Crónica literaria de Eddie Morales Piña
Recientemente hemos leído un texto de poesía que tiene un carácter excepcional. En este tiempo leer poesía pudiera ser un ejercicio inoficioso, sin sentido, en medio de un mundo que se aleja cada día de lo útil -como pareciera ser este mester- y se adentra hace tiempo en senderos que privilegian el consumismo y el materialismo, donde la belleza del acto creativo en cualquiera de las artes pareciera estar ausente. Por tanto, leer poesía nos sumerge en un tiempo y en un espacio diferentes. Siempre la poesía será un acto y un ejercicio saludable para el espíritu. La belleza -expresión visible del bien- salvará al mundo, dijo Dostoievski. Es lo que experimentamos al leer la última obra del escritor chileno Sergio Infante (Santiago de Chile, 1947) con el título de Cifrados en diáspora (2021).
Sergio Infante se ubica en la denominada generación del sesenta, Una generación pródiga en excelentes exponentes del género lírico como Manuel Silva Acevedo, Cecilia Vicuña, Omar Lara, entre otros. Nuestro poeta no sólo es poeta lírico, sino también es un narrador sobresaliente. Estos juicios valorativos no son antojadizos, ya que se asientan en la lectura de las obras que hemos conocido del autor hasta esta reciente, objeto de la crónica literaria.
El texto de Sergio Infante es una antología. Esta categoría discursiva es un formato escriturario que recoge la producción de un creador. En consecuencia, implica una selección de lo generado en el tiempo. Llevar a cabo un proceso como este por un antologador siempre tiene consigo el peligro de haber dejado fuera lo que, probablemente, debió haber estado, o la inversa. En el caso de esta obra del poeta Infante, creo que tal situación no se da, pues es el propio creador quien ejecuta la selección poemática desde unos cuantos libros producidos desde 1979 en adelante. Una antología como esta es una sobresaliente muestra de la poiesis de Infante que gira sobre una propuesta escrituraria mantenida en el devenir histórico.
La estructura estructurante que deviene en una estructura estructurada es lo vivencial a partir del exilio, no solo de Infante sino de otros/as muchos/as, iniciado por los años setenta del siglo pasado. La primera frase del párrafo dice relación con un tiempo y un espacio históricos. Se trata nada menos que del destierro. Echar de la tierra -tomo el préstamo de Joaquín Casalduero cuando se refiere a Rodrigo Díaz, el Cid, en el famoso poema épico que posiciona dicha condición de sacar de las entrañas del terruño, que al final de cuentas se transformó en un motivo literario. Lo que ha variado es la tematización de este motivo, es decir, de qué modo aquella estructura se transforma en diversas formalizaciones: la estructura estructurada. La primera dice relación con una cosmovisión de mundo, mientras que la segunda es la manifestación concreta a través de la obra literaria de dicho constructo. El exilio en el caso particular de la literatura chilena ha sido una constante temática. Se ha establecido un exilio exterior y uno interior particularmente para el caso de la producción novelesca -cuestión que Sergio Infante ha demostrado en su obra narrativa-. Pero esto también se puede hacer extensivo a la producción lírica, de lo que la antología en comento es una muestra. El vocablo exilio está dentro del campo semántico que Infante utiliza en el título: la diáspora. Es un hermoso vocablo, pero que implica resonancias significativas que aluden a algo funesto, triste y trágico. La diáspora es la dispersión de un pueblo producto de un mal: del ejercicio de un poder nefando.
El título de la antología de Sergio Infante es de por sí un acierto. El participio puesto en plural corresponde al verbo cifrar cuya primera acepción es escribir un mensaje en clave. La clave es la llave que nos permite entender y comprender un texto. En el caso de la antología de Infante la clave/llave está puesta por el autor en el principio en una suerte de prólogo que él denomina Lucernario. Otro acierto estético, porque nos remire a lucerna que viene del ámbito arquitectónico, ya que es una abertura que deja entrar la luz. En consecuencia, la revelación, el sacar a la luz, nos la pone el propio autor en estas palabras iniciales. El/la lector/a entra, por tanto, en la estructura estructurada sobre la base del lucernario: el hablante convertido en una especie de Virgilio guiando a Dante por los distintos círculos que -en este caso- ha experimentado el poeta histórico Sergio Infante.
Cifrados en diáspora deviene en un texto que aglutina otros textos que van dialogando entre sí sobre la base del exilio y la diáspora. La antología se transforma en un nuevo texto cuyos vasos comunicantes lo convierte en un verdadero rizoma discursivo donde van haciéndose presentes los rasgos escriturarios de la producción lírica de Sergio Infante. El poeta se siente inmerso en el lenguaje sin ahogarse -como lo dice Alonso Schokel- y se lleva consigo al lector/a en el proceso de lectura Lo que fue cifrado principia a descifrarse mediante este entrar en el mundo poético que se inicia en 1979 con Sobre exilios, transitando hasta el presente. El exilio y la diáspora conjugan otros aspectos que también son un constructo en el proyecto poético de Infante. La memoria y el testimonio son ejes estructurantes para dar cuenta de la tierra baldía. El terruño que se dejó por causas ignominiosas activa la memoria en la diáspora, y el testimonio es como el criterio moral y ético que se manifiesta mediante la escritura. En este sentido, el poeta Infante ha demostrado en sus diversos poemarios una persistencia estética que el/la lector/a podrá visualizar al entrar en las páginas de la antología. La poesía lírica del autor tiende a la enunciación en la tematización de los textos lo que le da narratividad a los mismos. El manejo de la lengua poética se desplaza desde las formas simples del lenguaje hacia las más complejas. Los hablantes líricos dialogan con las formas escriturarias clásicas y las más llanas de la cotidianeidad donde se hacen presentes referencias textuales que -a veces- el poeta nos la revela en una nota a pie de página. Una muestra notable de la intertextualidad o de palimpsesto -la famosa reescritura- es el poema que se titula La novela donde se parte con la frase cervantina “la del alba sería” para reescribir el episodio de Juan Haldudo. La del alba sería es un poemario de 2002 que nos pone frente a la versatilidad creativa de Infante. En el poema “Los caminos” trabaja sobre la base del ritmo poético del romancero: “Ulises se va a la escuela/ con el sol en la mochila/ suma a su libro una muesca/ de la luz que roba al día”. El/la lector/ de la antología también experimentará la emergencia de un personaje como el Gran Rasca y las distintas tonalidades del/los sujeto/s lírico/s como la percepción de lo lúdico, la ironía y la desacralización como resabios de lo carnavalesco de Mijail Bajtin.
En fin, habría mucho que comentar respecto de esta antología de Sergio Infante -un verdadero panóptico discursivo- para experimentar el placer del texto (Barthes, dixit). Sin duda, como lo dije al principio estamos en presencia de un poeta excepcional. En el poemario Epifanía y trastienda -que forma parte de Las caras y las arcas (2017)- se encuentra el poema “El llamado”, cuyo primer verso es una interrogante: “¿Dónde se habrá metido el poeta?, y que nos sirve para cerrar la crónica: el poeta Sergio Infante está muy presente con su escritura en la literatura chilena de los últimos tiempos.
(Sergio Infante: Cifrados en diáspora. Santiago de Chile: Editorial Signo. 2021. 165 pág.).
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…