Los siguientes comentarios sobre dos obras del escritor Juan Mihovilovich son de Camilo Marks y aparecieron en “Página abierta. Revista de Libros. El Mercurio. 5 de junio 2022”
por Camilo Marks
Comentario sobre la novela Tu nuevo Anticristo (Simplemente Editores, 97 páginas, 2021) y Teoría del espanto (cuentos de la UCM, Talca, 2021, 190 páginas)
Juan Mihovilovich es uno de los escritores chilenos más prolíficos y, hasta cierto punto, versátiles del presente. Autor de más de una quincena de libros, si bien su fuerte es el relato breve, se ha aventurado con bastante éxito y también ha sido premiado por algunas de sus novelas: El contagio de la locura, Yo mi hermano, a las que deben añadirse notables publicaciones: La última condena, El ventanal de la desolación, Restos Mortales, Grados de referencia, Bucear en su alma, entre otras.
Tu nuevo Anticristo, su más reciente título, es un texto difícil, cuando no imposible de clasificar. Compuesto en primera persona, el narrador se dirige en todo momento a su hermano, Vicente. “Quiero escribir sobre ti. Es una decisión que me cuesta asumir. No niego el dolor que me ha casado tu partida. Quisiera evadir hablar de mí, aunque resulte inevitable hacerlo. Ignoro qué valor pueda tener y en estricto rigor no debieras importarme. Ya está claro a estas alturas que eres tu quien ha muerto”.
Poco a poco Tu nuevo Anticristo se va hundiendo en un clima de desesperanza, desánimo, desamparo y, hay que decirlo, cierta languidez. Carente de diálogos, de personajes e incidentes, de episodios memorables, la trama se desarrolla a manera de un monologo interior, o, mejor dicho, soliloquio, en el que quien se dirige al hermano fallecido comienza a delirar en un tono semiapocaliptico.: “La única forma de superar la idiotez humana es confiando en los demás, en no mirar a los otros como si fueran enemigos.”
Tu nuevo Anticristo claramente hunde sus raíces y en gran parte se basa en la pandemia del covid- 19. Está claro que a Mihovilovich no le interesa la enfermedad en sí, pues la toma como metáfora del estado actual de nuestra cultura y civilización. En la novela, que en rigor corresponde, a ese género tan poco tratado entre nosotros, la novela breve, todo es enigmático, el sueño y la realidad se interponen, de manera que no sabemos si ello corresponde a la imaginación del lector o al creciente desvarío de quien está relatando: “¡Dios, ayúdame o devuélveme a la vida”! El ambiente se vuelve crecientemente alucinatorio: Fanny Torres, un carácter secundario, posee el poder de sanación sobre los peores accesos que afectan a Vicente. Le dio horas de afecto sincero y abrió su interior para mostrar ese afecto infantil que él había instalado en un desván de sentimientos abandonados. Es habitual que ella describa visiones propias, despliegue otros universos, transfiguración de la materia, sueños futurísticos sobre calamidades o alteraciones planetarias. Escuchó la voz de Dios. ¿Cómo puedes estar segura?, fue su interrogación, dudando de su discernimiento. Dijo: “Sentí un sonido majestuoso, las paredes se estremecieron y una luz plateada inundó la estancia. Había escuchado la voz de Pedro y lo asoció, evidentemente, con el fundador de la Iglesia Católica: piedra sobre piedra, ¿lo recuerdas?”
El mensaje era, por cierto, la resurrección de la raza humana, el retorno del Cristo por medio de su discípulo más simple, el nuevo Bautista que vaticinaría en corto plazo el surgimiento de otra civilización. El narrador escucha estas voces en silencio, intentando sentirlas como auténticas. Puede bien ser un desvarío o la necesidad de un misticismo creado por la urgencia del cariño generado por sus visitas. Y le describió un extraño incidente –uno de los escasísimos que hay en este volumen- que le sucedió al ir a pasar el Año Nuevo a la casa de su hija en la capital: un chófer de taxi, de imponente estatura, ojos azules y cabello blanco, le había parecido un ser de otro planeta y en el trayecto le habló de la supuesta existencia del Anticristo como coacción pasajera, es el virus que nos asolaba era un sino ineludible que acabaría con una significativa porción de la humanidad. Esta historia sin historia, deviene en una suerte de pequeño manual del desconsuelo.
Es innegable que el fuerte de Mihovilovich son los cuentos, y así lo comprueba Teoría del espanto, excelente recopilación de cuarenta y una narraciones exiguas, que van del mini cuento tan en boga, a la historia más dilatada. Casi todos los personajes son niños y un ben ejemplo es “Tenía mi mundo”, en el cual un infante es tratado como una rareza. O bien “Bucear en su alma”, donde un chico con Síndrome de Dawn posee una singlar dulzura propia de ellos y tendría origen en los peces y en mundos líquidos. “El clasificador”, en cambio, expone la rutina de un funcionario de correos que repasa nombres y direcciones que por meses se van repitiendo. Delfín, así se llama el antihéroe, en ocasiones es sorprendido entonando boleros, baladas y hasta rancheras “cuyo motivo central es una carta, que no llegó, que llegando dijo lo que no debía, que rememorando llora una ausencia o invoca la propia soledad”.
Obviamente, es imposible referirse a casi una cincuentena de crónicas que exponen lo mejor de Mihovilovich. Sin embargo, resulta palmario que el mejor modo de acercarse a este prosista talentoso, que en ambos tomos que hemos reseñado muestra casi siempre desolación, es, qué duda cabe, la narración breve.
Camilo Marks
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…