por Aníbal Ricci
La autora vuelve a reunir diez relatos en esta segunda entrega (Lo que no bailamos, fue la primera), no para ganar por knock-out, no es su estilo, su literatura es mucho más sutil, crea imágenes profundas en el lector, siempre lo deja pensando.
1. Fiestas patrias, nos coloca cómodos en el sofá, nos aborda con humor. Qué buena elección para una primera historia, para entrar en confianza, una primera persona juguetona e inteligente, que a veces se desdobla para autoreferirse en tercera. El matrimonio ha caído en la rutina, la casa asemeja un departamento piloto, todo ordenado, la esposa algo mandona. Un asado de Dieciocho despierta el deseo por la mujer del prójimo, todo calculado, pagando el motel en efectivo. El marido no siente culpa, piensa que el affaire revitalizará su matrimonio, «qué indolente», el juego humorístico tras «inocente», que esconde la ingenuidad del sexo masculino, siempre pensando en su satisfacción personal, en dar por sentado que a él jamás le pondrían los cuernos. Para nada es un relato feminista, Suárez toma la voz del macho con entereza y desnuda al estereotipo masculino, un típico asado de fiestas patrias.
La pluma de Maivo es llana, detrás de palabras aparentemente inocentes dibuja la psiquis de los personajes con una precisión quirúrgica. Muchas veces un vocablo adquiere varios significados, brindando al lector la oportunidad de enriquecer esos puntos de vista. Sus frases no se alargan inútilmente, tienen espesor narrativo, nos obligan a entrar en un mundo tridimensional donde las imágenes adoptan de inmediato la voz de los personajes.
2. Puede que sea más barato, la historia de dos hermanas solteronas, donde los gatos murieron hace tiempo. Leticia ya casi no se levanta de la cama e Inés observa el mundo a través del ordenador, ese mundo que las dejó abandonadas en una estación lejana. Dos fantasmas que los vecinos del edificio nunca han visto, les cuentan de ellas a sus hijos, como si se tratara de un mito. Compran todo por internet y a veces se atrasan en las cuentas. Viven el mundo de Netflix, más bien Inés porque Leticia ve poco y está completamente sorda. La sociedad ya se olvidó de ellas, no tienen nada que aportar. Durante el terremoto ocurrirá un incendio, son doce pisos para escapar. Vivían sumidas en una realidad paralela, acaso virtual, la autora la contrasta con la vida de aquellos jóvenes enviciados con los videojuegos. Ellos temen al fracaso y prefieren la recompensa inmediata; ellas ni siquiera buscan una salida. En ambos casos hay ostracismo, un abandono social, debido a que el exterior es demasiado violento y en el caso de los ancianos, ese mundo escapa de sus posibilidades económicas. Es un cuento triste, Leticia e Inés probablemente no serán auxiliadas y como no tuvieron hijos, simplemente morirán en la más completa soledad.
Conforme avanzamos en estos cuentos, nos daremos perfecta cuenta de lo pertinente del libro. Maivo nos expone a eventos cotidianos (un asado, un paseo al aire libre, un parloteo a bordo de un auto), se detiene a observar distintos ámbitos familiares y en cierto modo desnuda momentos que poco enorgullecen a los personajes, historias que se narran desde la esquina de la melancolía.
3. Las pintoras de flores, de anécdota inquietante, algo que David Lynch hubiera filmado extasiado. Camila y Rocío tienen apenas nueve años, aunque usan perfume. Una simple excursión a la naturaleza con los niños de la parroquia. Castillo es un sujeto que goza de buena fama, un diácono de sesenta años que le hace catequesis a los pequeños. Este es un cuento que gana por puntos, son innumerables las ventanas hacia esa otra realidad que es la mente de Castillo. Camila y Rocío usan bikini, son agrandadas, pero en el fondo son pintoras de flores. Unas niñas a las cuales este profesor quiere enseñarles a ¿nadar? La narración detalla lo objetivo, lo que observan los padres, y lo subjetivo se esconde bajo las aguas del río, esos dedos furtivos que acarician la inocencia de las amigas. «No sientas miedo… es sólo un juego, mi amor», una palabra que desnuda la violencia del adulto en posición de poder sobre un menor.
El cuarto cuento será la excepción, nos dejará knock-out, no una, sino sucesivas veces hasta llegar al asombro. Es siniestro, espeluznante, la realidad siempre podrá volverse peor.
4. El informe de los niños muertos, remueve el estómago cuando Suárez, en su campo de Trabajo Social, nos interna en el funcionamiento de un hogar del Sename. Parte aguas entre el voluntariado (señoras que viven entre las nubes) y las cuidadoras que conviven con la realidad. Al voluntariado le interesan las relaciones públicas (salir en el diario), pero en la voz de las cuidadoras se reflejan los problemas de abusos sexuales y de algunas prófugas que se prostituyen. También hay cabida para la voz de Siniestra, una ex protegida que se hizo cuidadora, con métodos muy poco ortodoxos. Una pareja ABC1 se lleva a Marilyn durante las fiestas de Navidad. La pequeña tiene una pequeña deficiencia mental y deformaciones en su cuerpo (acaso será la hija de una de las prófugas, abuso de anticonceptivos, es bastante turbia la historia). La aventura de beneficencia se va al carajo en un evento literalmente escatológico que da cuenta del asco de los padrinos ante el comportamiento y aspecto de la niña elegida. Fueron padrinos por una vez y nunca más visitaron a Marilyn. Muere una niña cada tres días en estos Hogares de Protección, parece un mal chiste.
