Por Eddie Morales Piña
El título del ensayo de Daniela Pinto Meza, escritora e investigadora literaria, es una denominación posmoderna que se esconde tras los paréntesis que aparecen en el enunciado. Uno puede leer destrozos haciendo abstracción de los signos gráficos, o bien tomando conciencia del porqué de dicha grafía. Destrozos alude a algo que ha sido deconstruido, una imagen que nos lleva a la abolición de una estructura producto de diversas circunstancias. Una imagen de porcelana queda destruida porque un movimiento telúrico la echó por tierra, o se nos resbaló de las manos. Un terremoto provoca requiebros materiales y de vidas humanas, o una bomba de napalm -me fui hacia décadas atrás- destrozaba aldeas con sus habitantes, o ahora en este siglo, unos misiles o drones provocan la muerte de seres humanos y de su habitabilidad. Si lo leemos con paréntesis, omitimos lo que está encerrado en ellos y quedan los trozos, es decir, pedazos, segmentos, partes destruidas de un todo. Aquí se trata de destrozos o trozos literarios. La imagen de la portada está hecha sobre la base de una tela de Gracia Barrios. La imagen borroneada de dos sujetos, metafóricamente, alude a lo que estamos diciendo. Sea que se lea el título en ambos sentidos, se esconde detrás una situación a la que el subtítulo de la obra tiene como eje conductor en la escritura, esto es, el concepto de violencia.
La violencia está presente en nuestro imaginario judeocristiano, pues el primero que ejerce violencia hacia otro es Caín contra Abel en el relato bíblico. El cainismo es una forma de animadversión, incluida la violencia física y verbal. En el caso del relato veterotestamentario está la muerte de por medio. El desaparecimiento del otro -quitar la vida- pareciera ser consubstancial a la violencia. Esta forma de ser violento está escondida en los más recóndito del ser humano. El filósofo inglés Thomas Hobbes en el siglo XVIII acuñó la frase homo hominis lupus, el hombre es un lobo para el hombre, donde quiso aludir a la crueldad humana. Pareciera ser que estamos viviendo tiempos violentos, como una magnificencia de los destrozos y de los trozos, de restos y de ruinas, de marginalidades y aporofobias, y, en consecuencia, la ausencia de la solidaridad y de respeto por el otro. Tiempos violentos que se traducen en el imaginario literario. Imaginación y violencia -Ariel Dorfman, dixit– son elementos constructivos de múltiples relatos en la literatura hispanoamericana desde el siglo XIX en adelante. Daniela Pinto Meza en su libro acota dicho fenómeno a dos autores del siglo XX, Diamela Eltit, chilena, y Miguel Gutiérrez, peruano. Por eso que la obra está constituida por trozos literarios. Son sólo dos autores que han focalizado el tema de la violencia en un amplio sentido del término en su producción narrativa.
El libro de Daniela Pinto Meza se adscribe a los formatos de la escritura académica. Efectivamente, es un texto producto de su tesis doctoral. Por tanto, el lector ideal de esta obra es aquel que proviene del mismo campo investigativo. El metalenguaje escriturario y la abundancia de referencias a teóricos que han reflexionado acerca de la violencia como constructo societal hacen del texto de la autora un ejercicio doblemente teórico en que se aúnan la teoría y la praxis. Teóricamente, la autora hace una descripción referencial acerca del vocablo violencia, historia y subjetividades en el primer capítulo del texto donde aparecen autores como Hannah Arendt, Johan Galtung, Michel Wieviorka, Zygmunt Bauman, Löic Wacquant. He ahí la razón porque dije que el lector ideal del estudio es de quien transite por estos senderos. Se trata, además, de un trabajo donde confluyen las teorizaciones posmodernas del pensar filosófico, sociológico y literario. Esta es la modalidad hoy en el abordaje de lo literario: lo transdisciplinario. La determinación de una nomenclatura de la violencia, especialmente de la violencia estructural son relevantes para entender cuando Daniela Pinto se aboca a visibilizar dicho constructo en Diamela Eltit y Miguel Gutiérrez. La violencia tiene diversas maneras de manifestación que el texto literario recoge y lleva a cabo en sus modulaciones retóricas como imaginario. La narrativa eltitniana apunta a la construcción marginal, la exclusión, lo periférico de los sujetos actantes de las novelas. En este caso se trata de Fuerzas especiales (2014), pero que se puede rastrear a lo largo de su narrativa. En esta literatura, la aporofobia pareciera ser el sostén de la estructura dialéctica de las obras de Eltit. En el caso del autor peruano, el ensayo apunta a la violencia política del Perú de las últimas décadas, donde el surgimiento de movimientos guerrilleros como Sendero Luminoso, violentos de por sí, conllevan una reacción de violencia institucional, la ofensiva contrarrevolucionaria o contrainsurgente. El libro de la académica, postula, finalmente, una estética de la violencia en la literatura “basada en la representación de la violencia estructural”.
En definitiva, es un libro muy interesante construido con una sólida reflexión sobre la temática de la violencia y su configuración en lo literario, pero que tendrá como lo dijimos un lector ideal, pues los estudios literarios -especialmente los de esta hora posmoderna- requieren de lecturas teóricas anexas y de las obras literarias a que se refieren, de lo contrario el producto se transforma en una escritura críptica.
(Daniela Pinto Meza. (Des) trozos literarios. Violencia, historia y subjetividades en la narrativa de Diamela Eltit y Miguel Gutiérrez. Santiago: RiL editores. 2024. 174 pág.)
Cualquier parecido con la realidad sólo coincidencia.