FUERA DE TIEMPO MINIFICCIONES DE LILIAN ELPHICK
PRESENTACIÓN DE DIEGO MUÑOZ VALENZUELA

Feria del Libro, Santiago,

Cada cierto número de años, con regularidad de reloj, me corresponde pronunciar algunas palabras sobre un nuevo libro de Lilian Elphick, querida amiga y admirada escritora. Asumo que la autora y la editora, Cecilia Palma -también muy querida amiga- abrigarán la esperanza que diga algo interesante sobre este volumen titulado FUERA DE TIEMPO, un título inquietante.

El lanzamiento de un libro de minificción de Lilian para mí implica la necesidad de reflexionar una vez más sobre la naturaleza y estado del género narrativo brevísimo.

Lo primero que me surge decir es que la minificción es un fenómeno nuevo, reciente, inaugural, en pleno desarrollo y evolución. Es un fenómeno que nos ha tocado vivir en su época germinal y que está lejos de su punto de desarrollo más culminante y menos aún del reconocimiento que se le debe a la minificción como género.

No tengo dudas de que la minificción se va imponiendo con firmeza como cuarto género narrativo, impulsado por el estudio de las academias más agudas y renovadoras, de las editoriales de avanzada, de las redes virtuales que conforman una superestructura llena de vida que fomenta la creatividad que permite su condición proteica, dinámica y fronteriza. La minificción se encuentra en mutación constante; se resiste a las leyes rígidas, a los decálogos de cualquier clase, le son gratas las ambigüedades y las contradicciones.

Recién estamos viendo los inicios del progreso de la minificción: queda mucho camino por recorrer y restan muchas vetas por descubrir, explotar y también abandonar. Es un género joven y tiene para rato. Sus caldos de cultivo predilectos son la virtualidad y la digitalización.

Brevedad no significa simpleza, para nada. Lo que más importa es la concisión, la densidad de significado. FUERA DE TIEMPO es una buena demostración de cómo funciona este principio. Una sola lectura de los textos que lo integran no es suficiente; hay que volver a ellos, reflexionar entre lecturas, convertirse en cocreador para extraer el máximo de belleza y significado, y expandir la enorme carga emocional y reflexiva que contiene.

Lilian Elphick escribe en los bordes, los salta, los esquiva, los combina, los rompe. Evidentemente configura una frontera compleja con la poesía, en particular con los haikus, una forma muy apropiada para indagar en una visión de la naturaleza en movimiento sereno, pleno de sentido, sin necesidad de autoconciencia.

Los lectores de estos textos, precisamos acceder a estos significados desde nuestra precaria condición mortal y transitoria, finita en el tiempo. Ni siquiera nuestros tiempos históricos ofrecen la posibilidad de percibir esta condición del universo. Nuestra insignificancia es mayúscula: esa es una condición difícil de asumir para quien se considera especie superior de nuestro planeta. Basta mirar el estado de nuestra Tierra para aquilatar nuestra miseria.

La vida es un accidente efímero, una oportunidad única que no deberíamos dejar pasar. La escritura de estos textos es un intento por quebrar ese devenir doloroso de la humanidad, sacudida por guerras, horrores sin nombre, búsquedas apasionadas y decepciones tremendas. Nuestra vida es una memoria hecha de estos tránsitos fugaces cargados de una significancia que puede pasar desapercibida. Por eso justamente importa detenerse en esas fugacidades, sacarles partido, reflejarlas en su complejidad y difusividad. Esta es la misión que -pienso yo- se ha trazado la autora.

“Sentí el murmullo de las aguas y mi esencia se borró hasta alcanzar el río y hundirme en él”. Esta cita del texto La condena sintetiza -para mi gusto- la actitud de la autora: dejarse ser, integrarse en el flujo eterno de la naturaleza, infinitamente sabia, ajena a nuestras miserias humanas.

Declaro que me gusta la aventura incierta que este libro me ofrece: la posibilidad de lanzarme a recorrer ese laberinto inextricable que constituyen la vida y el mundo donde estamos insertos, algo que se me recuerda a cada rato en los textos: estamos de paso por un lugar que ha estado y seguirá estándolo, aunque ya los individuos, o la especie completa, ya no estemos allí. La única redención posible es tomar conciencia de esto.

Es decir, si usted vive feliz y satisfecho, esta lectura no es para usted, porque se le exigirá reflexionar dolorosamente sobre temas complicados.

También el libro es una incitación a disfrutar de la intensa sensación de la vida, un despliegue que inevitablemente culmina en un fin del ser y su reintegración a la vida natural, que no percibe los sinsabores de la conciencia.

El apocalipsis convive con nuestra existencia, está siempre ahí, agazapado y latente, o triunfante. Vivimos el viaje, huimos o buscamos, ¿no es lo mismo? “En el dolor, ahí estás, ahí te duermes, ahí te recuperas de todo lo vivido, vida mía” (fragmento Cerro abajo).

Debemos aprender a estar fuera del tiempo, esa invitación percibo en nuestra autora. No caer en la trampa de la coyuntura, no dejarse engañar por los espejismos de la vida de la que somos parte (no la hemos elegido, sólo estamos aquí, no podemos crear reglas nuevas). No buscar soluciones simples, porque no existen: aceptar el dolor como forma de existencia.

Cruzamos muchos espectros por el camino: el nazismo, los campos de exterminio, las dictaduras infames, los genocidios, la tortura. Ahí han estado y seguirán estando.

En el homenaje a Kafka (Franz) se declara, al final del texto, esta intención global del volumen: “Vives en todos los que deseen estar en el margen con una astilla de luz clavada en los dedos”.

No hay escape, eso me da por pensar. El libro en su conjunto me transmite una ausencia de esperanzas. No resulta esperable un destino mejor; sería una manifestación de ingenuidad, de carencias de observación de nuestra historia.

Para ser justos, eso me transmite el mundo desde las señales que da su marcha. Guerras por todas partes, aunque en general se habla de una sola. Disputas por territorios que se disfrazan con pretextos ideológicos. La codicia ilimitada imponiendo sus reglas; ¿habrá que agregar “en todas partes y al mismo tiempo para ganarse el Oscar?

Lilian Elphick nos entrega un volumen duro, ácido, denso, lúcido y maravilloso para quien ande en busca de auténticas verdades. Y la Minificción -con sus ambigüedades y contradicciones, resulta ser el mejor vehículo para impulsar una reflexión tan imprescindible como humana.