Laura Elisa Vizcaíno nació en la Ciudad de México en 1984. Es doctora en letras por la UNAM, donde labora como investigadora y docente. Publicó el libro para niños El barco de los peces pirata (con Fernández Editores en 2014), el libro de microrrelatos CuCos (con Ficticia Editorial en 2015), Bienmesabes (con La tinta del silencio en 2017) y ha participado en una veintena de antologías de minificción. Sus estudios teóricos sobre narrativa breve han sido publicados en revistas arbitradas y libros colectivos. Colabora en www.senalc.com y es tallerista en www.ficticia.com
PURA VANIDAD
Cuando desperté, él estaba encima de mí, tomándome con sus manos callosas, restregándome contra el estiércol del piso, infectándome con su aliento a pescado. Traté de defenderme jalando sus cabellos y lo único que logré fue llenarme los dedos de algo pegajoso. Él intentaba sujetarme la cara mientras yo olía el sudor de sus axilas. Al morder mis labios y simular un beso, había algo más que saliva en esa boca, como trozos de pellejos y semillas, un sabor agrio, mezcla de las secreciones que me obligaba a probar. Cuando sentí todo el bulto de mugre dentro de mí, no pude hacer nada. Volteé a ver las ratas que me habían estado rodeando desde el principio y las envidié profundamente.
DESDE LA CRIPTA
Al llover, los nidos de las ratas se inundan y ellas buscan un nuevo hogar cerca de mí. Ya no estoy sola, abro los ojos más rojos que los de mis huéspedes y el miedo de ellas se evidencia como las gotas que caen bajo el farol.
EXVOTO
“Prometo que esta noche no espiaré a nadie”, suplicó una rata al cielo, mientras la tormenta aminoraba”.
EVACUACIÓN
– ¡Retirada! ¡Retirada! ¡Todas para afuera!, repito, ¡todas para afuera!
– ¿Ahora qué? -Preguntó la más anciana arrastrando su barriga.
– ¡Miau! -Retumbó en los oídos de la rata vieja como el trueno que vibra en el cristal.
INSTRUCCIONES PARA UN CIEGO
En el cuello como un gato y que en el ombligo las serpientes no tengan mejor nido. Tus dientes pueden ser de perro mientras las manos sean carnívoras. Pero es aquí, en esta parte, aquí, ¿sientes?, donde las aves deben aletear para cantar espasmos altos y en el vuelo frágil dejarse caer; suicidarse como pelícanos, resucitar en medusas venenosas para que nuestra piel aúlle como cualquier animal que rasguña.
Cualquier parecido con la realidad sólo coincidencia.