Las protagonistas suelen ser mujeres, a Maivo le gusta contrastar la realidad de una muchacha que vive en la miseria, sus dolores, con el cuento de hadas que aparece en las revistas de moda.
5. Escuela de verano, el relato con más capas, de mayor espesor. Nos sitúa en un conventillo en Zárate, donde vive Elena con su madre y hermana. Retrata una vida dura, las duchas se ubican en la intemperie, mientras las casas son de una sola pieza. Por un lado, la historia de Elena, niña de doce años que cuando le llega la primera menstruación, no quiere que la golpeen como a la vecina. Mabel se prostituye para subsistir, le muestra ese mundo y la niña rápidamente aprenderá a fumar. No hay lugar para dudas ni lamentos. Devela lo incómodo de hacerse mujer en ambientes sin privacidad, donde las voces se cuelan tras las paredes. No hay espacio para la intimidad, pero sí un determinismo aplastante, donde el libre albedrío carece de sentido.
Maivo Suárez disecciona la realidad cotidiana y sus caminos siempre se bifurcan. Una realidad objetiva está presente en sus relatos, pero siempre hay espacio para desarrollar esa otra realidad aparente, subjetiva, cuyo bienestar va a depender del lado en que se te encuentres: puedes ser una víctima y al mismo tiempo victimario.
6. Mi primer viaje con Lady Di, da un respiro al lector, nos saca de los pasajes claustrofóbicos que parecen no tener salida. Atropellan a Elena (la misma chica del cuento anterior) y su hermana menor acompañará a la madre en su búsqueda por distintos hospitales. Se enteraron que sobrevivió y prosiguieron a una clínica en el auto de Carlos. La madre se había cambiado de ropa (todavía desconocía el estado de Elena), la hermana se fijó en ese detalle. En ese habitáculo conoció verdaderamente a su madre: era coqueta y hablaba hasta por los codos. Carlos (divertida coincidencia de nombre) no fue el último príncipe de su madre, en años venideros harían muchos otros viajes con nuevos príncipes. Curiosamente la autora, deja sin nombre al personaje, pero también la madre carece de él, en ello hay una especie de reproche.
En el tercer cuento de las hermanas, el tono confesional parece atravesar el límite entre la autora y la hermana menor.
7. Confesiones bonaerenses, puede que sólo sea un cruce de roles o quizás una coincidencia. «Tú no eres una de ellos», funciona en dos sentidos, para arriba y para abajo de la escala social. La protagonista estudia en un colegio para señoritas en pleno barrio San Isidro. Ella es un bicho raro y entretiene a sus compañeras con supuestas historias inventadas (algo así como el mundo inverso de las teleseries) que corresponden al diario vivir de sus vecinos de la villa miseria. Se siente avergonzada por no tener un guardapolvo u otro par de zapatillas. Ahora atrapa mariposas junto a sus compañeras con casas y padres de cuento.
Pasamos de historias de ancianos a relatos de infancia, dos polos opuestos donde el ser humano está más indefenso. Ahora volvemos a la infidelidad desde otra arista.
8. Filtraciones, da cuenta de una mujer insatisfecha. Juega a la casita con su marido, un hombre que no arregla nada, ni siquiera una filtración de cañerías. Susana recuerda a la vecina que sufrió de sobredosis, quizás de cocaína, abrazando un árbol en su intento por ser feliz. Susana se cuela en su propia filtración y despierta en un motel que nada tiene de celestial.
La autora aborda de manera ejemplar aquellas anécdotas que retratan un presente sin futuro y dibuja nítidamente una última imagen, muy vívida, que deja un sabor amargo en la boca.
9. Crías, sigue la pista de un matrimonio en el trance de su primera hija. Corresponde a una historia previa de los personajes de su novela Sara. Mario aún no la engaña, pero la pareja ya ha sustituido la pasión por las compras de supermercado. Ambos se endeudan estrujando las tarjetas de crédito y esta vez han decidido comprar una piscina. Es una historia que a toda pareja joven les debe traer recuerdos. Al desinstalar la piscina, Sara descubre una camada de gatitos y decide apartar uno para su hija Estela. Su instinto maternal ha sido reemplazado por sus errados análisis de costo-beneficio y no es consciente de que le está robando una cría a otra madre. No repara en su imprudencia y pronto verá las consecuencias.
Maivo utiliza la metáfora y la imagen retinal, casi cinematográfica, para instalar sus cuentos en un compartimento privilegiado del cerebro.
10. Paréntesis, la historia paralela que cierra el círculo de tanto párrafo inútil. Broche de oro al primer relato (Fiestas patrias), confirma las sospechas del lector y la cándida «inocencia» de Enrique, el marido que cree a pies juntos que el hijo mayor es suyo. Enrique pensaba que sus affaires revitalizarían el matrimonio y de esa manera superaría la vida rutinaria. En realidad, el aburrido crónico era Enrique (Maivo se regocija con esta dulce venganza) mientras Macarena disfrutaba de los momentos con su novedad más joven. En este asado Enrique se jacta del dominio sobre su esposa ante los ojos de Álvaro. Macarena ya no les presta atención y se imagina en el jacuzzi del motel disfrutando de su nuevo paréntesis.
Maivo Suárez navega por aguas donde la credibilidad de sus anécdotas se trabaja a través de narradores precisos, que desarrollan las historias con un razonamiento directo, sin dobleces. La estructura de los relatos siempre es muy equilibrada, no se pierde en pensamientos aleatorios, por lo que el abordaje emocional resulta bien elaborado y genera interrogantes profundas en el lector.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…