NOVELA DE JULIO HENRÍQUEZ MUNITA

Por Antonio Rojas Gómez

En esta novela, de especial originalidad, se nos cuenta la historia de dos hombres, de edad similar, pero absolutamente distintos el uno del otro. La primera originalidad se da en la forma en que ambas historias están narradas. La del primer personaje la conocemos a través de un relato en tercera persona que escribe un narrador omnisciente:

“Apenas abre los ojos, Rodrigo se siente extraño, como si en la noche, durante un sueño que no recuerda, algo hubiera pasado”. (Pág. 13)

Para contar la historia del segundo personaje, el autor escogió la segunda persona del singular:

“Cuando los primeros rayos de la mañana te despiertan, tienes la sensación de que alguien te ha dado una paliza”. (Pág. 23)

Ambas historias comienzan al despuntar el día y ambos personajes manifiestan sensaciones similares. Pero en el primer caso, el de Rodrigo, el narrador se lo dice a todo el mundo que se acerque al libro. Y en el segundo, le habla solamente al personaje, como si este no tuviera la capacidad de darse cuenta de lo que sucede y ni siquiera de lo que siente. Y, ojo, a este personaje no lo menciona por su nombre, que vamos a conocer varias líneas más adelante, cuando la mujer que durmió a su lado lo llame “Renato”.

Los dos protagonistas tienen edades similares, que no se explicitan, pero deben estar cerca de los treinta años. Y los dos se mueven en escenarios absolutamente distintos.

Rodrigo vive en Santiago, está casado con Carolina, hija de un magnate dueño de varios casinos, y trabaja, lógicamente, en la empresa del suegro; es del estrato ABC1. En cambio, Renato vive en una isla del archipiélago de Chiloé, distante de la isla grande, donde están las ciudades mayores, y trabaja de profesor en la escuelita rural; es decir, está en el estrato C2 o C3.

Entre uno y otro se reparten los primeros seis capítulos de la novela. En los impares, uno, tres y cinco, conocemos la historia de Rodrigo, y en los pares, dos, cuatro y seis, la de Renato. Pero en este caso no nos enteramos de su historia, solo sabemos que está perdido en el tiempo y en el espacio, ni siquiera recuerda su nombre. Sufre de una amnesia grave; sabe que está en una isla, pero ignora en cuál y cómo llegó hasta allí. Y tampoco conoce a su mujer, que se llama Antonia y con la que lleva ya un año de feliz convivencia.

Esto es hasta el capítulo seis. El siete le pertenece a Rodrigo y está a cargo del narrador omnisciente en tercera persona. Pero en el capítulo ocho, que es el último, nos topamos con la última originalidad: el relato cambia a primera persona y el narrador es el propio Rodrigo.

A medida que avanza el libro, el lector se va dando cuenta de cosas no dichas y va aclarando en su imaginación las nebulosas del texto, que están planteadas exprofeso para este juego de lectura descubridora, que es el mayor aliciente de los “laberintos” que anuncia el título.

Se trata de una novela escrita con corrección, de estructura simple y lectura fácil, que presenta dos mundos contrapuestos que conviven en el presente de nuestro país. Claro que, en la vida real, no resulta fácil, ni siquiera posible, elegir en cuál de ellos uno quiere estar.

Felices Rodrigo y Renato, los personajes, que pudieron hacerlo.

Laberintos del presente, de Julio Henríquez Munita
Editorial Simplemente Editores, 155 páginas