Por Ramón Díaz Eterovic

Fragmento del texto leído por Ramón Díaz Eterovic en la presentación de “Futón o cómo vengarse del jefe de tu esposa y convertir el odio en justicia” en el Encuentro de Narrativa policial “Puerto Negro” que se realizó en Viña del Mar los días 20, 21 y 22 de octubre 2022.

Semanas atrás, Gregory Cohen me escribió para contarme que había publicado una novela policial y que deseaba presentarla. El bichito de la curiosidad me atacó con su alevosía de costumbre y rápidamente abrí los archivos adjuntos y encontré la portada del libro. Me recordó a esas novelas policiacas de bolsillo que llegaban de la Argentina o México: las colecciones Cobalto, Pandora y Caimán, entre otras. Portadas colorinches en las que solía estar una muchacha atractiva, semidesnuda y seductora, cuando estaba viva. O bien, rodeada de una mancha de sangre que parecía a punto de deslizarse más allá de los límites del libro. Novelas de la época en que las mujeres entraban en los relatos policiacos sólo como víctima o mujeres fatales. Pensé que mi amigo Gregory no podía andar por senderos tan tradicionales de la narrativa policial. Pensé en trampas, secretos inconfesables, giros inesperados en la trama, y no me equivoqué. Todo diálogo entre esas novelas policiacas tradicionales y la novela de Gregory Cohen llegaba hasta la portada; porque si bien es cierto que él tiene simpatías y acercamientos con la novela policial, lo suyo va por el lado de buscar una arista especial y hacer lo que hoy en las academias se empieza a llamar la antinovela policial, la que en términos generales se entiende como aquella novela que usa los elementos del género policial (investigador, pesquisa y enigma) para crear textos aparentemente policiacos pero que se desarrollan hacía temas que finalmente escapan a lo meramente criminal o al menos se alejan de las ideas previas planteadas inicialmente en el relato. Pasan cosas que distorsionan la idea que suele tenerse de un relato policial: el enigma pierde importancia, las pistas se diluyen en reflexiones de distintas índoles, los criminales no son lo que se espera, y el investigador suele estar más interesado en descubrirse a sí mismo que a criminales desconocidos. Esto lo hizo Carlos Droguett con una novela que publicó en 1972 y que fue reeditada hace unos meses: “El hombre que había olvidado”; lo hizo Bolaño en algunas novelas, y antes que Bolaño lo hizo el mismo Gregory Cohen cuando publicó “El mercenario ad honorem” su primer acercamiento a la novela criminal, y en la que un publicista contrario a la dictadura, de la noche a la mañana, se convierte en un improvisado detective.

El ya mencionado Droguett dice al inicio de uno de sus cuentos que “un muerto puede ser un buen pretexto para cualquier cosa”. A esto, Cohen podría agregar que sólo la idea de matar a alguien es un elemento suficiente para sostener una intriga policial. Su novela empieza cuando el protagonista, Futón, decide matar al jefe de su esposa, un tal Fontana que la maltrata en el desarrollo de su trabajo. No puede permitir que su esposa sea víctima de atropellos laborales. Futón considera que su decisión se orienta hacia lo que llama una venganza ética, aunque más adelante, y celos mediante, la traduce en una simple revancha. Futón es un ingeniero civil que se declara normal y observador, característica esta última que a su juicio le permite “penetrar en las pesadillas y secretos mejor guardados” de la gente. Futón es un tipo que reflexiona sobre cada uno de sus actos; un obsesivo que desconfía de la realidad que vive y que es capaz de transformar sus más dulces sueños en pesadillas horrorosas. Es todo un personaje este Futón y a veces cuesta seguir sus razonamientos.

Cuando se conoce la decisión de Futón, uno cree que en un par de capítulos más el desalmado jefe será un frío y sereno cadáver. Pero, no. Sucede que Futón es un sujeto analítico, atento a las voces que lo rodean y a las que cree escuchar desde su interior. Como buen ingeniero decide elaborar un modelo matemático que sirvan para analizar las características de su potencial víctima, las que obtiene a partir de las cosas que de él le cuenta su esposa Belén, y de lo que averigua del seguimiento que hace del señor Fontana. Todo va bien, el modelo comienza a llenarse de información y parece de utilidad hasta una tarde en que la esposa de Futón dice que su jefe es tierno. ¿Tierno? Se pregunta Futón. Tierno se responde a sí mismo y la palabra repetida un par de veces descompone el ánimo y altera los objetivos del potencial asesino. Aparecen los celos y arde Troya al interior de Futón.

¿Qué pasa después de esto? No lo voy a decir. Más de uno me acusaría de contar el final y como todo sabemos, parte de la gracia de toda novela, y en especial de una novela policial, es llegar al final con la curiosidad viva. Si puedo comentar que en buena medida la investigación con motivaciones criminales replantear el modelo matemático e incorporar más información. Se convierte, en parte, en la indagación que hace Futón de su infancia, de su vida junto a sus padres, y de una cálida relación entre Futón y su cuñada. A esto se une el recuerdo de una relación algo complicada con su madre y unos sueños en el que aparece el secretario de Pedro Aguirre Cerda, y un viejito que lee El Siglo, y por cierto la culpa, la maldita culpa que acompaña a Futón desde su infancia. Freud, Groucho Marx y el Marqués de Sade servidos en la misma bandeja. La realidad, la fantasía, los sueños. Todo se hace frágil y laberíntico en la existencia de Futón, hasta el punto de que llega a confesar que escribe: “Todo lo que mis propias voces me decían desde lo más profundo de mi mente y de mi alma. Me puse a copiar todo lo que me decían directamente mis pensamientos”.

Si en las novelas policiacas el culpable puede llegar a reprocharse un asesinato, en “Futón” el protagonista se reprocha y culpa de imaginar un asesinato, de efectuar una venganza que sólo ha estado en sus pensamientos, tal vez como le puede pasar a cualquiera que de pronto se ve afectado por una injusticia o un impulso rencoroso. ¿Un falso policial o un policial que trastoca en parte su orden? La investigación no se basa en un crimen efectivo, sino que en las intenciones y en las acciones que se desarrollan antes de cometerlo. Y luego, y para complicar las reflexiones que hemos ido conociendo a lo largo de la novela, está el sentimiento de culpa que parece inmovilizar a Futón. La policía y los jueces no tienen nada de que culpar a Futón, pero él se sabe culpable de idear una trama delictual, y de algún modo padece porque considera que la ley lo ha despojado de toda responsabilidad.

Mientras leemos esta novela asistimos al espectáculo de un hombre que transita de la inocencia a la culpabilidad de un crimen que imagina. Si finalmente cruza sus límites no importa mucho. Lo que interesa en esta novela es la constante reflexión del protagonista, sus recuerdos, sus sueños, sus fantasías, o cómo el mismo lo señala, su deseo de “ser un espectador oculto y silencioso de las alegrías y las miserias humanas”.

“Futón” no es una novela policial convencional. En ellas se modifican y amplían las fronteras del género y los límites entre la ficción y la realidad -como suele pasar en los textos de Gregory Cohen cambia de una página a otra. Nos llenamos de dudas y preguntas, y al fin de cuentas, eso se agradece, porque se constituye en el principal misterio a resolver en esta compleja, divertida y siempre interesante novela de Cohen.


“Futón o cómo vengarse del jefe de tu esposa y convertir el odio en justicia”.
Editorial Puerto de Escape. Santiago, mayo de 2022.