Eduardo Contreras Villablanca. Nació en 1964 en Chillán, Chile. Vivió en el exilio entre 1973 y 1983. Profesor de la Universidad de Chile desde 1996.

Miembro del taller literario del escritor Poli Délano desde el 2007. Luego de la muerte del maestro y escritor, en agosto de 2017, asume la dirección de ese Taller, hasta la fecha.

Miembro de corporación “Letras de Chile”, y de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH). Ha publicado cuatro novelas, la más reciente Estación Yungay, en co autoría con Cecilia Aravena Zúñiga, (Espora – Rhinoceros, 2020) y cuatro libros de cuentos, el más reciente ¿Veremos el sol mañana? (Espora, 2024).

Más de treinta de sus cuentos y otros tantos micro cuentos han sido incluidos en revistas y antologías. Publica reseñas y críticas de libros en revistas digitales y en el periódico electrónico El Mostrador.

Editoriales

https://www.espora.cl/
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Mosaicos por la memoria

Eduardo Contreras Villablanca

 

 

Inspirado en el mosaico colectivo “Memorias de Paine”

 

-Daniel, no tenemos fotos de tu abuelo- me dijo mamá, una de las primeras veces que me hablaron del tata-. En su época no era fácil sacar fotos, y la de su carnet de identidad se debe haber ido con él. Piensa que no existían los teléfonos celulares, y además las cámaras fotográficas eran caras, así que pocos acá tenían.

Me había conformado con hacerme una imagen de él a partir de los relatos de mamá y el tío abuelo Carlos, hermano del tata Daniel, a quien debo mi nombre.

Hasta que un día, en el colegio, supe de los murales de mosaicos que inauguraron en recuerdo de todos ellos, y fui a conocerlos.

Me gustó ese que dice: “La educación rural…un derecho”. Pero no logré imaginarlo como uno de esos campesinos que aparecen en esa obra, mirando al profesor que enseña algo bajo un cielo azul. Por lo que me habían contado, él era más de acción que de letras;  se levantaba temprano, y salía a trabajar con sus compañeros. Todo por la Reforma Agraria. Quizás podría ser aquél que empuña la azada como quien empuña un fusil, con los grandes ojos mirando al futuro, rodeado de sandías y guitarras.

Caminé en busca de más mosaicos, entonces me detuve, quedé estático un buen rato, mirando otra composición: hombres con los ojos vendados, detrás de ellos, algo que podría ser un cielo brumoso, triste. Y uno de los prisioneros destaca, está más cerca y su rostro apunta hacia el espectador. Era él. Tenía que ser él. Me quedaré con esa imagen, ese hombre que de no tener venda estaría mirando de frente a sus captores, sin temor. Mi abuelo Daniel, detenido desaparecido desde 1973.

 

Febrero de 2023