Bartolomé Leal (Santiago 1946)

Escritor chileno de género policial y negro. Tiene 30 obras publicadas (novelas y volúmenes de cuentos), entre las cuales Linchamiento de negro (Linterna Mágica 1994, traducida al inglés), Morir en La Paz (Umbriel 2003, traducida al alemán) Historias del Muñeco Vudú (Planeta Sostenible 2013), Memorias de un asesino en serie (Plazadeletras 2018), Femicidios a la carta (Espora/Rhinoceros 2020, traducida al francés), La venganza del aparapita (Nuevo Milenio, Cochabamba 2020), La epopeya de los encapuchados (Espora/Rhinoceros 2023, traducida al francés), Misterios de Quito (Rhinoceros 2023) y Los tumores asesinos (PAN 2024).

Ha publicado un libro de entrevistas a autores chilenos: Trazas negras. Conversaciones sobre novela policial y negra (Plazadeletras 2018). Como traductor destaca la novela juvenil Njamba Nene y el bus volador (Planeta Sostenible 2021) del autor keniano Ngugi wa Thiong’o. 

Sitio web: http://www.bartolomeleal.cl

 

Muñeco de paja

 

Me llaman Bartolomé. En las imágenes suelo aparecer con el pellejo suelto, medio descosido, tal como ese bendito varón que acompañó a Jesús en sus andanzas por tierras galileas. A San Bartolomé lo torturaron, desollándolo, y bajó a los infiernos con su piel a cuestas. Lo pueden ver en el techo de la Capilla Sixtina.

 

Yo también salvé la piel, aunque fui devorado por mis compañeros de armas durante la resistencia tenaz que los indígenas opusieron al poderío hispánico. Un joven taxidermista mestizo rellenó mi envoltura carnal; y aquí estoy, en el museo de historia natural, luchando para que las polillas y los infantes no me deshilachen.

 

Alonso de Ercilla insinuó el hecho en La Araucana. Nos menciona en unos versos del Canto XIX… Los españoles fuimos sitiados por los aguerridos araucanos, que no nos dieron tregua y nunca se doblegaron (como los incas y los aztecas). Nos vimos obligados a comernos unos a otros. Los indios se reían a causa de las armaduras. ¿Cómo íbamos a digerirlas?

 

Después los araucanos adoptaron la antropofagia ritual, y cuando Pedro de Valdivia, nuestro noble capitán general sucumbió a un golpe de macana, su corazón fue merendado por los caciques. El cráneo sirvió por muchos años de recipiente para las libaciones que vigorizaron la gran concertación de tribus que, hasta hoy, resiste a los dominadores.

 

Fue en lo peor de la hambruna que me carnearon mis compañeros de armas, cuando el fuerte de Corral resistía, sitiado durante seis interminables y lluviosos meses. Me sucedió por gordo y por andaluz. Por comilón y por mozárabe. Agradezco a ese amable mestizo, mi hijo secreto, por haber salvado mi pellejo y haberme convertido en un muñeco de paja…