Crónica literaria de Eddie Morales Piña

La figura de Gabriela Mistral -nuestra gran poeta galardonada con el Premio Nobel antes que el Premio Nacional de Literatura, aunque parezca inaudito- en los últimos tiempos ha comenzado a ser leída de una manera diferente y a posicionarla como una autora desde diversas perspectivas críticas y revalorizada en su ejercicio escriturario. Desde la denominación de poeta y no poetisa hasta su revelación de mujer amante, que la van distanciando de una imagen de la maestra rural o de la divina Gabriela. Gabriela Mistral no es otra que Lucila Godoy Alcayaga. Sobre la autora se han escrito múltiples trabajos académicos como estudios y ensayos referidos a su obra, así como otros que apuntan a su personalidad -biografía emotiva de por medio-. Además, de la publicación de la correspondencias que tuvo con diversas personas, incluida las cartas a Doris Dana que son reveladoras de su existencia. La poeta es ahora ficcionalizada en una novela de la escritora chilena residente en Alemania desde 1986, Patricia Cerda, nacida en Concepción, y cuyo ámbito investigativo es la Historia como doctora que es en esta disciplina.

La portada del relato nos muestra una clásica imagen de Gabriela Mistral con una leve sonrisa y un traje sobrio como los que habitualmente usaba. El rostro de la poeta está en primer plano sobre un fondo donde predomina el color verde. Significativamente, este color fue el favorito de Neruda -quien se nos aparece entre las páginas de la novela para ofrecerle a Mistral un premio otorgado por la otrora URSS, a lo que la poeta desistió por razones que en la escritura se revelan. El verde de la portada probablemente alude a su amado Valle de Elqui, porque el texto de alguna manera está focalizado en la última visita que ella hizo a aquel espacio geográfico de la tierra chilena y que siempre tuvo presente. Esta es al menos la portada del libro que hemos leído, pues me entero de que habrá una nueva portada en una edición donde aparece oteando el Valle de Elqui -está de espaldas- sujetándose un sombrero. De las fotos que conozco de Gabriela Mistral con la cabeza cubierta es aquella con un sombrero tipo vietnamita.

El relato de Patricia Cerda se titula Lucila, seguido de la frase Una novela. En la próxima edición la frase tiene un complemento: Una novela sobre la vida de la gran poeta Gabriela Mistral. Es interesante el dato de la frase, pues expresa que la obra se ubica en el ámbito de la ficción y no de la historiografía literaria, es decir, una biografía. En consecuencia, a partir de datos concretos de la historiografía se organiza una trama novelesca donde ingresan los elementos añadidos -como enseña Vargas Llosa- que son los códigos del relato que permiten la ficcionalización. La retórica literaria, por ejemplo, está en la novela de Patricia Cerda en la manera en que programó la historia. El último viaje al Valle de Elqui de Gabriela/Lucila, es el resorte motivador para la estructuración de los distintos movimientos narrativos -como los raccontos.

La novela de Patricia Cerda dedicada a Gabriela/Lucila o Lucila/Gabriela forma parte -al parecer después de haber leído más de una de sus obras- de un proyecto escriturario que se adscribe a la tematización de personajes relevantes de la Historia. En otras palabras, en la novelística de Cerda se aúnan la historiografía general con el discurso literario, es decir, con el relato o narración realizada sobre la base de las cuotas de imaginación en los datos concretos que entregan los archivos. La novela de la autora de acuerdo con los paradigmas de García Gual es una biografía novelada que da cuenta de la vida de la poeta. En el relato se va configurando la personalidad sólida y recia de Gabriela/Lucila en diversos instantes que son como los ejes motivacionales en el despliegue de la trama.

De este modo, el relato nos mostrará los avatares de la poeta en diversos instantes de su vida. La importancia de México y la educación son parte integral de su vocación pedagógica. Gabriela/Lucila es una mujer feminista en un espacio y tiempo patriarcales preocupada por los derechos de las mujeres y por la cuestión social desde una perspectiva cristiana. El cristianismo suyo es sui generis, porque también se siente atraída por otras formas de espiritualidad, entre ellas el budismo. La figura de San Francisco de Asís le es importante y al santo le dedica una obra -al final, será una hermana terciaria de la fraternidad. La obra nos revela las relaciones amistosas con Pedro Aguirre Cerda, quien será como un ángel guardián suyo, con el novelista Stefan Zweig siendo testigo de su muerte, o con Palma Guillén. Y, no cabe duda, su querida amante secretaria Doris Dana –Doris, vida mía es el vocativo de muchas de sus cartas. La novela de alguna manera muestra los resquemores y los maldecir que ella siente respecto de sus compatriotas para con su persona. La visita última al Valle de Elqui -aquí está la clave de la interpretación de la nueva portada- le hace entrar en contacto con sus queridas mujeres, especialmente del entorno familiar. La obra de Patricia Cerda no soslaya uno de los hitos principales de la vida de la poeta, la existencia de Yin Yin, el niño que aparece y que ha sido objeto de múltiples hipótesis, pero que en la novela es su hijo biológico. El proceso de escritura de Poema de Chile, su obra póstuma, también se despliega en el transcurso del relato. La novela alude a los famosos recados escritos sobre variados temas que le interesaban a la poeta -y que han sido recopilados y que ahora nos sorprenden por la agudeza del análisis que realizaba sobre diversos aspectos no sólo de la cotidianidad sino sobre lo intelectual. En ellos están las palabras -neologismos que creaba- que hasta hoy nos llaman la atención. Este texto que escribo puede ser un articulejo mistraliano sobre una novela de Patricia Cerda. En definitiva, la novela Lucila nos reafirma la propuesta escrituraria de la autora chilena residente en Alemania, esto es, la modulación estética de personajes de la Historia como Ercilla o Rugendas, con una escritura atrayente que nos ingresa a un tiempo y espacio diferentes. En el caso de la novela dedicada a Gabriela/Lucila queda corroborado que Gabriela Mistral supo vencer y acallar a aquellos “mastines rabiosos” que la acosaban, probablemente por el destello que demostraba como intelectual y porque rompía con los moldes patriarcales. En síntesis, la única persona que sabía quién era verdaderamente Gabriela Mistral era Lucila Godoy.

(Patricia Cerda. Lucila, una novela. Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. B. 2024. 298 pág.).