por Miguel Lawner

“Prohibido Prohibir”

Paris, mayo de 1968.

La Corporación Cultural de Las Condes canceló la presentación de una adaptación de «Las tres hermanas» del autor ruso Anton Chéjov (1860-1904) debido a las posibles «sensibilidades» que podía «herir» ante la guerra lanzada por Rusia en Ucrania. Es un hecho vergonzoso, que ha pasado casi desapercibido en nuestro país y que tenemos la obligación de rectificar.

Al prestigioso director de orquesta ruso Valeri Gergiev, le acaban de cancelar sus presentaciones en Munich, Milán y Rotterdam, por no pronunciarse contra la invasión rusa a Ucrania. Además, su agencia de representación anunció que deja de contarlo entre sus artistas. Por otra parte, Tugan Sokhiev, otro director de orquesta ruso, ha anunciado su dimisión a conducir la Orquesta Nacional de Toulouse. Sokhiev, considerado uno de los directores más importantes en la actualidad, ha denunciado múltiples amenazas y la inconcebible «cultura de la cancelación» que enfrentan en estos momentos, artistas, actores, cantantes y bailarines rusos.

¿Puede alguien imaginarse que, en conocimiento del genocidio gigantesco practicado por Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, la humanidad hubiera resuelto prohibir conciertos con obras de Beethoven, Bach, Brahms o dejar de publicar las obras del insigne poeta, dramaturgo y filósofo alemán Friedrich Schiller?

¿Puede alguien promover la prohibición de las obras escritas por los escritores norteamericanos Ernesto Hemingway y John Dos Pasos o la reproducción de los conciertos dirigidos por Leonard Bernstein, a raíz de las masacres cometidas por las tropas norteamericanas en las invasiones de Vietnam, Irak, Libia, Yugoeslavia, Siria o Afganistán?

Los valores culturales son universales, trascienden por encima de todas las fronteras, de todas las vicisitudes políticas o sociales.

La caza de brujas en el campo de la cultura, promovida hoy por Estados Unidas, es una réplica de la que ya cometió ese país al término de la Segunda Guerra Mundial, encabezada por el senador Joseph Mac Carthy, que obligó a Charles Chaplin a emigrar para siempre de los EE.UU. y que afectó a tantos notables artistas como Leonard Bernstein, Carl Foreman, John Garfield, Arthur Miller, Robert Rossen y Dalton Trumbo, entre muchos otros.

Estamos enfrentando el montaje universal más siniestro, jamás conocido hasta ahora, emprendido por los EE.UU. y la OTAN, destinado a desinformar groseramente lo que ocurre en Ucrania, amparando el resurgimiento de organizaciones de corte claramente nazista, que han cometido gravísimos crímenes de guerra en Ucrania a partir del golpe de estado ocurrido el año 2014 en dicho país, las cuales motivaron la intervención de Rusia, en amparo de la población de origen ruso, mayoritaria en gran parte del país.

Creo que nosotros, representantes del Arte y la Cultura chilena, no podemos dejar pasar la decisión de la Corporación Cultural de Las Condes, porque mañana puede extenderse a cualquiera de quienes rechazamos semejante atentado contra la cultura universal.

Es muy oportuno, a juicio mío, recordar hoy las palabras inmortales escritas por el pastor luterano alemán Martin Niemöller, generadas por la indiferencia y la cobardía de los intelectuales alemanes que permanecieron mudos ante los crímenes del nacismo. Aquí las recordamos:

«Primero vinieron por los socialistas,

y yo no dije nada, porque yo no era socialista.

Luego vinieron por los sindicalistas,

y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista.

Luego vinieron por los judíos,

y yo no dije nada, porque yo no era judío.

Luego vinieron por mí,

y no quedó nadie para hablar por mí».

Miguel Lawner
07.04.2022.