol. En esta parte el autor nos muestra otro aspecto de la sociedad, ahora el personaje es la comunidad, la población y sus organizaciones. Lo inaudito, lo inverosímil, extraordinario, el acontecer cotidiano, la crisis social.
Llueven trozos de diario, fragmentos de noticias como símbolo de la no información fehaciente y estos lastiman a los habitantes de la ciudad, la gente que llena los buses, mercados, estadios, centros comerciales y no lee, no se informan por estos medios del acontecer que reclama ser conocido.
Un partido de fútbol, final del campeonato, sirve para mostrar la vitalidad de la vida poblacional, sus pequeñas alegrías y desbordes; lugar donde no llega el Estado, salvo para disciplinar y castigar. Sin embargo, esa misma pulsión vital logra rescatar del olvido a estos héroes futbolísticos y sentar precedente para el futuro.
El árbol, como símbolo de lo estable, protector, con raíces firmes en el suelo de la vida. Este recoge y sostiene las peticiones de la comunidad ya sean laborales, amorosas, íntimas, escolares, de denuncia hasta que una anciana madre escribe en un papel “dónde está mi hijo. Vivo lo llevaron y vivo quiero volver a verlo”, lo pega en el tronco del abedul y quedamos todos mirando hacia el cielo.
Cualquier parecido con la realidad sólo coincidencia.