por Omar López

En unos cien años de distancia hacia el lado izquierdo del futuro, cuando ya nuestros restos de cenizas o huesos pulverizados de olvido no constituyan memoria y ritos, nuestro amable planeta habrá superado enfermedades y dictaduras surtidas. Será un aire purificado y democrático porque la sociedad habrá agotado se locura de éxtasis y consumo. No existirá el negociado de las competencias de marcas y de estirpes. La vida cotidiana estará orientada hacia la creatividad, el arte y el respeto mutuo con una adecuada admiración a los ancianos distinguidos por una trayectoria de honestidad y buen vivir.

En unos ciento cincuenta años de distancia hacia el costado derecho del futuro, vigorosos bosques y grandes jardines rodearán pueblos y comarcas y las termitas publicitarias habrán sido erradicadas incluso, de los museos. La palabra tendrá un valor superior al dinero y la producción estará al alcance de la comunidad porque la riqueza material será reemplazada por la belleza interior de todos y cada uno. Niños felices, mujeres y hombres libres de prejuicios y miedos porque el amor a la naturaleza y hacia todo ser vivo, será la ética natural, la educación básica de todo ciudadano del mundo.

En unos doscientos años de distancia en el centro mismo del futuro, el mar respirará otra vez su adolescencia y repartirá una renovada fauna de alimentos y energía con la certeza del renacimiento, rescatado del basural y la contaminación hoy imperante. El sol, todavía posiblemente herido, extenderá su abrazo de estaciones precisas y solidarias con el género humano y volverá a creer en la pureza de nuestros esfuerzos para prolongar su existencia.

Estas reflexiones, consecuencia directa de la lluvia que ha vuelto con su rumor de tren nocturno a confirmar los ecos del invierno, es una utopía necesaria. Así como vemos a diario la expresión de la violencia y el desamparo; por qué no activar la convicción de la confianza: somos protagonistas de un tiempo amenazante y precario en el más elemental de los sentidos, el de la sobrevivencia. Rebaño de los grandes consorcios y víctimas de ladrones con cargos gubernamentales o institucionales; somos “nichos” de toda clase de ofertones tecnológicos, tan inmediatos y “desechables”, como un inmigrante haitiano cualquiera. Así de frenética y urgente es la competencia del éxito y las lustrosas “tendencias” … y bueno, es el discurso del día a día.

Pensemos mejor que el futuro será siempre una página en blanco donde el horizonte limita con nuestra imaginación o nuestro desencanto.

Omar López

Puente Alto, jueves 19 de agosto 2021.