Mixturas. Tres ensayos sobre literatura chilena (González Vera, Cornejo y Quevedo) de Daniela Pinto Meza.
Crónica literaria de Eddie Morales Piña.
En más de una oportunidad hemos escrito en estas crónicas que las portadas de los libros son paratextos, es decir, ellas nos indican metafóricamente lo que vendrá a continuación una vez que comenzamos a ingresar en las páginas de las que son una obertura. En el caso de este libro de Daniela Pinto Meza, la portada nos muestra una casa en un plano significativo en la diagramación de la imagen. Hacia esta morada se dirige una persona que camina, pero que es desproporcionada a la figura central. Un/a lector/a se podrá preguntar sobre la simbología de lo que nos propone la portada. Sin mayor cuestionamiento la casa indica la habitabilidad, en otras palabras, el lugar en que los seres humanos encontramos nuestra condición de ser. La casa viene a significar el locus, el espacio, donde realmente somos. La ausencia de este locus es la indefensión y la indigencia. Sobre la parte superior está el título Mixturas y luego el subtítulo: Tres ensayos sobre literatura chilena (González Vera, Cornejo y Quevedo).
Entre el título y el subtítulo hay una relación encubierta que sólo la lectura de la obra revelará. El término que utiliza Daniela Pinto para identificar el texto es casi poético. La palabra mixtura no siempre la encontramos en el lenguaje coloquial. A nosotros como lectores nos trae resonancias de un entretejido. En sentido estricto el tejido es una trama, un urdido, que va conformando una imagen. El tejido tiene un plano inmediato y un envés, en otras palabras, la cara oculta. Desde esta perspectiva, Daniela Pinto lo que hace es, efectivamente, presentarnos en su labor exegética y hermenéutica el trasfondo de la habitabilidad. Por otra parte, el texto que se nos propone está dentro de una categoría específica de la textualidad. Se trata de tres ensayos. En consecuencia, el/la lector/a se enfrentará a una discursividad profundamente analítica y meditativa desde una perspectiva personal acerca del objeto que provoca la reflexión y la propuesta que la autora nos hace evidente en el proceso de lectura. La autora ha incursionado en esta modalidad discursiva en otras oportunidades, como en Amor y política en Agustín de Hipona. Una visión crítica (2018). Por último, el texto está encapsulado en la literatura chilena donde nos presenta a un autor que está en canon de dicha literatura -González Vera- mientras que los otros dos han sido casi ignorados o situados en los márgenes: Cornejo y Quevedo.
Dada la formación filosófica de Daniela Pinto la mirada del ensayo que aborda a los autores nombrados -José Santos González Vera, 1897-1970; Luis Cornejo Gamboa, 1925-1992; Franklin Quevedo, 1919-2012) está sustentada sobre conceptos que pertenecen a este ámbito. Lo interesante de la reflexión hermenéutica es que la autora logra aunar lo filosófico con lo literario. De este modo, tenemos en los tres ensayos una suerte de filosofía de la literatura puesta en acto, lo que sin duda es un ejercicio saludable desde el punto de vista crítico. En la propia autora ambas formas de la cultura están presentes, por cuanto es también una especialista en el discurso ficcional.
El eje con el que aglutina los tres ensayos con los correspondientes autores y obras seleccionadas -que pertenecen a la nomenclatura del cuento: Vidas mínimas, Barrio bravo y Todos seremos rosados- para el tratamiento de la questio, la pregunta esencial, para ir al quid del asunto, sin duda, que está en relación directa con la imagen de la portada y lo que hemos denominado la habitabilidad. Se trata de considerar a los tres autores sobre la base del tratamiento que hicieron en sus producciones literarias del estar en el mundo, en el locus, que, en este caso, especialmente, en Cornejo y Quevedo son espacios marginales, donde la indefensión se hacen manifiesto. La casa transformada en covacha, rancho o conventillo. El tema en la literatura chilena ha sido narrativizado en varios autores/as a lo largo de la historia -no podemos olvidar las obras del denominado realismo social-. Lo significativo de la obra de Daniela Pinto es que desplaza el horizonte al realizar la lectura de los tres autores, pues no sólo se trata de visibilizar el contexto histórico-social en que se ambientan las obras, sino en detectar una cosmovisión existencialista en quienes viven la trama. Sin hacer una relación entre sujeto autor y sujeto relator de las experiencias narradas, la imagen que se nos despliega en la lectura es una perspectiva vitalista de la ensayista que se condice con la ficcionalidad de González Vera, Cornejo y Quevedo. No podemos soslayar que un autor del canon de la literatura chilena en más de una de sus obras -como lo fue Manuel Rojas en Hijo de ladrón- apuntó también en la narratividad a aspectos que Daniela Pinto visualiza en sus ensayos mediante un acercamiento fenomenológico y existencialista. Las situaciones límites también la vivió Aniceto Hevia.
En una suerte de conclusión, Daniela Pinto entrega la clave de la lectura realizada por ella. Casi al finalizar nos devela el modus operandi de su exégesis y hermenéutica: “…en cada apartado se utilizó un término que constituyó el soporte por el cual se desplegó el análisis; Por ejemplo, González Vera y sus Vidas mínimas se analizó siguiendo la noción de vivencia y de clave sensitiva como una apropiación del cuerpo y de las experiencias de habitar un lugar”, mientras que en el ensayo sobre Cornejo apuntó a la heterogeneidad, “en tanto aproximación a una crítica social que recae, como sucede con los otros relatos, en la idea de subalternidad”. Por último, a Quevedo lo analizó sobre la base de la noción de situación límite, es decir, el momento en que un sujeto se enfrenta su ser y logra trascender.
En síntesis, la obra ensayística de Daniela Pinto es una interesante y recomendable aproximación a tres autores de la literatura chilena contemporánea que logra entrelazar literatura y filosofía.
(Daniela Pinto Meza. Mixturas. Tres ensayos sobre literatura chilena (González Vera, Cornejo y Quevedo). Santiago: RiL editores. 2022. 126 pág.)
Durísimo cuento. Atento a las obras de este autor valdiviano.