por Omar López, Puente Alto

Seguramente que el próximo domingo 25 de octubre, mucha gente hará su rutina dominguera con más empeño que otros fines de semana, porque no querrá ni prender su televisor ni saber nada de lo que ocurrirá ese día. Perfecto: pero no podrán cambiar de país ni de futuro y si lo hacen, están autoeliminando su condición de ciudadanos. Afortunadamente, esa es la “minoría licenciosa”. Y terminan siendo, casi siempre, las primeras víctimas de las circunstancias.

Creo que en esta ocasión la inmensa mayoría de chilenos, ejercerá por primera vez su derecho a ser distintos en protagonismo y mandato. Aprobar con un voto y definir la Convención Constitucional con otro, es la gran y única oportunidad de rayar la cancha con mano verdaderamente democrática. Está clarito, porque cualquier otra combinación sería un triunfo para los sectores aquellos que han ignorado o reprimido las expectativas de un pueblo sufrido, utilizado y pervertido en su calidad de vida mediante el alcohol, las drogas y un dudoso mundo de precario individualismo. La comunidad poblacional por ejemplo, ha sido despedazada por el modelo imperante: los tatuajes han reemplazado a las ideas y “las marcas” han intervenido toda valoración humana, todo acto de generosidad en defensa de otro estilo de convivencia y vida. Hablo de los sectores “duros”, ahí donde las balas locas dialogan con una masa primitiva de evangélicos pobres y los embarazos adolescentes florecen con olor a martirio. De ahí viene la violencia y el acosador desencanto; toda una generación dispuesta a perder la vida porque la que conocen no les ha servido para nada, salvo la angustia, la ignorancia y el hambre.

Por otra parte, la denominada “clase media” también ha tomado conciencia que la existencia no es puro asaditos, cervecita y algún “finde” con una película porno. Parecen que ahora perciben desde su penumbra que las “ofertas por liquidación”, la acumulación de millas o de puntos, las tarjetas doradas, plateadas o vip esconden más de una trampita y que las colusiones, los negociados y la desprestigiada “letra chica” más una selva de intereses fríos y despiadados, al final ha empobrecido su espacio de libertad y resistencia.

Y finalmente, las instituciones… Poder Judicial obsecuente con la delincuencia de cuello y corbata (clases de ética) y mecánica y tardía con el atropello a los Derechos Humanos. La iglesia católica con todo su aparataje comunicacional y el peso de una tradición a estas alturas ya, de dudosa reputación, permanece en absoluto silencio y no aparecen declaraciones contingentes de la Conferencia Episcopal y menos, con resultados de juicios relativo a sanciones papales por los abusos sexuales de ayer, perpetrados por connotados personajes. Luego, Carabineros de Chile y un robo multimillonario en su área administrativa, aparte de montajes, asesinatos y actos delictivos varios asociados a los narcos. Para qué seguir, el Estado como ente protector se ha convertido en un feudo de clanes económicos, y aun en pandemia mundial, se arriendan grandes hoteles y propiedades para “garantizar” la salud de todos los chilenos. Precisamente la salud, la educación, la vivienda es negocio puro, incluso la muerte con servicios a la puerta, sigue tallando rangos, privilegios y memoria “de estilo.

Bueno, “hay mucho paño que cortar” y cada tema da para poco menos que un libro. La idea es que este domingo debemos refundar otra primavera, no para nosotros, pero sí para nuestros hijos, nietos y generaciones que tendrán la no poco difícil tarea de reconstruir un país diezmado en su esencia y emborrachado en sus barras domingueras, sus carreras clandestinas, sus funerales con juegos de artificios, sus portonazos vecinales, sus vacíos existenciales y la agonía de una clase política negligente, acomodaticia y superficial que funciona en base a equipos de tecnócratas, pactos secretos y limosna de los grandes consorcios internacionales y criollos.

Sea usted, vaya a votar tempranito.