Por Felipe De la Parra Vial
La dirección del otro país queda exactamente en la calle Rubén Subercaseaux, entre las vías de Exposición y Santiago Watts, comuna de Estación Central de Santiago.
Sí, el otro país. El país de los populáricos, como diría Violeta. El país donde no llueve y no se inundan las casas cuando arrecia el temporal de invierno. El mismo espacio donde se reparaban los trenes en la Maestranza de Ferrocarriles del Estado, en el pasado.
(¿Te acuerdas, que los trenes nos llevaban a todo Chile? ¿Te acuerdas del Tren de la Cultura?)
En este país habitan 424 familias y se reconocen porque tienen trenes en sus corazones. Son solidarios por convicción y pasión. Es un país de pobladoras y pobladores que iniciaron en los 80 su periplo de la casa propia, reunidos en una Casa de Cultura que bautizaron Ukamau, que en voz de los primeros pueblos se entiende como “Así somos”.
Ukamau es el otro país que todos soñamos. El mismo de la interpelación de Víctor Jara cuando escribió “Es lo único que tengo” en su Cantata “La Población” y que cantó Isabel Parra: “Quién me iba a decir a mí / Cómo me iba a imaginar / Si yo no tengo un lugar / En la tierra /Y mis manos son lo único que tengo / Y mis manos son mi amor y mi sustento”.
Las pobladoras, principalmente, como sucede en Chile, fueron las manos, el motor de empuje del sueño. Se reunían los viernes, sábado y domingo, donde se discutía cómo iban a ser sus casas. Así se fueron sumando a los migrantes que llegaban de provincia a Santiago. Así el gasto común adquirió sentido y razón: común.
Discutieron y cada día que pasaba, cada uno de ellos recibían el título de arquitectas y arquitectos. Sí, las pobladoras y los pobladores, que se unieron a los tres arquitectos, encabezados por Cristian Castillo Echeverría, hoy, Premio Nacional de Arquitectura 2024.
Entonces, 426 arquitectos y arquitectas y un Premio Nacional interrogaron al modelo subsidiario del país en la solución habitacional de la vivienda social.
La generación de la identidad colectiva voló en la imaginación de los 426 arquitectas y arquitectos y un premio nacional. Así se levantaron los cincos pisos y se extendieron las alas de los edificios de Ukamau. A la vieja usanza de Fernando Castillo Velasco, padre del arquitecto jefe del proyecto, los pasillos se hicieron anchos, los espacios comunes se diseñaron para los saludos, los juegos de los niños y las fiestas.
Las vecinas, en verano, sacan sus sillas al pasillo, en la vieja costumbre de las poblaciones de antaño. En el otro país.
Los autos se ubicaron en los bordes y, principalmente, quedaron todos unidos, conectados por los pasillos que generaron encuentros de ¡Buenos días, vecina!¡Buenos tardes, vecino! como parte de sus vidas. Eligieron el color rojo y los ladrillos en las entradas de sus casas, como firma de sus nombres.
Los vecinos se miran entre sí en un rescate de la herencia de las viejas tradiciones de los barrios del siglo pasado. Los balcones son parte de las señas que se hacen entre ellos, del ¿Cómo están vecinos?
Y de arquitectas y arquitectos pasaron a ser magas y magos. Lograron que la estrechez de la regla pasara de 42 metros cuadrados a 65 metros cuadrados de vida, en cada uno de los departamentos. Y cada familia diseñó las terminaciones, que, por cierto, fueron distintas en cada una de las casas. Las corrientes de aire fueron expulsadas de la solución final. Construyeron viviendas con ventilación y sin humedad. E instalaron el internet como un derecho social y digno, rompiendo con la norma legal que desconocía su integración en la vivienda social.
Y en este país, por supuesto, tienen una sede social, donde siguen soñando, mejorando la calidad de vida, cultivando esa vieja costumbre de organizarse en comunidad, todos para cada uno y cada uno para todos.
Los vecinos se miran entre sí.
Los invisibles viven visibles
Y hoy la historia vuelve a repetirse. Se construye un nuevo país, ahora en la comuna de Huechuraba y lleva la bandera de “Maestranza 2”. Se construyen viviendas para 200 familias y vuelven a desarrollar el mismo modelo de arquitectura ya aprendido en la Estación Central.
Ahora la locomotora de los pobladores ha abierto nuevas puertas al buen vivir. Se incorporan los ascensores y se proyectan los estacionamientos subterráneos. El gas sube por las cañerías, como una flama de dignidad a las viviendas sociales, rompiendo la normativa indigna escrita para los desposeídos.
La Belleza de vivir con Dignidad
El derecho de vivir dignamente de la obra que encabeza Castillo Echeverría pone en valor el sentido de la arquitectura en el Chile neoliberal. Lo apunta con la belleza en el diseño y con las voces de los habitantes como colaboradores directos en la construcción.
Hoy, Cristian Castillo Echeverría y su obra, -señala Beatriz Buccicardi, presidenta del Colegio de Arquitectos, junto al Directorio Nacional- representan la vivienda social, los sin casa, la necesidad histórica de tener un hábitat familiar y la incorporación de los pobladores en las decisiones de su vivienda… Personifica la arquitectura invisibilizada de poner en su norte, en su hacer, la propuesta de combatir la pobreza habitacional. Castillo Echeverría se reconoce en el compromiso de atacar este flagelo nacional. Es parte de aquellos profesionales desconocidos por la academia y los medios de comunicación”.
“…La elección de Premio Nacional de Arquitectura 2024-2025 a Cristian Castillo Echeverría representa la distinción y valorización de sus pares y de la sociedad, en el reconocimiento a su obra en el habitar del país”.
Por eso resulta obsceno escuchar voces que empobrecen la arquitectura criolla con comentarios que caracterizan el trabajo de Castillo como “unos pabellones densos, con patios oscuros, más dignos de la Unión Soviética de los años 50” … Pareciera escuchar al vocero del Reino de Liliput.
Las imágenes hablan por sí solas.
Lo mismo le pasó a Vicente Huidobro hace 93 años cuando lanzó su obra “Altazor”, instalando el creacionismo en la poesía, rompiendo con las academias, la siutiquería y la poesía afrancesada que regía a los escritores chilenos.
“Festejamos el amanecer con las ventanas / Festejamos el amanecer con los sombreros / Se vuela el terror del ciclón / Los cerros se lanzan pájaros a la cara / Amanecer con esperanza de aeroplanos / Bajo la bóveda que cuela la luz desde tantos siglos / Amor y paciencia de columna central / Nos frotamos las manos y reímos / Nos lavamos los ojos y jugamos…”.
Hace 93 años nació la nueva luz.
“Mago, he ahí tu paracaídas que una palabra tuya puede convertir en un parasubidas maravilloso como el relámpago que quisiera cegar al creador. / ¿Qué esperas?”
¿Qué esperas Cristian Castillo Echeverría, arquitecto y mago?
¡Salta en paracaídas huidobriano por la belleza de crear!
Cualquier parecido con la realidad sólo coincidencia.