KAWAKAMI, Hiromi (2021): De pronto oigo la voz del agua, Penguin Ramdom House Grupo Editorial, Alfaguara: Barcelona, pp.189.
Por Berta López Morales
“Sabemos que la unión de nuestros cuerpos no prueba nada y por eso hacemos el amor en paz” p.175
Hiromi Kawakami (1958, Tokio) es una escritora japonesa que se dio a conocer en 1994 con su libro Kamisama, colección de cuentos que le valieron el reconocimiento de sus lectores y de la crítica que le concedió el Premio Pascal. A esta obra se suman otras publicaciones entre novelas y relatos tales como: El cielo es azul, la tierra blanca: Una historia de amor (2001), Algo que brilla como el mar (2010), Abandonarse a la pasión: Ocho relatos de amor y desamor (2011), El señor Nakano y las mujeres (2012), Vidas frágiles noches oscuras (2015), Amores imperfectos (2016), Los amores de Nishino (2017) recibiendo importantes premios que se suman a los aplausos de un público fiel, que la ha convertido en una de las escritoras más leídas y premiadas de Japón. Las traducciones al español, alemán, inglés, francés e italiano han incrementado el número de lectores de la cultura occidental, seducidos por su delicada prosa, a veces poética, por las historias narradas y los imposibles que cruzan la vida de sus personajes, situaciones extrañas, recuerdos y sueños que dan cuenta de un equilibrio misterioso, obscuro e inexplicable para nuestra cultura.
De pronto oigo la voz del agua, sinestesia que nos introduce en la memoria, la melancolía y una nostalgia no bien descifrada ya sea por el tiempo transcurrido o porque la narradora prefiere el ocultamiento, dejando que los recuerdos y mínimos diálogos nos envuelvan en un mundo de apariencias, de realidades engañosas, de amores difíciles de imaginar y vivenciar: nada de lo que se muestra es la realidad, la apariencia circula sin estridencias. Existe un sentimiento culposo cuya expiación queda siempre en suspenso para quienes lo viven y para el lector, que al igual que Nahoko o Takeji acompañan a los protagonistas sin mayores cuestionamientos.
De pronto oigo la voz del agua, narra la vuelta y convivencia de dos hermanos Ryo y Miyako a la casa de sus padres, la que se mantuvo cerrada por diez años, luego de la muerte de la madre, figura tutelar del hogar. La madre, personaje principal, es calificada como una mujer interesante por Ryo, es recordada por el padre y los hijos con respeto y admiración. Esta, a veces se presenta en sueños a Miyako provocándole sentimientos encontrados, pues su sola alusión la intranquiliza y llena con su presencia la vida de la protagonista, que no logra encontrar su lugar en el mundo. La madre ha sabido mantener el arcano que encierra su vida y cuyos hijos no aciertan a conocer del todo, pero que aceptan como natural, pese a la revelación de Takeji; del mismo modo, que han aceptado el desarrollo de sus propias vidas, no convencionales e impenetrables a los ojos de quienes los rodean. Después de 17 años deben dejar la casa destruida por un terremoto para continuar con sus vidas siempre unidos, en una relación intensa, prohibida, inextinguible, donde el agua, “es una corriente viva, pura, sin intención, un agua que discurre por los confines de un mundo lejano”.
Hiromi Kawakami nos lleva a esos confines impenetrables del alma humana, a esas vivencias tamizadas por el recuerdo, donde los personajes vuelven a los lugares de la infancia y la adolescencia, a ese pasado “compartido con alguien” donde la fragilidad humana es presentada como la fragilidad de los cerezos en flor, como un atardecer o una puesta de sol única, porque está acuciada por el instante supremo de la revelación de un sentimiento, que invade y agosta al sujeto que lo padece. La autora se empeña en tensar la sicología de sus personajes en el silencio, en los sobreentendidos, en palabras dichas a medias, en pasiones y dolores que no se declaran, pero que se muestran a través de los cuerpos, en un tiempo inconmensurable “como pliegos que se enrollan y desenrollan sin parar”. Esta novela espejo, que nos habla de relatos de vida, nos sume en una realidad velada y prohibida.
De pronto oigo la voz del agua, es una novela que rompe con nuestras convenciones y convicciones, que nos interroga sobre otras culturas, sobre las soledades, sobre la modernidad y la tragicidad de vidas llevadas al límite, que no ofrecen explicación, solo son. El paisaje, los interiores de una casa, de una habitación, la oscuridad, los silencios, el canto de los milanos o de “ese pájaro con su canto breve y profundo” que simboliza quizás las turbulencias del alma de Miyako. Relato en que la intimidad y el amor se ofrecen al lector con una naturalidad desafiante que, sin embargo, la escritura con sus silencios impone el desafío de comprender ese mundo de seres, que buscan su lugar expiando o callando sus culpas, deseando descifrar los acertijos que les ha impuesto la vida, rechazando la soledad y la fugacidad de esta.
Cualquier parecido con la realidad sólo coincidencia.