Por Francisco J. Zañartu G.

¡Que vivan los estudiantes
Jardín de nuestra alegría!
Son aves que no se asustan
De animal ni policía
Y no le asustan las balas
Ni el ladrar de la jauría
Caramba y zamba la cosa
¡Que viva la astronomía!

Violeta Parra

Una anécdota preocupante

Hace unas semanas, el 28 de mayo de 2024, la prensa informó que el Tribunal Calificador de Elecciones de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, (TRICEL) había decretado nula la elección de la directiva por falta de cuórum. La votación se realizó -en segunda vuelta- el 22 y 23 mayo, cuando se enfrentaron la actual presidenta Catalina Lufin -por la lista Construyendo Federación (PC-CS)- y Fernando Segura, por la lista Seamos Cambio (PS), quien resultó ganador. Sumando los votos de ambas listas, se observa que participaron.3.321 estudiantes. El universo total habilitado era 36.824 es decir, sólo sufragó un 9%.

Nos guste o no, el TRICEL tiene razón.

La pregunta que genera este resultado es obvia: ¿qué le pasó a la organización estudiantil más antigua de América Latina, que solo convoca a menos del 10% del estudiantado?

Las respuestas son diversas; sin embargo, todas apuntan al hecho que la casa de Bello ha ido perdiendo lo central del concepto de universidad. Este, deriva del latín universitās magistrōrum et scholārium, y significa comunidad de conocimiento, profesores y académicos donde debe primar la noción de libertad académica, integridad de pensamiento y diálogo, es decir, universalidad.

Al detenernos en ese concepto, vemos algunas manifestaciones de esta pérdida.

El profesor Rodrigo Medel, del Departamento de Ciencias Ecológicas de la Facultad de Ciencias, denunció haber recibido una marca como «señal de autorización» para ingresar al establecimiento. Varios académicos fueron marcados con una X en sus manos como credencial. Aquel salvoconducto decía que, el portador de este era una persona fiable y podía caminar por los pasillos de la universidad. Lo anterior estaba determinado por los encargados de la toma, autodesignados. (Estas marcas nos recuerdan a los campos de concentración nazis) Mientras esto ocurría, se colocaba un lienzo en el frontis de la casa central donde aparece la rectora, Rosa Devés, besándose con Netanyahu. En esos días, las máximas autoridades deben dormir en sus oficinas por temor a que la violencia sobrepase los márgenes.

Al revisar estas situaciones, llagamos a la conclusión que el resultado de la elección es sólo una anécdota.

Una parte de nuestra historia

La Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), fue fundada el 21 de octubre de 1906 y, desde esos años, fue parte de nuestra vida histórico cultural. En sus primeros tiempos publicó la revista El Pito donde se plasmaban principios liberales y antioligárquicos, luego destacaron las revistas Juventud (1911-1951) y Claridad (1920-1932). Esta última ha sido considerada como expresión de la generación de 1920. Fundada por Alberto Rojas Jiménez (1900-1934), Raúl Silva Castro (1903-1970) y el ecuatoriano Rafael Yépez, se define como una revista «doctrinaria, de combate y barricada». Fue un espacio amplio para el intercambio de ideas desde diferentes corrientes ideológicas, aunque con más cercanía al pensamiento anarquista (Ossandón, Carlos y Santa Cruz, Eduardo. El estallido de las formas: Chile en los albores de la «cultura de masas». Santiago de Chile: LOM Ediciones, 2005, p. 288).

Asimismo, la organización se destacó por el compromiso con la difusión cultural, cuya expresión más destacada fue la Fiesta de la Primavera.

El primer presidente de la FECH fue el estudiante liberal José Ducci Kallens (1884 – 1931) y entre sus dirigentes han estado destacados personajes de nuestra historia, como los escritores Pedro Prado y Julio Barrenechea, el economista Felipe Herrera Lane, el ecologista Alejandro Rojas, el actual presidente de la República Gabriel Boric, las ministras Camila Vallejos y Carolina Tohá, los exministros José Tohá, Yerko Ljubetic y Jaime Ravinet y el político ultraconservador Jorge Iván Hübner.

