Henry Ariemma (Los Ángeles, EE.UU., 1971). Poeta, reside en Roma. sus poemas han aparecido en revistas y litblog especializados. Con Un gallone di kerosene fue finalista (2020) en el premio internacional Gradiva, Anterem, Carver. En 2021 fue traducido al inglés para las publicaciones de Gradiva. Chiara de Luca (Italia) es poeta, fotógrafa, videógrafa y traductora de inglés, francés, alemán, español, portugués y holandés. Traductora de los dos poemas de Ariemma que entregamos para su lectura.

CON UN VIENTO

Con un viento siempre suave
acompañaba presente sol:
era como al mar por encima
de las rocas en esas montañas
blancas talladas todas
respirando vapores de hierbas
cortadas perfumadas a flores
y tú leyendo en las escaleras
como sobre los diez elefantes
de marfil para subir y pedirte
–destino burlón– quién sabe qué
que no recuerdo, y dijiste:
«tienes el almuerzo contigo, así que siéntate».

Principio con muchos almuerzos
encuentros entre distantes, en tres
o cuatro con tus amigas…
Amigo caballero encontrando espacio
indistinto para verte
pero de vez en cuando sucedía el saqueo
bucanero que veía lejos
tesoros, que hay que vaciar enseguida…

En la torre blanca contigo
siempre en esas horas que daban
justo sol en cada estación:
otros encallaban soldados
al mediodía que se iba,
ocupados yendo para casas…

Y llenamos silencios vacíos
hablándonos de ojos
bajo las mil palabras de compromiso
hechas páginas exterminadas
como de terrones a las tierras para sembrar:
días lentos de una película
sin velocidad a los gestos
medidos, enjaulados por el fluido
griego de las miradas al tratar
propias carnes jóvenes
en la línea mortal.

Y eran tus ojos
los que hablaban y los de la amiga
interesados, el juego adecuado
para perder todo…

Llevaba el pelo negro
recogido a los tuyos y la curva
de la sonrisa revelaba los dientes,
acuerdo sutil en teclas
blancas sobre los labios:
un buen sonido el suyo
pero tú eras música.
 
ME TOMA LA MANO

Me toma la mano,

invertido papel poderoso

de hoy, pero quizás de siempre

a quien hospeda en casa amor.

No le di importancia, de hecho

susurré que no sabía

cuál de las dos, escondiendo

evidencias, pero ella esperaba

diciendo: «¡declárate!»

Palabras hermosas: eres tú o ella.

Pero silenciosa de pelo

suelto, ¿lo querías?

Ese sí era del tamaño de un mar

esperando gestos tangibles.

Y si te pido, vamos a la villa

vecina y ven, ¿es tangible?

Yo diría como el mar, a menos que

se espera mar desde el faro.

Vamos a villa Torlonia, dices

cerca de nuestros estudios y caminando

escuchas las ambulancias de un accidente

de tráfico cerca del hospital y preguntas:

«¿Qué ha pasado?» … y estás a punto

de detenerte y te digo que no nos importa

para demostrar que yo quería que nada

se supiera entre nosotros, pensando: ¿quiero

comerte viva con besos y piensas en otra cosa?

Ese gesto tangible esperábamos

tontos hablando, cuando era yo

el gesto que hacía devenir paraíso

los jardines vinculados a tu belleza

porque la fuente respetaba el código:

dame tu señal

como tu amiga la mano…

Caminamos sobre la tierra ocre

rozando las flores que no somos,

secas fuentes sin nuestros besos

al borde sentados en cóncava mano vacía.

Las palmas umbertinas y los pinos

cerca de los cipreses hablaron

para nosotros el resto al castillo cerrado:

nosotros jóvenes llenos de otros días

pensamos que como estos

otros eran presagios de eso,

tan llenos…