Letras de Chile adhiere al pesar por el fallecimiento del escritor Óscar Aguilera, causado por la pandemia. Escritor y luchador incansable, reproducimos el homenaje que escribió para su amigo y compañero brasileño Nilton Da Silva, asesinado el 15 de junio de 1973 en una manifestación antes del golpe. Este testimonio fue publicado en «Aulas que permanecerán vacías» (Martín Faunes Amigo, Cuarto Propio 2008), que reúne historias de docentes y estudiantes asesinados por la dictadura chilena.

Por Óscar Aguilera

CUANDO VOLVIMOS DE VACACIONES al Pedagógico en 1972, en pleno gobierno de Salvador Allende, nos encontramos con un compañero nuevo que se transformaría en un personaje inolvidable. Había editado un pequeño libro a mimeógrafo llamado “Hombre América”. Era Nilton Rosa Da Silva, poeta, de pelo largo, militante del MIR, hablador impenitente, seductor incansable, solitario estudioso del marxismo y la poética, revolucionario internacionalista a carta cabal. Era refugiado político en Chile y como tal traía un caudal de experiencias de su patria que nos dejaban con escalofríos. En Chile por ese tiempo jamás habían ocurrido cosas como ésas de las que Nilton había sido testigo y víctima en Brasil: secuestros, tortura, asesinatos.

Nuestro curso tenía marcadas inclinaciones por la poesía, el teatro y la música, y mucho nos dedicábamos a hacer lo que ahora se llamaría “acciones de arte”. Ocupábamos sorpresivamente los prados o el casino y nos poníamos a declamar a voz en cuello acompañados de guitarra y canciones. En la primera línea siempre estaba Nilton recitando un poema en un portugués casi incomprensible que terminaba preguntando “¿o que é a liberdade? (¿qué es la libertad?)

Así era todo entonces, pero las cosas cambiarían abruptamente, y nuestros días en la Universidad de Chile adquirían minuto a minuto toda la temperatura que vivía el país. Vino el siniestro paro de octubre de 1972. Nilton también estuvo en primera línea, ese destino lo llevaba marcado en la frente. Algún día, por ese tiempo, nos prestamos libros: le llevé al pabellón “J”, el edificio que ocupa hoy Filosofía, un ejemplar de “Canto General” de Neruda. Él me pasó “La Literatura” de Gorki. Nunca nos devolvimos nuestros respectivos libros. Algún día no lejano se me ocurre que lo haremos.

Recuerdo que cuando cumplí dieciocho, en noviembre de 1972, fueron muchos compañeros y compañeras del Pedagógico a la inmensa casona donde yo vivía en calle Olivos. En algún momento de la fiesta Nilton quiso detener el tocadiscos IRT donde seguramente ya comenzaba a sonar “Salta, salta, pequeña langosta”, para lanzarse a toda voz con el poema que preguntaba por la “liberdade”.

La historia de Chile siguió avanzando. Nuestro curso logró producir una revista de nombre “Etcétera” donde aparecen poemas de Nilton. Pero lo vi poco en ese primer semestre de 1973. Es que yo ya casi no iba a clases, estaba dedicado al grupo de teatro del Pedagógico, que había estrenado una obra también poco comprensible para nosotros, pero que advertía los terribles riesgos del fascismo: “Terror y Miserias del Tercer Reich”. Nos dirigía el brasileño Pedro Vianna que, al igual que Nilton, sabía lo que venía si triunfaba un golpe de estado contra Salvador Allende.

Recuerdo claramente el 15 de junio de 1973. Fue un día intensamente frío. Un sector de mineros de Rancagua se alzaba contra Allende y marchaba hacia Santiago. Los encabezaban bandas armadas de la ultra derecha. En la noche escuché la noticia por la radio: Nilton Da Silva Rosa ha sido acribillado. San Martín con Alameda cerca del Comité Central del Partido Socialista. Estaba lloviendo. Al día siguiente, la noticia, sangrando, corre y entristece al Pedagógico, a la Universidad de Chile, a los refugiados brasileños, al MIR, a la izquierda chilena. Sus funerales fueron gigantescos. Ondeaban miles de banderas en Avenida La Paz.

El cortejo multitudinario entró lleno de ira al cementerio. “¡Compañero Nilton Da Silva. Presente!!!” Nadie tenía entonces muy claro que la muerte de Nilton era el preludio del golpe.

Nosotros, sus condiscípulos, como homenaje y recuerdo plantamos frente a su ventana del pabellón “J”, un árbol brasileño, un jacarandá. Se cumplían veinte años de su muerte defendiendo la constitución y la libertad de Chile. Pusimos una protección metálica al frágil árbol que fue pintada de rojo y negro, como Nilton hubiera querido. Una de las muchachas que pintó se llamaba Claudia López, una joven estudiante que sería asesinada poco tiempo después.

Ésta es una de las historias que podemos contar del Pedagógico, la del poeta combatiente de Castellano, Nilton da Silva, nacido en Brasil, muerto en Chile el 15 de junio de 1973. Como dice en un verso Ernesto Cardenal “todo el territorio nacional es su sepulcro”.