Por Eduardo Contreras Villablanca

Lo primero que destacaría de “El escriba de San Blas”, de Bartolomé Leal, es que esta novela muestra la admiración, el respeto y el cariño del autor, por esa ciudad, por Cusco, su cultura, su arte y su patrimonio. Todo texto literario debe tener una buena historia que contar, entorno y personajes bien construidos. Me referiré a estos tres elementos, pero comienzo por referirme a ese entorno de la ciudad, y trataré de reflejar lo que esta novela transmite citando uno de los párrafos del texto: “La grandeza de Cusco, como tantas ciudades vivas, es su permanencia, las ciudades son mejores que las personas. Pueden alcanzar la eternidad: Mientras no lleguen los facinerosos, los hijos de puta, los adoradores del lucro, que son capaces de destruirlo todo si ven allí algún negocio jugoso… O los vándalos, los saqueadores, los incendiarios, por suerte poco comunes en el Perú”.

La novela es una invitación a conocer el Cusco y su cultura, creo que si la lee alguna persona que no ha estado nunca ahí, se sentirá motivada a ir y conocerla. Y para quienes conocemos esa hermosa ciudad, resulta muy grato recorrerla de nuevo, visitando los lugares en los que investigó José Leal Cocharcas, el detective especializado en delitos culturales, que protagoniza esta novela.

Paso ahora a hablar de ese personaje. Leal Cocharcas es profesor de historia del arte e investigador de delitos culturales. Le conocíamos de la novela anterior “En el Cusco el rey”, cuando investigaba el robo de pinturas religiosas coloniales. Esto es una innovación: dentro de los géneros policial y negro estamos acostumbrados a asesinatos, a cuál más cruel y sanguinario, el propio Bartolomé Leal, en sus más de veinte obras publicadas, suele tener investigadores abocados a crímenes muy truculentos. En el caso de José Leal Cocharcas, los crímenes más deleznables son los que atentan contra el patrimonio y la cultura de Cusco, otra muestra del amor de este autor por lo que esa ciudad representa.

Respecto a la historia, esta vez ha desaparecido un manuscrito recién descubierto, un texto escrito en el siglo XVII, que podría ser la tercera picaresca escrita en Latinoamérica, una obra que se podría clasificar en el periodo tardío de la picaresca. La estrategia narrativa tiene al menos tres “ganchos” o recurso que van captando la atención de las y los lectores: la investigación sobre el robo del manuscrito, el descubrimiento paulatino de fragmentos del texto antiguo, que va surgiendo por entregas a medida que José Leal Cocharcas encuentra trozos sueltos en fotocopias, fotos (impresas, de las antiguas) y otras fuentes, es decir, hay otra historia dentro de la novela, que es esa que narra el escriba de San Blas, y que vamos conociendo de a poco a través de estos descubrimientos. Y por último, las misteriosas muertes de las que el detective se va enterando, y que podrían guardar alguna relación con el robo del manuscrito. Tres recursos muy propios del género policial y negro, que se caracteriza por mantener atrapados a los lectores con sucesivas sorpresas.

Otro elemento del género negro clásico, es el personaje de la femme fatal, en este caso Malena, a quien también ya conocíamos de la precuela “En el Cusco el rey”. Una femme fatal andina, que a través de sus encantos incide en el detective, y que permanece envuelta en un cierto halo de misterio, entregando información clave de forma muy dosificada, y mostrando a veces cierta ambigüedad en sus lealtades.

Quiero finalizar recomendando la lectura de esta obra, en la que la ciudad es un personaje más, y no puedo dejar de mencionar el rol de la cultura en la unión de los pueblos, en un mundo en que muchas veces los intereses mezquinos de unos pocos nos han dividido, la cultura y las artes hermanan de alguna forma a nuestros pueblos. Esta segunda novela cusqueña, escrita por un autor chileno, que también tiene obras ambientadas en La Paz, Kosovo y Kenya, entre otras ciudades, como ya he señalado, invita a zambullirse en el conocimiento del arte, la cultura y el patrimonio de Cusco, es lo bonito del rol del arte. ¿Cuántas personas en el mundo habrán conocido algo de Chile por haber leído a Neruda, o escuchado las canciones de Violeta Parra? Ojalá, de esa misma manera, muchas personas en Chile, que no conozcan y no hayan experimentado de cerca la grandeza de Cusco, al leer esta novela se motiven a hacerlo.