Con miras al venidero 1er Encuentro de Literatura Negra y Fantástica que se realizará de manera virtual durante los días 18, 19, 25 y 26 de junio de 2021, es que Letras de Chile ofrece a sus lectores breves muestras de la vida y obra de los/as autores/as extranjeros que nos acompañarán en el evento. En esta ocasión, dejamos a disposición del público materiales de Ana María Shua.

Ana Maria Shua 2018 5

Ana María Shua (Buenos Aires, 1951) publicó en 1967 su primer libro, el poemario El sol y yo. En 1980 su novela Soy Paciente obtuvo el premio Losada. Otras de sus novelas son Los amores de Laurita (1984) –llevada al cine en 1986–, El libro de los recuerdos (1994, Beca Guggenheim), La muerte como efecto secundario (1997, Premio Ciudad de Buenos Aires en novela y Premio Club de los Trece), El peso de la tentación (2007) y la última, Hija (2016). En 2009, sus cuatro libros de cuentos se publicaron reunidos con el título Que tengas una vida interesante. En 2014 obtuvo los premios Esteban Echeverría a la trayectoria como narradora, el Konex de Platino y el Premio Nacional de Cuento y Relato. En 2015 recibió el Premio Trayectoria de la Asociación de Artistas Premiados y en 2016, el Premio Democracia. También recibió varios premios nacionales e internacionales por su producción infantil-juvenil, muy difundida en América Latina y España. Parte de su obra ha sido traducida a quince idiomas.

En 2016 le fue otorgado en México el I Premio Internacional Juan José Arreola de Minificción. Sus libros de microrrelato son La sueñera, Casa de Geishas, Botánica del caos, Temporada de fantasmas y Fenómenos de circo. En 2017 se publicaron reunidos en el volumen Todos los universos posibles. Su último libro también es de microrrelatos, se titula La guerra y fue publicado en 2019 en Buenos Aires y en Madrid.

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Mi hija usa la misma palabra para llamar a los pies, a los pájaros y a los ombligos. Esto es un pie, hija mía, y no un pájaro, la corrijo con severidad, tomando entre mis manos uno de sus piececitos tibios, palpitantes, alados y cubiertos de plumas.

De La sueñera (Buenos Aires, Sudamericana, 1984)

La que no está

Ninguna tiene tanto éxito como La Que No Está. Aunque todavía es joven, muchos años de práctica consciente la han perfeccionado en el sutilísimo arte de la ausencia. Los que preguntan por ella terminan por conformarse con otra cualquiera, a la que toman distraídos, tratando de imaginar que tienen entre sus brazos a la mejor, a la única, a La Que No Está.

De Casa de geishas (Buenos Aires, Sudamericana, 1992)

Profetas y cataclismos II

Él quisiera ser temido y respetado, pero la gente sencilla lo trata con afecto. En esta zona de la ciudad hay tanta desgracia individual que las modestas tragedias colectivas se comparten sin pena. En su valijita de plástico un poco sucia, el profeta humilde lleva siempre con él dos o tres catástrofes menores. Un viento fuerte, capaz de levantar unos cuantos techos de chapas, ese terremoto pequeño y gastado del que está tan orgulloso, una epidemia de conjuntivitis viral.

El que acecha

Mi espada hiende el aire. La herida se cuaja de goterones sangrientos. ¿He acertado por fin en el cuerpo del que acecha, enorme, del otro lado de la realidad? ¿Es la música de su muerte este vago rugido estertoroso, esta respiración gigante? ¿O es el aire mismo el que, partido en dos, agoniza?

Asoma por el tajo la hoja de otra duda, de otra espada.

De Botánica del caos (Buenos Aires, Sudamericana, 2000)

Creación V: Lo que ha hecho el niño

La madre está orgullosa. ¡Desde tan pequeño! ¡Y con los materiales de la caja de juguetes! Para cuando el padre vuelve del trabajo, lo ha colgado del techo en el cuarto principal, con los otros, y no se ve mal (considerando su edad) junto a los del padre y el abuelo. Como es lógico, a medida que se aleja uno del centro caliente del amor, la admiración por la obra del niño se atenúa. Los padres se felicitan entre ellos y se jactan ante los demás, a la familia le parece muy bien, los vecinos sonríen comprensivos: más allá, por supuesto, nadie se entera.

