Crónica literaria de Eddie Morales Piña

El título de esta crónica corresponde a la denominación de un libro recientemente publicado de Fernando Butazzoni (Montevideo, 1953), quien es periodista, narrador y guionista de cine, según lo indica la primera portadilla del libro, mientras que la segunda reúne seis opiniones críticas sobre su obra que incluye también la novelística. La portada de la obra – de 479 páginas-, es sintomática de lo que será tematizado al interior. Muestra una ciudad derruida y en llamas, mientras en primer plano un hombre está en la actitud de correr ante un estropicio. En un costado de la portada se señala Narrativa Hispánica. Esta frase es decidora, por cuanto nos indica el modo en que ahora se ha expandido el término narrativa -así también ocurre con el concepto de relato- más allá de las fronteras de lo que clásicamente se aglutinaba en torno a lo épico; en otras palabras, todas aquellas formas escriturarias que con el tiempo desembocarían en el cuento y la novela y sus diversas variantes.

La obra de Butazzoni desde el punto de vista de su estructura narrativa, sin duda, que es un texto donde confluyen y se entrelazan diferentes estilos escriturarios. La ubicación en el espacio con que aparece en la portada lleva a pensar en una novela -es lo que nos sucedió a nosotros como lectores. En realidad, el libro se nos presenta como un relato novelesco donde hay un narrador que desplegará una historia situada en Chile hace algunas décadas atrás, pero que durante el desarrollo de la trama va realizando alternancias con el aquel pasado remoto, aunque cercano, y un presente donde el narrador se configura como un sujeto que investiga un caso de persecución de índole política en tiempo de una dictadura. La simbiosis argumentativa, por tanto, hace que el texto vaya mostrándose como una estructura discursiva que adopta la modalidad narrativa -en sentido estricto- con modulaciones propias de lo que ha acontecido en los últimos tiempos con la expansión de los códigos del relato. En otras palabras, la obra es, además, memorial y testimonio, e investigación periodística. El autor como es novelista sabe manejar estos ingredientes en la plasmación de la historia cuyo referente viene de la realidad fáctica, esto es, los acontecimientos que se desarrollaron a partir del golpe militar de 1973 en Chile. Sobre esta temática ha habido y habrá productos escriturarios. Todo aquello ha sido estudiado y desarrollado por la escritura, pues es una veta inagotable, en sus distintas formas, como, por ejemplo, los ensayos y el relato testimonial. Como bien es sabido, este último es una modalidad discursiva donde los hechos narrados corresponden a un enunciante que muestra lo visto y lo vivido por su propia experiencia traumática en espacios de reclusión -locus horrendus- sobre la base de códigos narrativos. No se trata de ficción pura, sino de una plasmación literaria de hechos reales experimentados por quien es el autor del testimonio. Por otra parte, también en el relato de Butazzoni dialogan la historia con la literatura, y las otras formas escriturarias -cada capítulo se abre con distintos tipos de epígrafes que provienen desde los bandos militares hasta editoriales o noticias periodísticas, pasando por informes como el de la Comisión Valech, y al interior con extractos de investigaciones judiciales.

Nosotros los vencidos -un bello título para una triste historia- tematiza la situación de un grupo de uruguayos -tupamaros, se les denomina en el relato- quienes habían llegado a Chile huyendo del golpe de Estado en Uruguay, y que se ven envueltos en los acontecimientos que principian a desarrollarse en la madrugada del 11 de septiembre de 1973. El lugar físico y geográfico en que se desarrolla el inicio del asunto es Puente Alto y la cordillera de los Andes. En un comienzo eran siete jóvenes, luego serán sólo seis que, en la desesperación de no ser atrapados, deciden buscar un paso cordillerano que los haga llegar al país trasandino. De aquellos seis sólo tres sobrevivirán; los otros se convertirán en detenidos-desaparecidos. En la apertura de la trama, Butazzoni escribe: “Entonces el mundo se les empequeñeció de pronto, se les hizo diminuto y los puso ante un dilema de hierro. Allí no había espacio para el miedo ni tiempo para la espera. Las noticias de la radio repetían que el palacio de La Moneda había sido demolido a bombazos, que Salvador Allende estaba muerto y que un general llamado Augusto Pinochet encabezaba el nuevo gobierno. Era evidente que la cacería iba a empezar en cualquier momento”. El relato de Butazzoni se centra en los sucesos que llevaron a que tres de los uruguayos quedaran como detenidos desaparecidos -Ariel Arcos Latorre, Juan Povaschuk Galeazzo y Enrique Pargadoy Saquieres- pues fueron detenidos en septiembre de 1973, conducidos a un regimiento en Puente Alto desde donde nunca más se supo de ellos.

Butazzoni va desplegando la narratividad -como lo dijimos al principio- como un sujeto investigador que recurre a testigos de la época, a documentos y actas judiciales, a los sobrevivientes de “aquellos días de aquelarre” (pág. 393), como lo dice uno de los uniformados. El relato alcanza ribetes de un transitar por círculos dantescos para revelar una verdad velada. El autor “utiliza los recursos de la ficción para transportar al lector a un terreno dramáticamente real”. Quien ingrese a las páginas de este texto podrá comprobar que el autor es un referente en esta forma discursiva donde los aportes de la ficción -los códigos del relato- resultan decisivos para entrar en un mundo donde los vencidos resultaron ser los vencedores en la memoria.

(Fernando Butazzoni. Nosotros los vencidos. Alfaguara. 2023. 479 pág.)