Crónica literaria de Eddie Morales Piña
Walter Benjamin como crítico literario ponía su mirada en múltiples factores culturales de su tiempo. En este sentido, siguiendo la huella benjaminiana hace algunos años escribíamos que es interesante la indagación acerca de la producción literaria y artística en una ciudad como Valparaíso que -como flaneur, un paseante- el escritor alemán habría recorrido con delectación. Sin duda que entre los productos culturales que han emergido en diversos tiempos y épocas del puerto principal -como también se le denomina-, las revistas han ocupado un lugar significativo. Hace cinco años atrás realizamos una investigación académica sobre la crítica literaria en el desaparecido diario La Unión de Valparaíso en un segmento de años (1960-1973). En medio de ese transitar como un flaneur benjaminiano se vinieron al presente las revistas del pasado lejano o reciente no sólo a la memoria -que es el receptáculo de nuestras vivencias- sino en su materialidad, es decir, ejemplares de aquellas publicaciones que muestran la huella del tiempo, pero que conservan en su interior -en las páginas- la intrahistoria unamuniana de escritores y artistas aunados en un bien común: la Literatura. Algunas de aquellas revistas se generaron en torno a la vida universitaria, como Chasqui, publicada por los estudiantes de Pedagogía en Castellano de la Universidad de Chile en Valparaíso, o la revista Fénix, también publicada al interior de la academia por los estudiantes cuando aquella se transformó en la Universidad de Playa Ancha. En una mirada de arqueología literaria nos encontramos con la revista Coral, fundada por el Dr. Julio Flores Vásquez, que se definía como una publicación de turismo, arte y cultura. Además de otras del ámbito académico como la Revista del Pacífico del Pedagógico, Problemas de Literatura, una revista de teoría y crítica literaria, entre cuyos fundadores estaba el profesor Nelson Osorio Tejeda, y la revista Primer Plano de crítica cinematográfica donde figuraba como miembro del consejo editorial el Dr. Aldo Francia, quien dirigiera filmes emblemáticos teniendo como locaciones a Valparaíso. Estamos situados en las décadas del sesenta y setenta del siglo pasado.
A propósito de lo anterior, y en una reseña de un libro que recogía los libros infantiles y olvidados, Walter Benjamin escribió que “un libro, incluso una hoja de un libro, un mero dibujo en un ejemplar heredado tal vez de una madre o de una abuela, puede ser el sostén alrededor del cual trepa la primera tierna raíz de esta inclinación (se refiere a formar una biblioteca y al coleccionismo de todo orden). No importa que la cubierta esté floja, que falten páginas y que de vez en cuando unas torpes manos hayan manchado los grabados con tinta. La búsqueda del ejemplar bello tiene su derecho…” (1924). La cita de Benjamin es relevante por cuanto encierra, precisamente, el sentido de la impronta que adquieren estas revistas y publicaciones de Valparaíso –no importa que la cubierta esté floja, que falten páginas. En algún momento histórico vinieron a nosotros ejemplares inencontrables gracias a la generosidad del poeta de Valparaíso, Eduardo Embry Morales -radicado en el puerto de Gran Bretaña desde donde zarpó el Titanic- que se llamaron: Piedra (1962), Círculo (1968), Poesía (1972), Jornadas de Primavera (1961), Bitácora (1963) que describimos en una crónica. También es de recordar la Revista del Círculo Literario de Quillota que dirigía la poeta Lucía Lezaeta que después se denominó Revista del Círculo ampliando su cobertura interior más allá de la ciudad nombrada. Haciendo historiografía literaria se puede afirmar que las revistas literarias y culturales tienen una vida azarosa, en otras palabras, no siempre poseen larga vida. Muchas veces se deben al sostén de quienes las crearon y mantuvieron. Este preámbulo que es una reescritura de lo que hemos consignado en otras oportunidades escriturarias nos hace desembocar en una nueva revista, cuyo nombre encabeza esta crónica.