Nadie puede negar que dicha federación representaba la diversidad de Chile.

Durante la década de 1920, la FECH estrechó sus lazos con el movimiento obrero, con quien compartía una férrea oposición al gobierno de Juan Luis Sanfuentes. Dichas tensiones derivaron en que, el 21 de julio de 1920, un grupo de manifestantes afines al presidente asaltaran y destruyeran la sede de la FECH, incidente que concluyó con el apresamiento del poeta José Domingo Gómez Rojas.

A nivel gremial, la FECH fortaleció sus vínculos con organizaciones estudiantiles de diversas partes del continente. En este proceso, uno de los hitos más destacados fue la organización del Congreso General de Estudiantes de 1937. En los años 60, tuvo un rol protagónico en la formulación de propuestas para la Reforma Universitaria de 1968.

Al producirse el golpe de Estado de 1973, la FECH, debilitada por sus conflictos internos, fue proscrita y reemplazada por la Federación de Centros de Estudiantes de Chile (FECECH), organismo controlado por agentes de la dictadura cívico-militar. Su clausura no significó, sin embargo, la desaparición del movimiento estudiantil. A finales de la década de los setenta, la resistencia de los estudiantes contra el régimen se expresó a través de festivales culturales realizados por la Agrupación Cultural Universitaria (ACU).

En 1984, la FECH pudo celebrar las primeras elecciones democráticas desde su proscripción, un evento que le permitió, junto con otras organizaciones civiles, participar de un movimiento por la recuperación de la democracia.

En las últimas décadas, la FECH ha encauzado una serie de movilizaciones sociales de alcance nacional que han tenido por fin la desmercantilización de los derechos sociales bajo un programa cuyo eje es la recuperación de un sistema de educación público, gratuito y de calidad.

La debacle

Lo ocurrido en mayo de este año, no es nuevo. En 2019, la FECH quedó “congelada” cuando la actual diputada Emilia Schneider, se impuso en las elecciones con un 25,8%. En ese momento se necesitaba un 40% para legitimarse. Como no fue así, fue derogada hasta el pasado 2023, año en que Catalina Lufin quedó a cargo de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile.

No deja de ser curioso que uno de los años de mayor fuerza del movimiento social haya votado poco más de un cuarto de la población estudiantil.

Es cierto que no se puede contar a la totalidad de los estudiantes, puesto que están los que han congelado el año académico, los tesistas que sólo se reúnen una vez al mes con sus profesores guías y quienes por diversas razones -generalmente económicas- dejan de asistir a la universidad. Sin embargo, no se puede olvidar que cientos de jóvenes desertaron de las asambleas universitarias – no solo en la Chile – porque al emitir una opinión disidente eran tratados de fascistas.

¿Qué le pasó a la FECH y a las otras federaciones estudiantiles que se desconectaron con sus representados? La crisis no sólo está en las agrupaciones estudiantiles, recordemos que hoy, salvo excepciones, los partidos políticos representan sólo burocracias y las organizaciones sindicales movilizan menos de la mitad de sus afiliados. Las únicas organizaciones que hoy mantienen su legitimidad son aquellas donde está claro el tema del poder.

No es sólo un problema político es un tema cultural.

Yendo a la definición central de cultura, esta se define como el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico.

Se debe discutir cómo se organiza el movimiento social en la época de los WhatsApp e Internet. Hoy día no basta con llamarse de izquierda o de derecha. Es raro que jóvenes se identifiquen con antiguos paradigmas ideológicos. Se debe enfrentar, desde el mundo de las ideas, las nuevas problemáticas de una generación ajena a las asambleas y a las militancias a ultranza.

Como decía Violeta, nos gustan los estudiantes y, por tanto, hay que escucharlos y ver cuáles son las formas de organización que ellos se quieren dar. Nadie, salvo ellos, tienen la respuesta. Lo único que está claro, es que las que tienen hoy día no los representan.