por Andrea Boggiano

Si me dejara llevar por la blancura y limpieza de un espacio como este, tan cuadrado y organizado, quizás podría alivianar la carga de mi vida que es un caos. A veces pienso que en la cocina suceden cosas simples, o más simples que en mi cabeza.

Por momentos observo las formas, los espacios y hasta los olores.

No puedo Más que llevar mis manos

a la cintura y pensar que Jamás tuve

que lavar ni un Plato.

Por momentos me transporto a otros lugares, situaciones, que de a poco van siendo agradables

Y otras nefastas y agarraría

todo y lo tiraría por los cielos y ahí quedaría

suspendida sintiendo la loca armonía de los platos rotos.

La cocina no es para todas, la cocina no es para todos. Ahí se teje algo tan generacional que recuerda a abuelas, a madres, a niños, a niñas. A algunas historias tan secretas de fiestas carnavalescas y eróticas.

Tengo una manera de relacionarme

con la cocina,

me distraigo,

recuerdo,

tomo las cosas de a una como si las fuera contando

y a veces es todo tan circense que no puedo parar ni un minuto de pensar que la vida me llevará a romper todos estos platos.

Hermosos platos de cristal fino en relieves, platos cerámicos, platos de porcelana, traídos del extranjero, de Europa, de Asia.Mis platos rotos, son los que tiró mi madre y los que casi tiró mi abuela. Son platos simples sin mucho adorno, pero los quiero. Están trizados de una manera diáfana. Es tan sutil porque aún no son lanzados por los aires y triturados en las murallas. El día en que suceda sonarán como millones de cristales, seguro rasgarán mis ropas, mis tejidos y en mis ojos dolerán.

Los platos rotos
añoro,
los platos rotos,
los siento
son tan
míos, como el grito apabullado de mil mujeres,
que fueron dueñas de platos tan rotos como los míos,
los lanzamos con fuerza y vuelven
a nosotras tan injustamente como flechas mostrando la imposibilidad tímida de romperlos.En nuestras ilusiones, pensamientos, rebeliones, los platos suenan impecables como truenos, feroces ardientes, sedientos de libertad.