El 2020 hizo su aparición WD 40, revista de poesía, ensayo y crítica. Nos encontramos ya con el número 5 en circulación, correspondiente a 2022. El comité editor está conformado por los escritores Felipe González Alfonso y Sergio Pizarro Roberts y cuenta con un consejo editorial donde figuran escritores/as y académicos/as. Es interesante lo que manifiesta el poeta Sergio Pizarro en una entrevista a raíz del primer número, en el sentido de que siendo una publicación de rigurosidad intelectual es alternativa a aquellas normadas por parámetros o metrajes de indexación. La revista tiene un título llamativo -en realidad, es una metáfora, y en cuanto tal nos sumerge en lo poético y en lo literario-. El complemento a la denominación titular indica la identificación escrituraria de las páginas: se trata de una revista de poesía, ensayo y crítica. Estos son los campos semánticos con que el lector/a se encontrará en su interior. La revista es posible de visualizar en formato digital, pero también en papel -en verdad, este es el modo que prefiero -como Benjamin-, aunque este no previó lo que vendría décadas después de su muerte, al contrario de Umberto Eco que sí pudo presenciar y experimentar el libro electrónico, aunque él también prefería el de papel. La revista es impresa en los talleres de editorial Bogavantes, que posee una impronta escrituraria y va dejando la huella para el futuro flaneur.
La revista en comento emerge en los tiempos de la pandemia del Covid que trajo consigo múltiples alteraciones en la existencia de la humanidad. La poesía y el arte -la literatura en cualquiera de sus manifestaciones es poesía, poiesis, creación, aprehensión del mundo estética- no pudieron estar ajenos a esta contingencia. La historiografía literaria ya sabrá indagar en ello. WD 40 es un nombre atípico. Puede parecer retórico, pero nos preguntábamos qué podrá significar aquello. No quisimos googlear, y optamos por la duda hasta que preguntamos directamente al poeta Sergio Pizarro, quien descorrió el velo y vino la iluminación: “El nombre de la revista alude al producto anticorrosivo que se usa para sacarle el óxido a los metales, muy útil en la costa. Un juego de palabras con el que se representa el estado de la corrosión actual en que se encuentra la poesía a nivel de lectura masiva y el afán antioxidante de nuestra perspectiva editorial”. Teníamos razón: es una metáfora perfecta. Los números publicados hasta el presente -tres de los cuales he podido leer en la versión impresa -Deo gratia- recogen en su contenido poesía, ensayo y crítica, cumpliendo fehacientemente lo prometido en la frase que sigue a la mención de lo antioxidante en el nombre de la publicación.
El número cinco contiene un interesante dossier -un préstamo lingüístico francés que indica la recopilación de documentos acerca de un determinado tema-, en torno a la editorial Bogavantes desde sus orígenes y la publicación de autores/as. Sobresaliente descubrir sus orígenes al alero de una universidad porteña por un grupo de alumnos y el apoyo de académicos, entre ellos uno que además es poeta (Adolfo de Nordenflycht/A. Bresky). El dossier es ineludible al momento de reconstruir la historiografía literaria porteña a partir de los años ochenta. Seguidamente, la revista entrega una selección de tres poetas (in) visibles como Hanni Ossott, Eunice Odio y Astrid Fugellie. El lector/a descubrirá a tres mujeres imprescindibles de la poesía lírica. La sección estrenos poéticos -acertado título como una cartera cinematográfica- nos muestra cinco poetas como Laia López, Carolina Pezoa, Rafael Rubio, Fergie Contreras y Joyce Olavarría. Sin desmerecer a ninguno, la lectura de los poemas de Rubio trae diversas reminiscencias estéticas como lector. Luego se nos presentan un poeta simbolista francés, Albert Samain y señales poéticas desde San Felipe, que es un registro poético de la producción lírica del valle del Aconcagua. Esto último es destacable por cuanto muchas veces se soslaya el quehacer escriturario situado más allá de los márgenes de la centralidad. Las pesquisas de Felipe González Alfonso acerca de autoprólogos alrededor de Valparaíso de la belle époque es otro acierto. Es la visión del flaneur. Finalmente, la revista se cierra con la sección Panorama de libros que recoge reseñas, críticas y comentarios de obras poéticas recientes.
En definitiva, sólo resta decir, ad multus annus, WD 40, que se inserta a la larga historia de las revistas de Valparaíso. Una revista que no sólo es significativa en su contenido sino también en el atrayente diseño y diagramación a cargo de Luis Riffo Escalona.
(WD 40. Revista de poesía, ensayo y crítica. N° 5. Valparaíso, diciembre de 2022. Impreso en los talleres de editorial Bogavantes. 108 págs.)
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…