Desde Atenas, Jaime Svart envía un poema en el que invoca la paz que todos deseamos.

por Jaime Svart, Atenas

la que disuelve los ejércitos
la que trae y nos obliga a traer la tan ansiada Paz

y que frente al Acrópolis y en el Pnix castigarán a los codiciosos y a los vendedores de armas

ah, inmundas guerras… solo unos pocos se enriquecen

la mayoría cada vez más pobres…

malditas guerras… hay que ayudar a liberar a la paz… sacarla del profundo pozo profundo donde la tienen encerrada y prisionera…

ya van miles de refugiados… miles de muertos… niños caminando solos…

furioso por tanta estupidez humana y tanta barbarie… de la guerra…

si hasta los dioses se mudaron de la Tierra furiosos por tanta maldad…

la guerra es el más grande fracaso del ser humano… ay, este sinsentido que llamamos guerra donde todo se reduce a cenizas… muertes… desarraigos… páramos de cenizas… hombres y mujeres sin esperanzas…

en una nave que zarpa de puerto seguro a destino desconocido… un mundo que hace guerras y nos conduce al infierno… un capitán de barco que zarpa a horizontes lejanos…

y el amor dónde quedó… y el amor que es lo más dulce y lo más amargo de la vida…

y Lisístrata dónde quedó… cuándo llegará la tan anhelada Paz. Junto a las cosechas a los frutos a los dulces higos y al etéreo vino…

Cuándo llegará la Paz plétora de bailes canciones y erotas… y la paz dónde está…