por Aníbal Ricci
La Batuta era nuestro lugar predilecto y unos vodkas la contraseña de entrada. Noche punk dedicada a Los fiscales. Álvaro España atiende la barra y en pocos minutos se transformará en un energúmeno arriba del escenario. Martina se ha fumado unos pitos que dan otra perspectiva. Me refugio en su postura de chica alternativa. Respiro su maldad y siento que nos admiran. Pedimos otro vodka con tónica mientras bailamos entre la multitud. Un ritual lleno de máscaras a nuestro alrededor.
La semana pasada fuimos al departamento de un amigo de universidad. Quedaba en el barrio alto y nosotros vivimos en el barrio Brasil. Martina escogió este lugar y la verdad ella me encanta. Trajo el amplificador de su difunto padre, un Onkyo de alta fidelidad. La música de Martina es sensual y una parte de su esencia. No transita mucha gente por estas calles y necesitamos el auto para buscar provisiones. Estoy endeudado hasta la médula, pero supongo que eso será un problema futuro.
Los amigos nos invitan a sus bodas. Nunca se me ocurrió solicitar una hipoteca y tampoco he pensado pedirle matrimonio a Martina. No compartimos planes salvo ir a la playa. En el banco pagan un buen sueldo y ahorrar no está en mis planes. El año que estuve sin trabajo me divertí demasiado. Frecuenté buenos restoranes y seguí incrementando deudas. No fue muy inteligente y ahora tengo que cubrir los intereses de las tarjetas.
La locura y el dinero no son un juego de suma cero.
Pedaleo por las calles de la ciudad y conquisto nuevos territorios. La excursión al cerro San Cristóbal será emocionante y llegar primero a la virgen otorgará el poder de no dar explicaciones. Hago caso a los maestros y me dejan en paz. Repito la lección en voz alta y las miradas se posan en otros. Al comienzo pedía monedas para comprar un helado. Estudiar será una manera de obtener mayor recompensa. No sabía para qué lo atesoraba hasta que invité a una chica. El dinero me hará perder la cordura.
Martina se enojó a propósito de Buñuel. Severine se prostituía a pesar de su vida burguesa. Le había comentado de la película, pero no me perdonó que hubiera insinuado haberla visto. Martina tenía otros planes. Ella ganaba unos pesos en una productora audiovisual, aunque supongo que requería de otro monto para mantener su independencia. No era mala onda, simplemente no sobraba el dinero. Durante el año previo adquirimos muchos discos y de repente comenzó a duplicar algunos, una metáfora de la doble vida que estaba planeando. Volver con su antiguo amante me destrozó y el departamento adquirió un silencio sepulcral.
Una prostituta me dirá en el futuro que no tiene adónde ir. Rodeo esquinas de una vida anterior y me deshago de las normas sociales. Observo a esta mujer frente al espejo. Se prueba un abrigo que dejó Martina y enciendo el tocadiscos. La música es idéntica y la actriz de Buñuel me incorpora a una ficción donde las lágrimas desaparecen. Esta otra realidad permite engañar al tiempo. Silvana trabaja por las noches y toca el timbre justo al momento en que yo salgo de la ducha. Una rutina encantadora que me costó entender. Ella tenía un juego de llaves que utilizaba sólo cuando yo no estaba en casa. Un acuerdo tácito para compartir el departamento. «Tú trabajas de noche, yo durante el día», podría haber sido el nuevo título del español. Silvana compraba las verduras en la feria y a cambio le permitía usar la ropa que Martina había dejado en el clóset. Se fue apoderando de sus vestimentas y supongo que atrajo a hombres más sofisticados. Desde un comienzo fui magnetizado por esos labios hipnóticos y la resonancia de su voz hizo confundir ficción con realidad.
Mientras tengas recursos para ocultar el lado oscuro podrás ser aceptado por el rebaño.
Seguía atendiendo a las empresas de la sucursal. Sus dueños regalaron licores en Navidad y Silvana mezclaba el whisky con cocaína. Los días de descanso acudíamos a un motel y conversábamos hasta altas horas. Compartíamos un techo, pero ambos despreciábamos el futuro. El dinero se transformó en un medio para obtener placer. Sólo necesitaba comprar helados para volver a la infancia. Empecé a pagar las deudas y a olvidar la traición. Su silueta confundía y la ropa eternizaba la ilusión.
Los pensamientos no sintonizarán con lo políticamente correcto, pero sobrevivirás mientras seas capaz de acceder a mundos alternos.
Observar a Silvana envuelta en las prendas de Martina lograba hacerme sentir mejor, triste de igual forma, pero llevando al plano de la venganza mi supuesta acción caritativa. Dispuesto a hacerle una especie de vudú a través de sus ropas, pero en el fondo seguía amándola y no podía convertir ese amor en odio.
El dinero financiaba la ficción y daba tiempo a los actores. No era un juego de suma cero. El dinero hacía posible esta relación demencial. Los delirios se escudaron tras las palabras no pronunciadas.
Was many years ago that I left home and came this way.
I was a young man full of hopes and dreams,
but now it seems to me that all is lost.
Silvana no tomaba el dinero que dejaba en el velador. Recuerdo esas empanadas de queso que almorzamos en Horcón. Con Martina no teníamos necesidad de acudir a restoranes lujosos. Sólo compartir encuentros sexuales durante las puestas de sol.
Ese Año Nuevo observamos los fuegos artificiales desde la azotea. Lucía radiante en ese vestido que hacía volar mis sueños.
Cualquier parecido con la realidad sólo coincidencia.