Crónica literaria de Eddie Morales Piña
En una anterior crónica acerca de la poesía de Paulo Maluk hacíamos constar que en las solapillas de sus libros no había ninguna indicación acerca de su persona, exceptuando el lugar y fecha de su nacimiento: Santiago de Chile, 1973. En este nuevo poemario ocurre algo similar, pues no existen datos biobibliográficos. Estamos casi ante un poeta enigmático como aquellos personajes filosóficos, históricos y literarios borgeanos que sólo tenían existencia en su imaginación. Sin embargo, el paratexto que antecede a la estructura versal le entrega la consistencia existencial real. Quien escribe los prólogos es Rafael Rubio Barrientos -coetáneo suyo, por la fecha de nacimiento-, hijo del poeta Armando Rubio Huidobro. En este escrito resalta la forma grácil, condición que propicia la elevación del lenguaje del poeta Maluk. Sin duda que está en lo cierto. Pareciera ser que la poética de Maluk va por este sendero.
Habiendo leído más de uno de sus libros, creemos que la poética de Maluk se asienta sobre la base de la levedad, no sólo en la forma escrituraria sino en su más profundo ser interior. La levedad no es un menoscabo, sino, por el contrario, una cualidad esencial de la existencia, en este caso, poética. Es como la insoportable levedad del ser del escritor checo Milan Kundera. En la levedad del proceso escriturario de Maluk está escondida la elevación de la palabra, como dice el poeta Rubio. Dicha frase es muy significativa, pues la poiesis -en cualquiera de sus manifestaciones líricas- es la conditio sine qua non del acto poético. La elevación de la palabra mediante la levedad de esta es una de las grandezas de la poesía. El lenguaje poético desentraña y descentra las formas cotidianas de la lengua y las transforma en un habla particular que, en el caso del poeta Maluk, está en la levedad, lo grácil, lo tenue, que tiene -aunque parezca contradictorio- un peso existencial en la estructuración versal. La levedad, en este sentido, está conectada a una de las formas escriturarias de más antigua prosapia en la literatura universal como lo son los aforismos o los epigramas. Ambas maneras escriturarias refieren a una discursividad breve -la levedad- cuyo contenido es sentencioso, en otras palabras, siempre encierran una verdad; “Tanto pensar en la muerte/ abandoné la vida”. La poesía de Maluk puede ser catalogada en ambas categorías, Más aún, el hablante lírico que se despliega en los poemas suyos también es ingenioso, satírico y moralizante, aunque sea paródico, casi parriano: “Vivir lo encuentro caro/ dijo el tacaño”.
Por otra parte, y tomando en consideración los otros poemarios suyos, se puede entrever en la poética de Paulo Maluk una suerte de trasfondo religioso, en el sentido etimológico del término. Es un tratar de religar lo que está separado. En este sentido, se desprende una forma de lucha existencial en el hablante lírico entre el ser creyente y el increyente, entre el que ve la Luz y el que se ciega ante ella. To be or not to be. En cierto modo, en la levedad de la poética de Maluk hay una tremenda pregunta existencialista de un sujeto hablante que se debate en el combate: “¿Merecemos la muerte? / Merecemos la vida”.
“Cuando ando tonto/ ruego a Dios me sane/ Recupere el juicio/ me llene de gracia”. Este poema da inicio al segmento VI de la obra de Maluk, la cual está estructurada sobre la base del número VII, el número que indica la perfección desde el simbolismo numérico de la tradición judeocristiana, sin que esta significación tenga un sentido esotérico. Los exégetas medievales sabían discernir bien los sentidos de la numeración simbólica. El siete es la perfección, al contrario del número de la Bestia. Por eso que el hablante lírico en su lucha existencial -que a veces, es casi una agonía- no duda en invocar a la fe -una de las tres virtudes teologales-, aunque sea incipiente o de poca profundidad: “Buena fe/ la piadosa”. El poema con que abrimos este párrafo pone en evidencia el sentido del título de la obra poética de Maluk. Es una denominación que leemos sobre la base del religar. La portada es casi aséptica. Está limpia de cualquier diagramación ad hoc. Al centro destaca el título con letras aumentadas en el tamaño de la fuente. Allí sobresale la palabra gracia, en primer término. Este es el núcleo de la frase, pues el término luego de la conjunción copulativa viene a significar lo adjunto, lo que se pretende desdeñar. La palabra gracia tiene un sentido religioso que apunta al don gratuito de Dios con el fin de santificar nuestra alma. Se denomina gracia santificante. El hablante lírico sostiene que “Si no creyera en la gracia/ más desgraciado sería”. La desgracia, el vocablo, tiene más de una acepción, entre ellas, el saberse frente a una situación que produce dolor y sufrimiento. Indudablemente, estamos frente a una poesía no estrictamente religiosa. Es una aprehensión del mundo y de la existencia que parte de un hablante que se debate en la lucha -el título del poemario así lo expresa: “Cada letra es mi oración”. Sorprendentemente, entre medio de los poemas epigramáticos o aforísticos, aparece un excepcional soneto que, en cierto modo, responde a las interrogantes existenciales del hablante/autor/lector/a. He aquí el primer cuarteto: “Soneto de la vida socorre al desgraciado/ Quien le teme a la muerte por temor a la vida/ Alejandrino aliéntale y date prisa luego/ Y que muera a su muerte y no muera a su vida”.
En definitiva, la obra de Paulo Maluk no defraudará al lector/a. Es un texto que nos lleva a un poeta in crescendo. La dedicatoria a Armando Uribe Arce también es un paratexto que no puede soslayarse en el proceso de lectura.
(Paulo Maluk: La gracia y la desgracia. Santiago de Chile. Ediciones Quinta. 2022. 77 pág.).
A leer este comentario me invita a profundizar más en este libro que he llegado a mis manos verdaderamente me hace volar, volver a lo esencial, me da paz y esperanza. ¿Quién es Paulo??? Hay alguna posibilidad de buscarlo y hacer alguna entrevista personal???