La conjura de los neuróticos obsesivos, Julia Guzmán Watine, novela.
Editorial Espora, 116 páginas.
por Antonio Rojas Gómez
La buena literatura no necesita apellidos. De este libro de Julia Guzmán se ha escrito que es novela negra, o novela de anticipación, o novela fantástica. Es simplemente una buena novela. Más que eso, una novela muy buena, de lo mejor que he leído últimamente. Claro, ocurren muertes. Pero también hay muertes violentas en Crimen y castigo y en Los hermanos Karamasovi, y a nadie se le ha ocurrido decir que Dostoiewski es autor de novelas policiales. Simplemente es un gran novelista. Salvadas las distancias espaciales y temporales, Julia Guzmán Watine también lo es. Y lo demuestra con el atrevimiento de abordar experiencias muy nuevas para tratar temas muy antiguos: el eterno tema del ser humano que no se explica cómo llegó a este mundo y qué está llamado a hacer en él.
En su abordaje, Julia Guzmán pasea a sus personajes por otros mundos, paralelos al nuestro, en los que también vivimos, o viven seres iguales a nosotros, que deben resolver los mismos problemas que nos aquejan. Es una forma distinta de plantearse lo que todos nos hemos planteado alguna vez: ¿cómo sería si en vez de hacer lo que hice hubiera hecho lo contrario?
El protagonista, Marcelo, que se busca en otras dimensiones para rescatar lo mejor de sí mismo, es un neurótico obsesivo. La neurosis obsesiva fue descrita por Freud en 1909, en El hombre de las ratas. Freud describió la neurosis obsesiva como un trastorno psíquico cuyos afectados están constantemente preocupados por pensamientos que no les interesan. El tipo de pensamientos que sufren estos pacientes son de un contenido que les genera rechazo, lo que puede llevarles a tener comportamientos indeseados. Marcelo no es el único, hay otras personas que sufren la misma enfermedad, que los psiquiatras tratan con terapia y medicamentos. Pero ellos no quieren ser curados, no desean cambiar porque creen tener una misión que cumplir. Entonces, comienzan a matar psiquiatras.
Allí entran a escena dos investigadores privados, una mujer y un hombre, que habían aparecido en anteriores trabajos de la autora. Hay que decir que estos personajes son convincentes más que como investigadores, como seres humanos. Más importante que la forma en que resuelven misterios es su condición de personas, con expectativas y defectos, al igual que todos quienes nos encontramos en este mundo… o en mundos paralelos.
Por cierto, interesa saber si llegarán a descubrir al o a los responsables de los crímenes. Y para facilitar esa curiosidad, la autora incorpora un curioso diagrama que repite cada tanto y en el que se aclaran las relaciones entre hechos y personas, con los antecedentes de que se dispone hasta ese momento.
La novela, a pesar de su brevedad, es ambiciosa e intensa. No es fácil inmiscuirse en mentes enfermas y tratar de comprenderlas, de ver el mundo con esos ojos que, por supuesto, no reflejan nuestra propia mirada. Julia Guzmán Watine lo consigue y logra interesar al lector gracias a un trabajo prolijo, en el que juegan roles preponderantes tanto el fondo de su propuesta como la forma en que la presenta. La prosa elegante, la limpieza del idioma, el manejo narrativo, revelan a una escritora que alcanzó la madurez y de la que es posible esperar creaciones cada vez más originales y perfectas.
La narración está bien articulada, va de uno a otro personaje, de un mundo a otro, deparando sorpresas, generando caminos que pueden torcerse y no llevar al punto esperado, pero siempre se mantiene el interés, que no decae hasta llegar a la página final, en que el lector queda meditabundo, con una perspectiva distinta que se abre ante sus ojos.
Definitivamente La conjura no es una novela policial más. Es una gran novela, que no es posible dejar pasar.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…