Pero han pasado ya muchos años, y a sus habitantes, Señor, nos sigue pareciendo un capricho infantil, tan elemental, tan precario, recuérdanos ahora que has crecido.

La ciudad soñada

Usted llega, por fin, a la ciudad soñada, pero la ciudad ya no está allí. En su lugar se eleva una cadena montañosa de indudables atractivos turísticos.

Pero usted no trajo su equipo de andinista, no tiene grampas, ni cables, ni vituallas, usted trajo una guía de restaurantes y un buen traje, y entradas para el teatro. La ciudad, por el momento, está del otro lado, y el guía le ofrece atravesar la cordillera a lomo de mula. Y mientras avanza lentamente sintiendo que su columna vertebral, que sus riñones ya no están para esos trotes, usted percibe en la reverberación del aire que la ciudad está volviendo a formarse a sus espaldas, temblorosos y transparentes todavía los rascacielos, como medusas del aire.

De Temporada de fantasmas (Madrid, Páginas de Espuma, 2004)

El rayo de Arquímedes II

¿Incendió realmente Arquímedes la flota romana que sitiaba Siracusa, concentrando los rayos del sol con un espejo? A lo largo de la historia, se intentó varias veces repetir la supuesta hazaña, que la mayor parte de los historiadores consideran un mito.

En el siglo XVII el erudito alemán Athanasius Kircher dejó una serie de grabados que comprobarían científicamente la existencia y el poder del Rayo de Arquímedes. El enciclopedista Buffon, en el marco de una discusión con Descartes, volvió a intentarlo un siglo más tarde y llegó a incendiar una casa a 60 m de distancia utilizando un gigantesco espejo ustorio compuesto por ciento cincuenta espejos cóncavos.

Durante la Segunda Guerra Mundial, llegó a proyectarse en Alemania un desmesurado espejo parabólico que, puesto en órbita alrededor de la tierra, podría ser capaz de destruir ciudades enteras mediante la reflexión de los rayos solares.

A fines de los años 80 el History Channel realizó un documental en el que una serie de soldados en hilera, con escudos pulidos, concentraron los rayos del sol sobre una maqueta dispuesta en el agua y construida con materiales de la época de Arquímedes: lograron quemar la madera.

Pero hoy sabemos con certeza experimental que si se instala un espejo muy grande mucho más cerca del sol, se obtienen resultados extraordinarios. Observando con una lente adecuada la región del espacio en la que estuvo el Planeta Tierra, es posible ver todavía sus restos carbonizados girando pacientemente en la órbita solar.

Los asirios

Nadie fue tan cruel en la guerra como los asirios. Además de las masacres, las torturas, la destrucción de ciudades y campos, practicaron las deportaciones en masa. Lejos de su territorio, mezclados y confundidos con otros pueblos, los enemigos perdían su identidad y su voluntad de lucha, perdían su historia, perdían su percepción de la guerra, perdían el odio y la conciencia del daño, como nos sucede hoy a los humanos instalados por la fuerza y sin recuerdos en este planeta lejano al que hemos vuelto a llamar Tierra.

Soldado que huye

Soldado que huye sirve para otra guerra. Pero en la siguiente guerra también huye, y en la tercera, y en la cuarta. El soldado es hábil y nunca llega a probarse su deserción. Cuando llega la quinta guerra, ya no tiene edad para que se lo reclute. Entretanto, casi todos sus camaradas han muerto y el mundo está muy cambiado, despoblado y tranquilo. También el soldado muere al fin, por causas naturales, y los sobrevivientes deciden levantarle un monumento. Invitan a su familia a descubrir, con pompa y ceremonia, la modesta estatua de arcilla al Soldado Que Huye. Los metales están prohibidos. Detrás de un árbol, escondido a los ojos de los adultos, un niño afila, en madera dura, una punta de lanza.

De La Guerra (Buenos Aires, Emecé-Planeta y Madrid, Páginas de Espuma, 2019)