Chileno, de profesión físico, escritor, M. Sc. In Physics, Georgetown University (1979). A sus publicaciones profesionales, se agregan, entre otras, “Piedra Viva” (poemas, 2000), “Muchas Moradas” (novela, 2004), y colaboraciones para diversas revistas y medios virtuales.

POEMAS – 2

CEMENTERIOS MODERNOS

He atravesado cerros y bosques olvidados,
en busca del jardín paradisíaco
donde reposan mis padres.

He caminado por alamedas sombrías
y pastizales serenos
habitados por grandes y tranquilas aves,
hasta llegar a la pequeña lápida
grabada con dos nombres queridos.

He cavado la tierra húmeda,
cortando antiguas raíces
-esa tierra y esas raíces
que, en cierto modo, son mi mismo ser-,
para abrir un espacio
donde plantar mi ofrenda floral.

Es un trabajo saludable,
este de impregnarse de tierra las manos.

“Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz…”.

ELEGÍA COTIDIANA

Hoy siento la vida
como algo ajeno a mí, como un sendero
que rechaza mis pasos, como un huerto
envuelto en niebla espesamente urdida.

Las flores que en un tiempo florecieron
muertas están, o en cántaros extraños.
No hay brillo de astros ni cantar de aves;
sólo un silencio onírico y malsano.

Ya se hace largo el día. (¿O es de noche?)
Busco en un mundo hermético la llave
que franquee las puertas invisibles.
Pero ya es tarde; siento la tiniebla
entrándome en el alma y ahogando
todo lo que en un tiempo fuera vida.

Hoy -siempre es hoy- comienzas a estar solo.

EQUINOCCIO

Hoy bebo mi última copa de agua salada,
mientras el otoño se cierne
delicadamente
sobre las arenas expectantes,
y el mar lanza sin descanso
sus ejércitos de espuma.

Y pregunto a las aves marinas
por los secretos del aire último,
y al cangrejo enmascarado
que excava las playas
le pido que no vuelque en vano
el canasto de las certezas.

Porque hoy los aires pregonan
una verdad diferente,
y el color de las aguas no armoniza
con el de nuestra alma;
los siglos parecen vacíos
de toda poesía,
y no se sabe qué mano agita
las cortinas de los cielos.

Mientras avanza la tiniebla,
no cesa el canto del mar,
ahondando en mi alma el presagio:
¡quizá sea esta la nueva y definitiva poesía!

Arica, 1998.

LOS AUTOBUSES VACÍOS

De pie tras las rejas de mi jardín
-convertidas, quién sabe por cuánto tiempo,
en barrotes de una prisión-,
veo ir y venir,
con una prisa inútil,
a los viejos autobuses.

En apariencia son los mismos de antes,
cuando tú descendías de ellos
para llegar a mis umbrales;
sin embargo, ahora pasan vacíos,
llevando uno o dos pasajeros
y una atmósfera de melancólica transparencia.

No puedo dejar de mirarlos
-aun sabiendo que no veré tu silueta-,
mientras el mundo se sume en el sinsentido.

(Otoño-invierno de 2020.)